ManabÃ. 7 ago 98. Dos dÃas y medio después de los fuertes
movimientos que afectaron a las poblaciones manabitas de
BahÃa, San Vicente y Canoa, y 24 horas después de la
declaratoria de emergencia del presidente Alarcón, aún cuesta
mucho trabajo poner en marcha el sistema de asistencia a las
personas afectadas.
20 toneladas de vituallas, alimentos y medicinas, llegaron
antier en dos vuelos desde Quito. Pero recién en la mañana de
ayer los miembros del COE (Centro de Operaciones de
Emergencia) que integra a la Defensa Civil, Instituto Nacional
del Niño y la Familia (Innfa), Fuerzas Armadas, Iglesia
Católica, PolicÃa y Municipio, se repartieron obligaciones
sobre cómo canalizar las ayudas.
Divididos en 5 comisiones -salud, alimentos y agua potable,
albergues, de caminos y vÃas, de seguridad- iniciaron en la
tarde del miércoles la entrega de los donativos a los
damnificados.
Es muy pronto, dijo Ilse Rupertti de Vélez, del Innfa, para
saber con exactitud las personas que reciben ayuda. Ayer se
cumplió un recorrido por BahÃa, Canoa y San Vicente, para
identificar a los damnificados. "Muchas personas están en las
calles solo por temor, y no hay que entregarles alimentos".
En las 48 horas posteriores a los sismos, aunque la cifra de
campamentos al descubierto se calculaba hasta en 30 y se
repartÃa por toda la ciudad, la Defensa Civil se hizo
responsable solo de uno, donde 115 familias levantaron carpas
en un complejo municipal en BahÃa. Algo igual ocurrÃa en San
Vicente.
Solo en estos sitios se entregó alimentos. Raciones de hasta
50 libras por dÃa y fundas de fideos hacÃan la olla común. Eso
era parte de un envÃo de la Unión Europea para los afectados
de El Niño. En el resto de albergues, las familias se
abastecÃan por su cuenta. Grupos de más de 20 familias se
repartÃan en el km 8 de la vÃa a Portoviejo, en los parques de
la Madre y Sucre, en la explanada del antiguo hospital, en el
parque del nuevo hospital, en el barrio Leonidas Plaza y en la
escuela 3 de Noviembre.
En todos ellos el testimonio era común: a sus casas se les
cayó una pared o el piso. Hay a quienes esta se les fue por
completo al suelo. "Señor, ¿hasta cuándo llega la ayuda?",
reclamaba ayer una madre de familia en el parque Sucre. VivÃa
en el barrio Fanca con dos hijos, que dijeron tener frÃo.
La necesidad en cada uno de los albergues y campamentos no
solo era evidente en alimentos. El reclamo era también por
carpas. Nadie quiere quedarse bajo techo, dijo Ramón Zambrano,
coordinador de la Defensa Civil en BahÃa. Para menguar esta
falta llegaron junto a las 20 toneladas de alimentos, 20
carpas, 11 de las cuales ya fueron repartidas (Canoa 5, San
Vicente 3 y BahÃa 3). El resto, junto con otras 6 que ya habÃa
en BahÃa, se repartirÃan hoy.
Una comisión de la Defensa Civil Nacional trabajó durante 2
dÃas un informe preliminar de los daños. Lo terminará hoy a
las 18h00. Pero una evaluación previa, ejecutada en BahÃa por
el equipo de la EDAN (Evaluación de Daños y Análisis de
Necesidades) de la Defensa Civil Nacional reveló que solo el
edificio El Calypso se destruyó por completo.
Los semi destruidos (daños en estructuras y paredes caÃdas),
llegaban a 16. Los afectados (resquebrajamiento de paredes,
techados o pisos) sumaron 9. De las construcciones menores
-casas familiares de 1 a 3 pisos- se identificó a 7 casas
destruidas, 18 semidestruidas y 37 con daños. Una de las
causas de los destrozos, ademas de la fuerza de los sismos,
serÃa la inobservancia de las normas antisÃsmicas.
Tirados sobre el césped, conversando en las bancas de los
parques, o caminado, las personas matan el tiempo y esperan
que el clima de miedo se acabe.
Desde la madrugada del miércoles, para los pobladores de BahÃa
y Canoa la tierra no sigue temblando, a pesar de que ayer, a
las 06h00, un sismo de 4,6 grados en la escala Richter causó
alarma en la población de BahÃa. El temblor fue detectado por
el Instituto GeofÃsico de la Escuela Politécnica.
