Yaounde. 16.09.95. La Iglesia Católica tratará de fundirse con
las culturas locales africanas sin que el precio deba ser la
pérdida total de identidad.

Juan Pablo II ha anunciado este aspecto esencial de la
evangelización, no nuevo, pero que trata de renovarse, en la
misa oficiada el viernes, en el viejo aeropuerto de Yaoundé,
ante algunas decenas de miles de fieles, concelebrada con casi
un centenar de obispos de todos los paises de Africa, en su
mayoría de raza negra.

Juan Pablo II efectúa hoy, en la capital del Camerún, su
undécima visita a Africa, que comprende también Sudáfrica y
Kenia, con el objetivo de ofrecer su Exhortación Apostólica
postsinodal, que responde a las propuestas de los obispos y
traza las líneas que se deben seguir hasta la entrada en el
Tercer Milenio.

En un país con una aguda crisis económica, los habitantes de
Camerún acompañaron la lectura del Evangelio con alegres
cantos y coloridos vestuarios. Los jefes de tribus, por
ejemplo, vestidos con una serie de objetos, que simbolizaban
la paz y la fecundidad.

En las zonas libres, la mayor parte de las pistas del viejo
aeropuerto civil -hoy aeropuerto militar- estaban acomodados
otros miles de personas, que no necesitaron invitación, ya
bastante alejadas del podio donde se celebró la misa,
construído según el modelo de una tradicional cabaña africana.

"La gente tiene muchos problemas graves que resolver, por eso
muchos no han venido. Hay que ganarse la vida día a día",
comentó a un periodista camerunés, que trabaja en la capital.

En efecto, hoy viernes, día de trabajo, el mercado central, y
las principales calles, aparecían animadas por una abigarrada
multitud, afanados cada uno en sus problemas cotidianos.

Africa ya conoció en los primeros siglos del cristianismo la
institución del Sínodo. Los sínodos del norte de Africa, en la
época de San Agustín y San Cipriano -siglos IV y V- emanaron
normas para toda la Iglesia universal de entonces.

Mensaje para Africa

La Exhortación Apostólica que Juan Pablo II dedica a las
Iglesias africanas va más allá de la descripción de un
dramático panorama, propone una serie de remedios y sobretodo
cree y espera en la resurrección de Africa.

En un texto de 146 páginas, el Papa se hace eco de las
principales propuestas del Sínodo de 1994, y traza las líneas
del futuro para el cristianismo en el continente africano,
desde la convicción de que la Iglesia "existe para
evangelizar" y considera irrenunciable su vocación misionera.

El capítulo primero evoca el "acontecimiento eclesial
histórico" que supuso el Sínodo para Africa, que quiso ofrecer
un signo de esperanza, y un mensaje creíble, a un continente
desgarrado por "tantos odios fratricidas", que vive un período
de "graves y a veces trágicas dificultades".

El capítulo segundo, "La Iglesia en Africa", recorre la
historia de la evangelización en el continente, y rinde
homenaje a los misioneros, cuyo esfuerzo permitió la
emancipación de las jóvenes Iglesias, para tomar sus propias
riendas evangelizadoras, y confía en que la Iglesia siga
"paciente e incansable su obra de buen Samaritano" en Africa.

El Papa se pregunta qué ha llegado a ser Africa, y reconoce
que el resultado palpable son "miseria, guerras,
desesperación. En un mundo controlado por las naciones ricas y
poderosas, Africa se ha convertido prácticamente en un
apéndice sin importancia, a menudo olvidado y descuidado por
todos".

El documento se hace eco de los valores de Africa: su sentido
religioso, el amor a la vida y a la familia, la solidaridad y
el espíritu comunitario.

El capítulo tercero se centra en la evangelización y la
encarnación del cristianismo en las diversas culturas, y la
integración de éstas en el cristianismo, de la que depende que
el Evangelio "arraigue en Africa", de ahí que el Papa, con los
obispos, la considere "una prioridad y una urgencia".

