Quito. 14 feb 2002. Rosita: Hoy San Valentín. Recibirás una docena de
rosas rojas por cortesía del economista Mauricio Dávalos, ex gerente del
Banco Central, y una caja de chocolates Ferrero por iniciativa del doctor
Gian Batista Angoletti. Se las regalaron al padre Piti y él, muy
amorosamente, me las pasó a mí para ti. El día está reluciente. Cariños
al Johnsito, la razón de ser de tu vida.

La víspera de San Valentín, nuestro grupo de reflexión de la parroquia,
Rosita, se reunió temprano. El padre Piti quería que meditáramos sobre el
amor. En círculo estábamos los de siempre: sanbernardo A, Piti, poeta,
señora C., profe de la Poli, señora D, yo, sanbernardo B.

Cierren los ojos, nos dijo el padre. Tómense de las manos (o de las patas
al que las toque). Y óiganme con atención. Había un soldado vasco que se
enamoró de Dios o, más bien, Dios se enamoró de él. El soldado propuso
una contemplación para alcanzar al Amor. Decía que el amor se debía poner
más en las obras que en las palabras. Y decía, también, que el amor
resulta de una comunicación entre dos partes: en dar y comunicar el
amante al amado lo que tiene o lo que puede.

Véanse, pues, continuó el padre delante de Dios en su gloria, y pídanle
un conocimiento interno de todo lo bueno recibido de él para que ustedes
puedan corresponderle. Así dijo, Rosita, y una corriente eléctrica me
bajó por la espina dorsal. Luego nos dijo: recordáramos los bienes
recibidos como la vida y la educación. Miren cómo Dios habita en las
criaturas, en las plantas vegetando, en los animales sensando y en las
personas dando a entender. Vean cómo habita en ustedes como en un templo.
Consideren cómo Dios trabaja por ustedes y miren cómo todos los dones de
arriba bajan a ustedes, el don de la salvación, de la libertad, de la
voluntad, del amor. Y mediten por un rato en todo esto. Y terminen
diciéndole que quieren corresponderle sirviendo a las personas, a la
sociedad y a la naturaleza. Y recen un Páter nóster.

Así lo hicimos, Rosita, durante una buena media hora en completo
silencio.

Los sabernardos se quedaron dormidos de pura satisfacción. Los demás nos
sentíamos pacificados, pero en el fondo muy inquietos pensando en cómo
corresponder a tanto amor con obras, con el prójimo. Me da miedo,
Rosita, de estas exigencias.

El poeta se salió en puntillas y me indicó, Rosita, que se sentía tan
inspirado que iba a hacer un poema sobre el amor. Las señoras se salieron
también y volvieron al cabo de dos horas con una olla de caldo de patas:
daban lo que podían. El profe de la Poli dijo que quería armar un
proyecto de investigación para transformar las tierras rojizas y
estériles de la Amazonía cuando desflorada y talada en tierras fértiles.
El padre Piti se fue a visitar a los enfermos del Hospital del Sur. Y yo
estoy aquí escribiéndote, Rosita, para decirte que tú me has dado tanto:
cariño, inspiración, ternura, ganas de vivir y alegría, y que el momento
más sabroso de la semana es cuando te escribo contándote tantas tonterías
de aquí, de la vida y del amor.

Gracias, Rosita, por existir. Feliz día de San Valentín. Soñé, Rosita,
que me hallaba en la selva virgen del Cuyabeno, que me embarcaba en una
canoa y bajaba por el río durante casi una hora y media, mirando la
variedad de árboles, de verdores, de matas, de flores reflejadas en el
agua y oyendo el canto de los loros, viendo el vuelo de las oropéndolas y
con la boca abierta por las piruetas de los monos en los árboles, y que
tú eras un delfín rosado. Bueno, te amo mucho: tu Pepe Pino,
[email protected]

E-Mail: [email protected] (Diario Hoy)
EXPLORED
en Autor: Simón Espinosa - [email protected] Ciudad Quito

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