Quito. 09.03.95. Mosquitos, mosquitos, todos odian a los
mosquitos porque transmiten virus y enfermedades difíciles de
prevenir dada su increíble velocidad y cantidad.

La malaria, una enfermedad muy antigua provocada por un parásito
que viaja en los mosquitos, todavía no ha podido ser combatida
con eficacia pese a los poderosos insecticidas y la gran cantidad
de medicamentos inventados y distribuidos.

Al contrario, los insecticidas y en especial el famoso DDT
solamente han provocado daños ecológicos en vegetales y animales
por su lenta degradación. Además, este último, según se acaba de
descubrir, produce cáncer de seno.

Para variar, el mosquito no se murió, sino que se burló del
veneno al desarrollar defensas internas y, como para amargar la
vida al genial Koch, el parásito también desarrolló defensas
contra los antibióticos.

No por nada la malaria amenaza a dos mil millones de personas al
año, de las que enferman 300 millones y mueren diez millones en
todo el mundo.

El parásito se llama plasmodium, y existen algunas variedades de
él, una de ellas es el falciparium, el más peligroso, causante de
las complicaciones cerebrales que produce el paludismo y muy
extendido en el Ecuador.

Este plasmodium es una especie de "gremlin", el maléfico monstruo
de Steven Spielberg, porque, una vez que entra al organismo, se
transforma varias veces y confunde a las defensas del organismo.
Entra al hígado, se multiplica y los "nuevos" plasmodium se
instalan en los glóbulos rojos y provocan la enfermedad.

EN POS DE UNA VACUNA

Ante este panorama, el científico colombiano Manuel Patarroyo
empezó a estudiar la posibilidad de crear una vacuna contra la
malaria, todo un reto porque nunca se había creado una vacuna
contra un parásito, mucho más difícil de vencer que un virus.

Sin embargo, Patarroyo logró desarrollar una vacuna llamada SPf66
a base de las proteínas del parásito (esto ocurrió en 1989). Lo
que hizo Patarroyo, ante el asombro de la comunidad científica,
fue trabajar con monos aotos colombianos, una especie que también
es afectada por la malaria.

Pero para que la vacuna fuera considerada segura, era necesario
desarrollar una prueba de gran envergadura en una comunidad
endémica (es decir, en riesgo permanente de ser contagiada) luego
de cumplir muchos requisitos de seguridad.

El mismo Patarroyo intentó cumplir la prueba, pero la
Organización Mundial de la Salud le rechazó la metodología. En
otras palabras, la vacuna de Patarroyo no había conseguido ser
considerada como efectiva por los científicos mundiales, muy
criticones ellos, que no concebían cómo un científico del Tercer
Mundo se les había adelantado en la búsqueda de la vacuna.

EL APORTE DEL ECUADOR EN LA COMPROBACION

Con todos estos antecedentes, el doctor ecuatoriano Fernando
Sempértegui encabezó un equipo médico decidido a comprobar si la
vacuna del colombiano era o no válida.

Así que se instalaron (en 1990) en una comunidad en riesgo
situada a pocos kilómetros de Quinindé (Esmeraldas) denominada
"La T". El poblado contaba con 650 habitantes, todos migrantes
mestizos de diferentes partes del Ecuador.

El trabajo consistió en vacunar a una parte de la población con
el SPf66, y seguirla de cerca con continuas muestras de sangre.

Obviamente, los prejuicios de la gente, las limitaciones
económicas y la falta de infraestructura tuvieron que ser
resueltas por Sempértegui y compañía con alegría, imaginación y
sacrificio. Tuvieron que vivir a la intemperie, "tomar prestada"
una casa, "requisar" medicamentos antimaláricos y jurar miles de
veces que no estaban comercializando con la sangre.

Fuera de lo anecdótico, La T pasó a la historia de la medicina
como la primera comprobación real de la efectividad de la vacuna
de Patarroyo. Y gracias a ese pueblo y al equipo del doctor
Sempértegui, el trabajo del colombiano ha sido reconocido, con
justicia, por la comunidad internacional. Incluso ya se habla de
iniciar la producción de la vacuna a escala mundial.

Pero el doctor Sempértegui no se quedó ahí. Su equipo inició una
nueva fase de investigaciones porque se cayó en cuenta de un
detalle: hubo un 40% de vacunados que no respondieron al SPf66.

Después de la experiencias en La T, se divulgaron estudios en
Tanzania, Brasil y Venezuela que le dan la razón al equipo
ecuatoriano, pero esos países tienen población negra, mientras
que los ecuatorianos tratados eran mestizos.

Después de un año, el equipo de Sempértegui descubrió que la
vacuna debe ser modificada para que pueda ser recibida por el
organismo y crear los anticuerpos que impiden al "gremlin" que se
expanda. Es decir, se descubrió que el carácter genético debe ser
considerado.

Este hallazgo es sensacional, ya que el país cuenta con 70 mil
casos de malaria al año, y gran parte de esa población es
mestiza, además de otros países afectados como muchos de América
Latina y Asia, cuya población no es negra en su mayoría.

Las investigaciones del equipo de Sempértegui continúan, y tiene
planificado iniciar una campaña masiva de vacunación que
involucre a diez mil personas para, luego del seguimiento,
proceder a la campaña nacional.

Sin embargo, cuando la malaria por fin sea erradicada y el
plasmodium aniquilado, todavía seguiremos odiando a los
molestosos mosquitos.

LA EXPERIMENTACION EN BREVE

- Durante la fase de experimentación en La "T", el equipo que
acompañó al doctor Sempértegui fue el siguiente: Bertha Estrella,
Juan Moscoso, Luis Piedrahita, Denise Hernández, José Gaybor,
Olmedo Mancero, Silvio Arias, Rodolfo Bernal, María Córdova,
Jorge Suárez y Fabio Zicker.

- Además, el doctor Plutarco Naranjo prestó un apoyo importante en
el desarrollo del proyecto.

- Italo Barragán, de la Organización Panamericana de la Salud,
contribuyó con apoyo logístico.

- Además, se contó con la colaboración de la Fundación de Ayuda a
la Salud, y una contribución generosa del investigador Víctor
Reyes Lituma.

- En la fase del estudio genético, el Consejo Nacional de
Universidades y Escuelas Politécnicas ha corrido con el
financiamiento y, pese al conflicto armado, los fondos para
continuar con la investigación no serán reducidos.

- El actual equipo que trabaja en la investigación está conformado
por Sonia Díaz, Marco Alvarez, Claudio Arcos, Ruth Torres, Darwin
Santillán y Franklin Toapanta.

- Las investigaciones de Sempértegui han sido publicadas en las
revistas científicas internacionales Vaccine y Nature. (8B)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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