Quito. 22 ago 98. No, no resistirían. Infinidad de casitas que
se aferran a las lomas en Atucucho, La Pulida, Pueblo solo
Pueblo y más asentamientos de Quito, no soportarían un sismo
de más de siete grados Richter.

¿Por qué? Porque su construcción, hecha a ojo de buen cubero y
solo con el esfuerzo de sus propietarios, no considera ninguna
norma, tanto en materiales como en técnicas constructivas. En
consecuencia, afirma Jeanette Fernández, subdecana de la
Facultad de Ingeniería Civil de la Politécnica Nacional, son
muy frágiles y vulnerables ante los sismos.

"Residimos en una zona de alto riesgo pero no hemos hecho nada
por prevenirlo". Los ejemplos abundan: En 1868 un terremoto de
7 grados destruyó el 90 por ciento de Ibarra; en 1797, otro de
magnitud 7,5 acabó con Latacunga; el 31 de agosto de 1906, en
Esmeraldas, se dio el quinto sismo más fuerte registrado en el
mundo (8,8 grados Richter).

El terremoto de 5,7 grados Richter del 28 de marzo de 1996, en
Pujilí, Cotopaxi, afectó a siete cantones: Pujilí, Sigchos,
Salcedo, Saquisilí, La Maná, El Corazón y Latacunga. ¿Las
consecuencias? 100 heridos, 12 muertos, 5.000 viviendas
dañadas y 15.000 damnificados.

Quito no se queda atrás. Movimientos telúricos de importancia
han sacudido cíclicamente a la capital: 1587, 1755, 1797, 1859
y 1868. Con diversas consecuencias: el de 1868 causó grandes
destrozos a pesar de que la capital contaba con apenas 40 mil
habitantes.

Obviamente, como afirma Carlos Velasco, subdecano de la
Facultad de Arquitectura de la U. Central, el riesgo sísmico,
que de por sí es grave, normalmente viene aparejado a efectos
secundarios que a veces son peores que el sismo.

"Por ejemplo: la inestabilidad de las laderas del Pichincha,
tan fuertemente lastimadas, puede acarrear grandes deslaves
después de un sismo. Las consecuencias pueden ser funestas. Y
no se requieren grandes intensidades para que esto pase. El
caso de Guarás en el Perú es paradigmático: un terremoto de
mediana intensidad produjo un deslave que sepultó a 40 mil
personas".

La solución: reforestar, conservar la capa vegetal, impedir
nuevos asentamientos, optimizar el drenaje (las 32 quebradas
hoy rellenas aumentan el riesgo pues el agua no tiene un
desfogue natural).

Otro factor de riesgo: la estructura del suelo. En Quito, por
ejemplo, la parte baja es un lecho lacustre, en consecuencia
blando y con períodos de vibración muy largos (oscila muy
lentamente), situación que puede afectar a los edificios poco
rígidos. El peligro: que estas edificaciones entren en
"armónico simple" porque adquieren la misma frecuencia del
movimiento telúrico y colapsen.

Paradójicamente, en las lomas -más consistentes- las
construcciones más rígidas también pueden sufrir destrozos al
unificar su frecuencia con la del suelo.

Lamentablemente, en el país no se hace la suficiente relación
suelo-estructura al momento de construir. Aunque la solución
ideal para prevenir este factor sería un análisis de suelo
particular para cada edificación, la zonificación adecuada de
Quito y otras ciudades podría ayudar en mucho a reducir el
riesgo sísmico.

Este estudio geológico no solo debe tomar en cuenta cuánto
resiste el suelo (como se hace hasta ahora) sino también su
forma de vibración.

Otro factor de riesgo es la mala utilización de los materiales
y las técnicas constructivas deficientes.

Para Fernández, desafortunadamente hay una gran cantidad de
construcción informal en el país. El 70 por ciento de las
edificaciones de vivienda no contempla ningún tipo de
provisión mínima. No solamente en cuanto al diseño por cargas
sísmicas sino también por cargas verticales o de ocupación
normal.