Pero el temor aún sigue conmoviendo las entrañas de los
pobladores de BahÃa, Canoa y San Vicente y eso se observa en
la lenta reactivación de la actividad comercial. De los 4
bancos que tienen agencia en BahÃa, solo el de Filanbanco
atendió a sus clientes en la mañana de ayer. Los locales
comerciales lentamente comenzaron a abrir sus puertas, aunque
al terminar el dÃa no pasaban del 15 por ciento.
Desde las primeras horas de ayer los dueños de casas afectadas
comenzaron la limpieza de los escombros. "No pensamos regresar
aún, pero sà ver qué tanto se perdió", explicaba Gerardo
López, a quien se le cayó el techo y parte del segundo piso,
de la casa en la que vive, en la esquina de BolÃvar y Checa.
Algo similar, pero en mayores proporciones, ejecutaban
maquinarias del MOP y del Cuerpo de Ingenieros del Ejército a
lo largo de calles y avenidas. 4 cuadrillas de trabajadores de
EmelManabÃ, intentaban rehabilitar el servicio de energÃa
eléctrica en el cantón. El 70 por ciento de la gente de BahÃa,
Canoa y San Vicente ya pudo encender sus luces.
Mientras algunos limpiaban los escombros, otros se aventuraban
a subir a los edificios afectados. La mañana del jueves, 8
personas embarcaban electrodomésticos que bajaban de un cuarto
piso del edificio Salango, para ser llevados a Quito, donde
sus dueños, la familia López-Aldaz. El copropietario de uno de
los departamentos en el condominio Nautilus revisaba los daños
en el edificio. HabÃa llegado de Quito por la mañana. "Están
afectadas solo las paredes y mamposterÃas. Eso se puede
arreglar". Ronald Soria, David Jaramillo, Patricio Ramos
La gente se va y las enfermedades amenazan
La ayuda humanitaria llega en pocas cantidades a BahÃa. Y la
población desde antier empezó a abandonar la urbe. Después de
los sismos es común mirar a camionetas y camiones que cargan
electrodomésticos, colchones y varios utensilios de cocina.
Franklin Salvatierra, apretaba las cuerdas de nailon que
sujetaban tres maletas y una cocina eléctrica en el capó de su
auto Nissan. En el interior de cada valija llevaba algo de
ropa de sus tres hijos y esposa. El se marchó a Guayaquil y se
alojará donde un familiar que vive en Urdesa Norte.
La situación de Franklin se repite con por lo menos el cinco
por ciento de los 80.000 habitantes. La razón del éxodo es el
pánico. El ir y venir de gente con maletas en las manos y
algunos pedazos de pan era la tónica ayer y antier.
Mientras tanto, en BahÃa, Canoa y San Vicente ya se detectaron
los primeros sÃntomas de un posible rebrote de paludismo,
tifoidea y cólera. La falta de agua potable causarÃa la
reactivación de esos males.
Luego de dos dÃas de dormir a la intemperie, en la explanada
del Innfa de BahÃa, el frágil cuerpo de Xiomara, de cinco
años, presentaba múltiples granos de color rojo en las
piernas, brazos, cuello y hasta en su rostro. Eran provocados
por las picaduras de mosquitos. Ello preocupa a su madre
Fernanda. Esta, sin embargo, no puede hacer nada ya que los
toldos que tenÃa quedaron enterrados cuando la pared de su
vivienda se desplomó por efecto del sismo.
Como Xiomara, la mayorÃa de personas de unas 150 familias que
duermen en espacios abiertos de la urbe, está expuesta a ser
presa fácil de los insectos. La situación es preocupante, pues
se podrÃa desatar una epidemia de paludismo, como la que ya se
experimentó entre mayo y junio, dijo Alfredo Hansen, miembro
de la Junta CÃvica de BahÃa.
La situación se agrava pues el Hospital Miguel H. AlcÃvar no
está en condiciones para recibir enfermos. Y los escasos
dispensarios, entre ellos el del Innfa, no se da abasto para
atender a madres de familias que llegan con niños de entre 9
meses hasta 12 años, contó Mariana de Cedeño, una de la
habitante del barrio El Astillero. Allà se concentra el 20 por
ciento de los damnificados.
La falta de agua potable se acentúa en la ciudad. Apenas dos
pozos que fueron perforados hace un mes en la ciudadela sirven
para abastecer a pocas familias. Y las fuentes subterráneas en
la zona de esos pozos se agotan de a poco. Otros, que fueron
perforados en domicilios particulares con una inversión de
cinco millones de sucres, quedaron taponados. Las cisternas se
cuartearon en un buen número de los hogares que disponÃa de
esos reservorios.
Carlos Mera, su esposa y dos hijos ocupan el agua del estuario
para bañarse ellos y 25 familias pernoctan en carpas
improvisadas.
