Quito. 19 feb 2002. (Editorial) Los edificios de los cuarteles y las
oficinas de los comandos conjuntos; los cañones, los tanques, los
paracaÃdas, los fusiles, las ametralladoras, los caballos y jaeces; los
aviones, las bombas y misiles; los barcos y torpedos forman el sustento
material de las Fuerzas Armadas.
Los soldados, pilotos, mecánicos y marineros conforman el cuerpo de las
Fuerzas Armadas.
La finalidad de defender el paÃs contra enemigos externos e internos y de
amparar el orden constitucional; los arquetipos de disciplina, valor,
lealtad, fortaleza, obediencia e integridad; las leyes y reglamentos
perfilan el esbozo ideal de las Fuerzas Armadas.
Entre el elemento material tangible y el elemento ideal intangible está
el puente del elemento humano. El primero es una condición necesaria. El
tercero es una aspiración de la razón y del afecto. El primero existe en
la realidad mensurable, el tercero existe en la mente en forma de
conceptos y juicios lógicos. El segundo necesita del primero y hace
posible la existencia del tercero. La suma de los tres se llama la
institución de las Fuerzas Armadas como brazo del cuerpo del Estado, en
cuyo conjunto reside el Poder de gobernar la Nación.
El Poder no constituye un fin en sà mismo. Viene a ser un medio para el
servicio de la Nación otro ente conceptual y de las personas de carne y
hueso, de genes, deseos e ideales que la han ideado.
La tendencia a que el Poder se constituya en un fin último, y a que
soldados, pilotos y marineros pasen de la lealtad a institución tan
sagrada y respetable, viene a ser una gran tentación. La tentación de
considerarse privilegiados por encima de los civiles, de las leyes y de
la propia Constitución. "Odi profanum volgus et arceo: Odio al vulgo
profano y de él me aparto".
Quienes vigilan a los seguidores de Marte para que no caigan en esta
tentación y si caen, se arrepientan, enmienden y sean castigados son la
Presidencia de la República, cabeza del cuerpo del Estado cuyo brazo son
las Fuerzas Armadas, el Congreso en cuanto legislador y fiscalizador, la
Justicia en cuanto juez de los delitos, la ContralorÃa en cuanto
vigilante del uso de los fondos públicos, la Comisión Anticorrupción en
cuanto representante de la sociedad civil llamada a velar por la
correcta administración de las rentas y bienes del Estado.
En los últimos meses, las Fuerzas Armadas han estado en la picota pública
por denuncias de corrupción. Los militares denunciados son ciudadanos
amparados por los derechos constitucionales, entre ellos, el derecho a
la presunción de inocencia, pues nadie es culpable mientras los jueces no
lo declaren tal, y el derecho a la legÃtima defensa; pero a la vez, en el
tiempo y el espacio, tienen la obligación de someterse a las
instituciones encargadas de investigarlos y juzgarlos.
Los denunciados han cumplido a regañadientes con estas obligaciones, se
han considerado vÃctimas de una persecución contra las Fuerzas Armadas,
han adolecido de paranoia fantaseando la existencia de una red que los
desprestigia, se han mostrado arrogantes. Este conjunto de señales
muestra que los oficiales investigados han caÃdo en la tentación de
identificase con la sacralidad de la institución.
La crisis de las Fuerzas Armadas constituye una ocasión muy oportuna para
que soldados, pilotos y marinos vuelvan a la realidad de sus lÃmites y
obligaciones.
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