Quito. 26 ene 2000. La sorpresiva decisión de dolarizar la
economía fue el salvavidas que reflotó el gobierno de Jamil
Mahuad

"Hay una marea en los asuntos humanos/ Que tomada en su torrente
conduce hacia la fortuna/ Omitida, todo el viaje de una vida/
Está destinado a ser vacío y miserable/ Debemos tomar la
corriente cuando sirve/ O perder nuestras venturas".
Shakespeare.

El domingo nueve, luego de 17 meses de devaneos y desaciertos que
complicaron la más "grave crisis económica de los últimos 70
años", Jamil Mahuad Witt resolvió tomar la corriente de la marea
a su favor: dolarizar la economía. La transformación del sistema
económico del país en 180 grados, señaló un norte y resucitó a
un Gobierno desgastado por la inacción y el vertiginoso
empobrecimiento general: solo en 1999, el sucre se devaluó en
197%.

La decisión de dolarizar tuvo un efecto inmediato para Mahuad:
su índice de popularidad que de acuerdo a la encuestadora Market
estaba en 7% subió a 26%, aunque la encuestadora Cedatos habló
de un pequeño repunte de siete a 11%. Sin embargo, ambas empresas
coincidieron en afirmar que cerca de la mitad de los ecuatorianos
apoyaban la medida.

No obstante, el tanque de oxígeno político de dolarizar la
economía puede tener una corta duración. El éxito del proceso
requiere de dos aspectos fundamentales: un ejecutor decidido y
un consenso político en los principales estamentos de decisión
para la aprobación de las reformas y la respectiva ejecución de
las mismas. Y los dos son difíciles de ocurrir.

ESTILO Y DECISIÓN

Al analizar la decisión ecuatoriana, la prestigiosa revista
inglesa The Economist sostiene: "Si los cambios ocurren rápido,
la confianza de la inversión extranjera y la actividad económica
retornarán y los dólares fluirán. Pero ese es un SI muy grande,
pues el señor Mahuad difícilmente calza al molde de un hombre
decidido. Horas antes de decretar la medida debatía sobre si el
cambio debía ser a 20.000 o 25.000 sucres o renunciar".

En efecto, hasta el viernes siete de enero, la renuncia del
Presidente parecía inminente. El secretario de la Administración
Jaime Durán Barba la habría comentado en altos círculos
diplomáticos y el vicepresidente Gustavo Noboa suspendió su
agenda de trabajo en Esmeraldas y viajó a Quito con un equipo de
asesores, especialistas en temas legales, por lo que podía
ocurrir.

El panorama para el presidente Mahuad se presentaba negro: el
sucre había perdido en nueve días de enero 25%. Dos ex
presidentes -Rodrigo Borja y León Febres-Cordero- le habían
solicitado la renuncia y los sectores sociales se preparaban para
marchas y manifestaciones masivas.

Al interior del Estado había posiciones divergentes sobre el
manejo de la crisis económica. Por un lado, las cabezas del Banco
Central Pablo Better y Virginia Fierro argumentaban que no era
el tiempo para cambiar y que el acuerdo con el Fondo Monetario
Internacional estaba a días de la firma. Por otro, el
superintendente de Bancos Jorge Guzmán -con el sustento de otros
técnicos del Central: Miguel Dávila y Rosa María Herrera, que
coadyuvaron con estudios hechos en la institución para cuando el
ex presidente Bucaram deseaba imponer la convertibilidad- junto
al ministro Juan Falconí la apoyaban como única alternativa para
salir del mare mágnum.

Mahuad -como dijo algún comentarista internacional- "tiró la
última bala de plata": optó por dolarizar y para ello decapitó
al Banco Central y torció el brazo de los directores que eran
ambivalentes a la medida. Tras ella, el Presidente dio las
primeras muestras de su intención de cambiar de estilo. En un día
envió al Congreso la lista de los miembros que debían reemplazar
a los directores del Central. Un giro de 180 grados, si se
considera que en la crisis pasada le tomó más de 90 días realizar
el cambio. Otras señales positivas: manejó con prudencia pero con
firmeza el paro de transportistas del Guayas y al cierre de
nuestra edición había tomado presos a varios de los dirigentes
del levantamiento organizado por los sectores sociales.

En su discurso a la Nación, del 15 de enero, anunció planes
concretos para enfrentar algunos de los graves problemas
actuales, como el de las autonomías: prometiendo que con las
elecciones seccionales habrá una consulta nacional sobre el tema.
Esto probablemente indignó al partido Social Cristiano, que ha
tomado como bandera la consulta de autonomía provincial del 23
de enero. Ello explicaría el nuevo endurecimiento del abogado
Jaime Nebot, quien tras el discurso de Mahuad, volvió a pedir la
renuncia del Mandatario.

En definitiva, por primera vez desde la firma del acuerdo de paz
con el Perú, se percibe al Presidente como decidido y en política
las percepciones son realidades. No obstante, como entre el
Presidente y los diversos sectores políticos y económicos, median
17 meses de anuncios y acciones fallidas, la credibilidad de su
propósito es endeble. Pero, además, la suerte no solo dependerá
de su postura sino de cómo sea su relación con el Congreso, donde
intereses partidistas y personales frecuentemente conspiran
contra el bien común.

El primer retraso ha ocurrido con el nombramiento de los nuevos
miembros del directorio del Banco Central. Los diputados
amazónicos del FRA lo han impedido, porque a cambio de sus votos
buscaban cargos y otras prebendas. Entrarán en funciones por
ministerio de la ley. Sin embargo, la prueba de fuego vendrá con
la ley "Trolebús", donde se trazará el plan maestro de la
dolarización y cuya aprobación debe ser rápida, pues mientras
demore el actual limbo jurídico, habrá un paraíso para
especuladores y extorsionadores económicos, lo que empobrecerá
más a todos y puede cortar el proceso por la yugular. Si eso
ocurre, Ecuador "habrá perdido sus venturas", como dice la cita
de Shakespeare y la presidencia de Mahuad será recordada como
"vacía y miserable". Basta ver el espejo de un país que adoptó
la dolarización y después dio marcha atrás: Haití. Les habla un
Presidente que no endeudó al Ecuador, que recibió los pagarés
firmados por los gobiernos anteriores para que yo los pagara. Me
comprometo a no gastar un sucre más del que tenga como ingreso
con tal de controlar la economía. Muchas cosas han muerto en el
Ecuador: el sistema bancario acostumbrado a hacer y deshacer sin
ningún control, el sistema centralista y burocrático, y además
el conflicto armado con el Perú. Por los errores que he cometido
les pido disculpas, nunca fueron deliberados. Si esta ley no se
aprueba, este sueño que empezamos en el Ecuador a creer será la
peor pesadilla. Y una pregunta cariñosa, ¿ustedes legisladores,
qué van a rectificar? El mensaje presidencial. Casi la mitad de
los ecuatorianos apoya la dolarización según las encuestas.
(Texto tomado de la Revista Vistazo)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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