"Para cocinar los alimentos tenemos que esperar el agua de
pozo, que es filtrada en dos plantas compactas potabilizadoras
que empezaron a trabajar desde ayer, pues la falta de energÃa
eléctrica impedÃa que las bombas succionen el lÃquido",
contaba entre sollozos Olga Mendoza.
La mayorÃa toma agua casi sin hervir. Ello comenzó a afectar
la salud de niños, jóvenes y ancianos que se quejan de dolores
fuertes de estómago. El sistema de alcantarillado colapsó, las
aguas negras se dispersan por las calles. Cuando el sol se
enciende, los olores nauseabundos se apoderan del malecón.
El parque es su casa
De 69 años, Maruja de Mendoza sabe que a espaldas de donde
ella vive desde la tarde del martes -la glorieta del Parque de
la Madre- está su casa, una villa mixta estilo europeo, que el
temblor convirtió en un montón de paredes hechas pedazos.
Que nadie le hable de eso, pide a quien se le acerca para
solidarizase con su desgracia. SonrÃe, hace bromas, juega con
los medicamentos que arrima junto a un colchón y un par de
sábanas tirados sobre el suelo. "En febrero cumplo 70 años,
hay quienes dicen que ni los muestro. Desde el martes ni
siquiera me acuerdo de que estábamos hablando".
Otras personas que pasan el dÃa en el mismo parque dicen que
no para de reÃrse, que es como darse valor para no enfrentarse
a lo que a 50 metros de donde está, el terremoto lo tiene
reservado para su futuro inmediato. "Sà tengo hijos, están
bien criados, dos están en Estados Unidos y otra vino a verme
hoy, quiere llevarme. Yo le dije que no, que siempre vivà aquÃ
en este barrio, en esa casa que está allá atrás".
A los 35 años, Maruja se quedó viuda, estuvo de empleada
doméstica o recibÃa huéspedes. "Que me den una covachita de
caña aunque sea. ¿Qué debo hacer para que me devuelvan mi
casita?".
Maruja no siente frÃo por las noches, como sus vecinas en el
parque. Las gruesas medias, con las que cubre sus piernas por
la artritis, la ayudan. Seguirá en el parque. "Alguien tiene
que condolerse. Yo no tengo dinero, mis hijos sÃ. Me quieren
pero hacen suficiente con mantenerme. Perdà mi casa, pero no
creo que mi Dios me desampare, siempre estuvo conmigo. Hace 27
años los médicos me dijeron que tenÃa 3 meses de vida, que me
mataba un tumor en el estómago. Aquà estoy, solo por milagro
de Dios".
Pocos vÃveres y carpas
Para la distribución de la ayuda a los afectados por los
movimientos telúricos del martes, se formó el Centro de
Operaciones de Emergencia (COE).
Será el organismo encargado de canalizar la asistencia en esos
sectores. Tiene 5 áreas de ayuda. La de alimentos y agua
potable, a cargo del párroco de la iglesia La Merced, del
presidente de la Junta CÃvica y de un representante de las
Naciones Unidas.
En seguridad participa la PolicÃa Nacional, CapitanÃa del
Puerto y el Ejército. El Cuerpo de Ingenieros del Ejército y
el MOP tienen a cargo la limpieza de las vÃas y calles. Los
campamentos y albergues serán administrados por le Innfa. El
área de salud está a cargo del ministerio del ramo.
El aeropuerto Los Perales de la parroquia San Vicente, frente
a BahÃa de Caráquez, fue escenario de la llegada de 20
tonelada de alimentos, ropa, medicina y agua, a bordo de un
avión Hércules de la FAE. La ayuda consiste en vÃveres,
medicinas, 20 carpas para 40 personas cada una; 56 sacos y
cartones de ropa, enviados por instituciones privadas
estadounidenses; entre otros artÃculos. Ramón Zambrano,
coordinador de la Defensa Civil cantonal dijo que están
tratando de recuperar cerca de 80 carpas que se entregó a los
damnificados por el fenómeno de El Niño.
En San Andrés de Canoa, la Cruz Roja Ecuatoriana instaló un
centro de comunicaciones con base en la casa parroquial
cantonal, junto a la destruida iglesia de San Pedro y San
Pablo. Se instalaron 4 puestos de emergencia que albergarán a
140 personas, en 14 carpas. Se repartieron 50 toldos
mosquiteros a los damnificados en el sector del Parque de la
Madre, a 20 metros del cementerio. También se les entregó 500
raciones alimenticias: arroz, azúcar, fideos y aceite. (Texto
tomado de El Comercio)