Un sinnúmero de edificaciones construidas por sus propios
dueños, sin el concurso de profesionales, tiene una altísima
probabilidad de sufrir daños de consideración por la acción de
eventos sísmicos o por fuerzas adicionales como lluvias
excesivas o vientos huracanados. Incluso, estas edificaciones
no tienen ningún control de la calidad de los materiales que
se utilizan ni tampoco algún criterio arquitectónico o
ingenieril.

Pero hay lugares donde la peligrosidad es mayor. En muchas
urbanizaciones populares quiteñas el diseño original solo
quedó en los planos. Las nuevas viviendas no tienen ninguna
relación con el proyecto original: proyectadas inicialmente
para sostener uno o dos pisos tienen tres, cuatro y hasta
cinco pisos.

Barrios como La Ofelia, Agua Clara, Carapungo, Solanda,
Turubamba son ejemplificadores. Muchas edificaciones
levantadas en esos sitios pueden venirse abajo por una carga
vertical, no se diga por un sismo. Han rebasado las
tolerancias establecidas.

Para Johnny Ugalde, urbanista guayaquileño, el uso
indiscriminado y empírico de los materiales de construcción es
otro factor de riesgo. En el programa de vivienda El Recreo,
en Durán, por ejemplo, existen 20 tipologías: de hormigón
armado, mixta (cemento y acero), fibrocemento, mampostería
armada, bloque; todas inadecuadas para el medio.

Como lo señala Carlos Velasco, muy pocos planes de vivienda
masivos que se realizan en el país cumplen con las
especificaciones internacionales de construcción. Solamente
realizan someros análisis de las condiciones geológicas de los
sitios donde se asientan.

¿La solución para frenar ese desaguisado arquitectónico? La
actualización del obsoleto Código de la Construcción (en
ejecución) y la aplicación de la normativa presente en las
ordenanzas municipales de casi todas las urbes del país.

PARA TOMAR EN CUENTA

El análisis del suelo *

Es lo primero que se debe hacer para construir. Hay diversos
métodos para comprobar la dureza del terreno. En base a este
estudio se sabrá qué tipo de cimentación se debe implementar.

Materiales óptimos *

La utilización de materiales de calidad ayudarán a mejorar la
rigidez de la estructura. Asimismo, se deben utilizar según el
medio geográfico, el tipo de construcción y la altura de
edificación.

No al empirismo *

La construcción informal debe desecharse totalmente. Todo
proyecto debe estar avalado por un profesional. Las fallas de
las viviendas espontáneas se dan precisamente durante los
sismos.

La norma se debe cumplir *

Las ordenanzas municipales y las recomendaciones del Código de
la Construcción deben cumplirse a rajatabla. La normativa
sirve para proteger los inmuebles de los desastres.

La actualización del Código es un hecho

El Código de la Construcción actual tiene 21 años de
obsolescencia. Además, fue un reglamento emergente elaborado
en 1971 y publicado en 1977, totalmente extraño a la realidad
geográfica y geológica del país. Lo que se hizo fue coger
directamente la propuesta de California después del sismo del
Centro, de 1981, traducirla y trasplantarla directamente al
Código Ecuatoriano.

Obvio: no cumple con las nuevas especificaciones técnicas. La
ciencia sísmica es una ciencia dinámica: después de cada
terremoto se aprenden nuevas lecciones que son necesarias
aplicarlas para mejorar las estructuras de las construcciones.


"Este Código no contempla para nada la situación geológica del
país. California tiene un sistema de generación de sismos a
través de la falla de San Andrés diferente a las que nosotros
tenemos en el Ecuador, relacionadas directamente con la
subducción de la placa de Nazca, con fallas tipo San Andrés al
interior del continente y con erupciones volcánicas.

Pero ese no es el único punto. La realidad de los materiales
utilizados es, asimismo, diferente. El control de los
materiales que se realiza en el país no tiene nada que ver con
lo que se hace en los Estados Unidos.