Reconoce que es una tarea "difícil y delicada", que debe
respetar dos criterios: "la compatibilidad con el mensaje
cristiano y la comunión con la Iglesia universal", evitando en
todo caso "cualquier sincretismo" (mezcla con otras
religiones).

Para ello el Papa propone crear comisiones de estudio sobre el
matrimonio, la veneración de los antepasados y el mundo de los
espíritus, "para examinar a fondo todos los aspectos
culturales de estos problemas desde el punto de vista
teológico, sacramental, ritual y canónico".

En el centro de la evangelización está "el desarrollo humano
integral" y "la defensa de la dignidad de todo ser humano", y
ello invita a la Iglesia a combatir la injusticia y todo lo
que degrada al hombre, a fin de ennoblecerlo, tanto
individualmente como en el desarrollo solidario de las
naciones.

El capítulo cuarto señala algunos retos actuales, debido a los
profundos y veloces cambios en las sociedades africanas
(desarraigo familiar, urbanización, desocupación) a los que la
Iglesia debe responder profundizando en la fe y la formación
de todos, pues para ser evangelizadora aquélla "debe comenzar
por evangelizarse a sí misma".

Hoy en Africa, "la falta de formación en la fe ha quedado muy
frecuentemente en el estadio elemental, y las sectas obtienen
fácilmente ventajas de esta ignorancia".

El Papa destaca la necesidad y urgencia del "diálogo", pues
"en Africa como en otras partes del mundo el espíritu de
diálogo, paz y reconciliación está lejos del corazón de todos
los hombres, y las guerras, conflictos, actitudes racistas y
xenófobas aún dominan demasiado el mundo de las relaciones
humanas".

El Papa subraya la dignidad de la familia, la igual dignidad
del hombre y la mujer, el valor del matrimonio, y la necesidad
de salvar a la familia de las amenazas que la acechan.

El capítulo quinto habla de los agentes de la evangelización,
y las estructuras, como las parroquias, movimientos y
asociaciones; alienta la formación de un laicado activo en la
Iglesia, catequistas bien preparados, familias "testimonios
del Evangelio", hombres y mujeres consagrados, seminaristas
seriamente formados, diáconos permanentes, sacerdotes.

En el sexto capítulo se fija en la necesaria promoción de la
justicia y la paz en Africa, y el papel profético de la
Iglesia, aún urgente para defender los derechos humanos y
exige que los cristianos asimilen la doctrina social de la
Iglesia.

Se trata de promover "la vía del derecho y de la
democraciapluralistas", en lugar de regímenes que coartan las
libertades; de asegurar una administración más justa de los
recursos nacionales, oponiéndose a la corrupción.

Llama a la solidaridad de los países ricos con Africa, con las
naciones pobres "que piden ayuda para ámbitos de especial
valor como la desnutrición, el deterioro generalizado de la
calidad de vida, la insuficiencia de medios para formar a los
jóvenes, la falta de sevicios sociales y sanitarios, la
difusión de enfermedades endémicas, del Sida, el peso
insorportable de la deuda, el horror de las guerras
fratricidas alimentadas por un tráfico de armas sin
escrúpulos, el espectáculo vergonzoso y digno de compasión de
los prófugos y refugiados".

Acerca del Sida, el texto denuncia "las efectos de
comportamientos sexuales irresponsables en la difusión de esta
enfermedad" y recomienda presentar a los fieles, en especial
jóvenes, "la paz que proporcionan el matrimonio cristiano y la
fidelidad, así como la seguridad dada por la castidad".

Sobre la deuda, pide a los gobiernos de Africa "no oprimir al
pueblo con deudas internas y externas" y a los organismos
financieros internacionales, Fondo Monetario y Banca Mundial,
que mitiguen esta deuda que sofoca a las naciones africanas.
(EFE) (Diario HOY) (11A)
EXPLORED
en Ciudad Yaounde

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