Puyo. 11 ene 2000. 52 niños y 16 jóvenes de la etnia aprenden su
lengua original en tres comunidades. Cuatro ancianos les enseñan.

El inmenso manto verde de la selva amazónica encierra un mundo
irrepetible y místico. En ese ámbito se tejen las historias de
las comunidades aborígenes, como la de la nacionalización zápara,
por ejemplo.

Un documento histórico reseña que este pueblo, según un censo
poblacional realizado en 1680, habría tenido 98 500 habitantes.
Pero al inicio del 2000 solo contaría con ocho miembros puros de
la raza.

Ante el peligro de que la etnia pierda del todo su identidad, la
Organización de la Nacionalidad Zápara del Ecuador (Onaze), lucha
por mantener vivas sus raíces y su acervo cultural a través del
proyecto Autorrecuperación Cultural Zápara, el cual fue creado
en 1996.

Dentro de ese plan, cuatro "viejos" indígenas záparos (profesores
bonificados) -con mística y dedicación antes que con un plan
pedagógico-, se encargan de difundir la lengua vernácula en los
asentamientos de Balsaura, Torimbo y Conambo, en el extremo
suroriental de Pastaza.

Puruña Mucushigua enseña en Balsaura, pequeña población habitada
por siete familias, a orillas del río Pindoyacu. Ella, que no
sabe su edad exacta, pero estima que tiene 85 años, desconoce el
idioma español, solo el suyo y el quichua.

A pesar de su edad y dificultades de salud -por el paludismo,
enfermedad endémica en la región-, dedica una hora diaria, de
lunes a viernes, a enseñar la lengua zápara a 15 niños.

Su bonificación, de 100 mil sucres mensuales, fue financiada el
primer año por el Instituto Andino de Artes Populares (Iadap) y
la Subdirección de Cultura de Pastaza. El segundo lo hicieron la
Subdirección y la Dirección Provincial de Educación, pero en el
presente no hay institución que coloque los recursos. Por esta
razón será la Onaze, con aportes internacionales, la entidad que
mantendrá el programa a futuro.

El aula es una choza abierta y deteriorada por los años. Apenas
tiene tres pupitres dobles, para seis estudiantes; el resto debe
acomodarse sobre troncos o en el suelo.

Cuando llega un visitante, la profesora y los niños, en coro,
pronuncian wuitsata (bienvenidos), cuyo significado va más allá
de la palabra: estamos agradecidos por su visita, según el
presidente de la Onaze, Basilio Santi.

A juicio de Carlos Duche, subdirector de Cultura de la Dirección
Provincial de Educación de Pastaza, uno de los gestores del
programa, hay resultados que se reflejan en la actitud de los
niños.

Antes de abandonar la comunidad situada a mediodía, en canoa por
el Pindoyacu, del límite internacional amazónico con el Perú,
Puruña invita: kassuma paratú (tomemos chicha). Este brebaje
preparado con yuca no solo les sirve para paliar el calor
ambiental, no menos de 40 grados centígrados, es también parte
sustantiva de su dieta diaria.

A 10 minutos en avión desde Balsaura está Torimbo, donde trabajan
otros dos ancianos conocidos por la drasticidad con la que
enseñan a otros 15 niños del lugar su lengua. Son Osepio
Mucushigua y Alberto Ushigua, ambos de 68 años.

¡Wuitsata¡... Osepio es locuaz y no para de hablar en su propia
lengua. Mario Macushigua, vicepresidente de la Onaze, traduce:
"aquí vivimos los záparas, somos záparas, no sé por qué dicen
afuera que no".

Cuando hay visitantes, Mucushigua y Ushigua practican un ritual
propio de su pueblo y de las ceremonias de bienvenida. El rito
es parecido al de otros pueblos, como el shuar o el achuar de la
región, una especie de baile en pareja de hombres portando lanzas
en sus manos derechas y emitiendo voces y sonidos guturales que
suenan extraños.

Duche, un estudioso de esta cultura aborigen, opina que los
záparos son el árbol genealógico de varios pueblos que hoy viven
dispersos en la Amazonia ecuatoriana.

En Conambo está el mayor número de estudiantes de la lengua
zápara. Son 22 niños y 16 jóvenes. Pertenecen a la escuela
profesor Manuel Quiroga y al Colegio Akamaru.

La enseñanza de Malacu Ushigua cuenta con la colaboración de los
profesores de la localidad, dice Basilio Santi.

Colegio: la construcción comenzó ayer

La Organización de la Nacionalidad Zápara del Ecuador (Onaze),
involucra a sus comunidades para impulsar su desarrollo. Esto es
consecuencia de la falta de respuesta de los gobiernos
seccionales o de los programas gubernamentales. Se trata
discriminatoriamente a las organizaciones indígenas
independientes o minoritarias, dice el presidente Basilio Santi.

A su juicio, "el Programa de Desarrollo Indígena de los Pueblos
Indios y Negros del Ecuador (Prodepine), responde únicamente a
directrices de organizaciones como la Conaie o sus filiales, a
las que pertenecen sus directivos".

Por este motivo, los záparas decidieron, por sí solos, iniciar
ayer la construcción de la infraestructura física del colegio de
la reserva zápara. El Akamaru, en Conambo, mediante el sistema
de mingas, tendrá dos aulas, una vivienda para los profesores y
un comedor. Santi explicó que Akamaru es el nombre de un líder
zápara que se distinguió por su valentía en la defensa de su
pueblo.

La obra utilizará materiales propios de la zona, con arquitectura
autóctona y sin más recursos que el humano.

Por ahora, los 16 alumnos de los tres primeros cursos ocupan una
aula de la escuela. (Texto tomado de El Comercio)

EXPLORED
en Ciudad Puyo

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