Las prácticas constructivas autóctonas son, también,
totalmente diferentes", explica Jeanette Fernández.

El nuevo Código de la Construcción está en desarrollo. En 1995
se consiguió que el presidente Sixto Durán Ballén publique un
decreto ejecutivo que creaba el Comité Ejecutivo de la
Construcción a nivel político, para dar mayor peso a lo que
será el uso y aplicación de este reglamento como ley del país.


Este Comité está presidido por el Ministro de la Vivienda y
sus integrantes son el Director de Defensa Civil, los
presidentes de los colegios de Ingeniería Civil, Ingeniería
Estructural y de Arquitectos.

Por debajo de esta instancia política se encuentra un comité
técnico, que está integrado por especialistas de seis
universidades del país.

La idea es publicar un código de consenso. Ese instrumento
técnico tiene ocho capítulos: materiales, métodos de
construcción, formas de diseño, estándares estructurales...
Uno de los más importantes es el tema del peligro sísmico.

El costo de la elaboración del Código está estimado en 300
millones de sucres Este momento, el Comité cuenta con el apoyo
de Fundacyt, que aporta con personal especializado y 50
millones.

Los objetivos que estudia el nuevo Código son: una
zonificación sísmica del país (no todo el Ecuador tiene el
mismo peligro sísmico. No es lo mismo construir en Esmeraldas,
Quito o Lago Agrio) y, lo que se denomina un espectro de
diseño, que permitirá estimar las fuerzas, cantidades,
estilos, técnicas y materiales para las edificaciones. Esas
fuerzas de diseño estarán acordes con nuestra realidad. El
primer capítulo estará listo a fines de este año.

Las ordenanzas existen, el control es el que falla

Por leyes y normativas no falta. El nuevo Código Metropolitano
de Quito, que recogió la anterior Ordenanza 3050, tiene
reglamentos específicos para regular, antes y después de
efectuada, los diversos tipos de construcción.

Es más, para todo trámite de este tipo es necesario presentar
el informe del Cuerpo de Bomberos, que es un documento que
avala la idoneidad del proyecto con respecto a riesgos como
incendios y, eventualmente, sismos.

El permiso de construcción, que sirve para autorizar la
ejecución de un proyecto contempla, entre los requisitos
exigidos, dos juegos de planos estructurales con el registro
de las firmas de los profesionales que ejecutaron el proyecto,
así como la hoja estadística de construcción. Sin embargo, no
exige un estudio de suelos pormenorizado.

El permiso de habitabilidad, en cambio, es un documento que
permite ocupar la vivienda cuando la construcción ha concluido
en su totalidad. La aprobación se realiza luego de una
inspección. Uno de los requisitos exigidos, para
construcciones de tres niveles en adelante, es el certificado
de la prueba de resistencia del hormigón utilizado.

También existen reglamentos para levantar ampliaciones,
retiros, gasolineras, cerramientos...

Un artículo de suma importancia que contempla el Código
Metropolitano es el control de edificaciones. Este instrumento
sirve para verificar que las construcciones se realicen según
los planos aprobados y los permisos de construcción. Se
realiza mediante una inspección ocular y sin previo aviso por
parte del departamento municipal respectivo.

¿Por qué, entonces, si existen las normas se levanta tanta
construcción informal sin ningún impedimento? La explicación
de los funcionarios municipales es simple: la falta de
personal para realizar un control individualizado de cada
edificación, hace que esta se efectúe por muestreo, es decir,
seleccionando sitios de mayor desarrollo constructivo. Y está
visto que eso no es suficiente.

Pero no solamente Quito tiene reglamentación al respecto.
Ambato, verbi gracia, tiene 32 ordenanzas para regular la
construcción... Y Cuenca también tiene su normativa. En
Guayaquil se pone a punto el nuevo Plan Maestro Urbano y
Rural, que contempla ordenanzas específicas para regular el
sector. (Texto tomado de El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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