Quito. 12 feb 2002. (Editorial) El tiempo gira. Llegó el Carnaval y el
Carnaval se fue. Mañana será Miércoles de Ceniza. Comienza la Cuaresma.
Tiempo para preocuparse sobre el sentido de la vida. Cuatro domingos
tiene la Cuaresma. Y una Semana Santa.
La Cuaresma se irá. Llegará el Domingo de la Resurreción. El próximo
domingo es el de las Tentaciones. Jesús ha sido bautizado en el Jordán.
El EspÃritu de Dios ha bajado sobre él. Ese EspÃritu lo lleva al
desierto. Tierra de soledad, de muerte, de silencio. Ayuna durante
cuarenta dÃas. Se siente bien, muy bien, pero con hambre.
Se le acerca el Tentador. Si eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras
se conviertan en pan. Jesús le responde: Dice la Escritura que el hombre
no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios.
Después de esto, el Diablo lo lleva a la Ciudad Santa. Lo pone en la
parte más alta del Templo. Le dice: Si eres Hijo de Dios, tÃrate de aquÃ
para abajo, puesto que la Escritura dice: Dios ordenará a sus ángeles que
te lleven en sus manos para que tus pies no tropiecen en piedra alguna.
Jesús le replica: Dice también la Escritura: No tentarás al Señor tu
Dios.
En seguida lo lleva el Diablo a un cerro muy alto. Le muestra todas las
naciones del mundo con todas sus riquezas. Le dice: Te daré todo esto si
te hincas delante de mà y me adoras. Entonces Jesús le responde: Aléjate
de mÃ, Satanás, porque dice la Escritura: Adorarás al Señor tu Dios, a El
solo servirás.
El Diablo recurre al pan para ese hambriento, al espectáculo para ese
solitario, al éxito, poder y riqueza para ese hombre sencillo y limpio.
Jesús remite el Diablo a Dios. Solo El es el criterio que norma toda
vida.
Dios; empero, puede ser El mismo una tentación. Jesús se encargará de
desvanecerla a través de su discÃpulo amado, Juan: "Dios es luz ... y si
andamos en la Luz, estamos en comunión unos con otros. Si alguien
pretende estar en la Luz y aborrece a su hermano, está todavÃa en
tinieblas".
De este modo, el Nuevo Testamento resuelve el problema del Dios
escondido, a Quien no vemos, en el amor y el servicio del prójimo a quien
vemos. Esto es un cambio sustancial: la religión se seculariza, se
politiza, se socializa.
La persona humana imagen y sÃmbolo de Dios se vuelve sagrada. El consumo,
el poder, el éxito son puros medios para servir al prójimo. Esclavizar y
matar las personas en nombre del consumo, del poder y del éxito esa es la
gran tentación, el gran pecado, la gran mentira, la gran blasfemia, la
gran idolatrÃa.
Se entiende asà que Jesús hablara de su seguimiento como un camino
estrecho, como una cruz pesada, como un grano de trigo que si no muere,
no germina ni fructifica. Qué mayor estrechez, qué mayor cruz, qué mayor
muerte germinal que regir toda la vida de la persona por el bien y el
servicio de los otros, por el bien común, por la justicia, por la
solidaridad, por la verdadera democracia, por la hermandad, por el
respeto, por la condena del racismo, por la continua y continuada muerte
del egoÃsmo.
Y la Historia ha dado plena razón a esta doctrina por una vÃa negativa.
El sistema polÃtico teóricamente más perfecto, ha sido el socialismo.
Pero el socialismo fracasó luego de 70 años de experiencia, porque la
persona humana fue convertida en un medio para el Estado omnipotente,
para una Defensa costosÃsima y para una Burocracia voraz y absolutamente
atea en el sentido evangélico: de no amar al prójimo. El socialismo
sucumbió a las tres tentaciones del desierto. La polÃtica se juega en el
corazón de la persona.
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