Quito. 30 ago 98. Quito, 12H30: el ingeniero cuencano Carlos
Ordóñez aborda la aeronave de Cubana de Aviación. Junto a él
75 personas y 14 tripulantes se preparan para un viaje de 45
minutos que los llevaría hasta Guayaquil y de ahí rumbo a La
Habana. El avión, fabricado por la industria aeronáutica
soviética Tupolev, había llegado una hora y media antes desde
la capital cubana.

Las compuertas se cerraron y el avión inició su carreteo hacia
la cabecera sur. Antes de llegar hasta allí, según el relato
de los sobrevivientes, el piloto prueba repetidas veces una de
las turbinas que no responde igual que las otras. Luego de
unos minutos, y cuando la torre autoriza el despegue, la nave
pone a pleno sus motores e inicia su recorrido veloz hacia el
norte. Faltaban 5 minutos para la una de la tarde.

A los pocos segundos, los pasajeros comienzan a sentir cómo se
aplica el sistema de frenos, pero ya la velocidad es alta y la
trayectoria sigue. No hay despegue, solo el avance rápido.
Dentro de la nave no hay gritos, sí un silencio de temor.

El avión pasa la zona donde debía lograr su despegue. Sigue el
rechinido del freno y en cuestión de segundos se siente la
vibración del avión fuera e la pista y su caída a la calle
Tufiño destrozando el muro perimetral del aeropuerto.

La nave se parte en dos pero mantiene su impulso. Supera la
calle y se estrella contra la pared que cerca un gran solar,
donde quedan dos torres de radioayudas y al fondo una cancha
de fútbol. En esta, en ese momento jugaban un partido.

El ala izquierda se rompe contra las torres, la derecha se
divide en dos: la punta se estrella contra un tractor, lo que
impide que golpee a cuatro personas, entre trabajadores y
clientes del taller de mecánica Tecnidiesel Mitsubishi. La
otra parte va directo a una casa de techo de paja y paredes de
adobe donde en ese instante se encontraban una mujer y tres
niños. Media hora después los socorristas rescataban los
cuerpos sin vida de los cuatro.

Las dos partes en que se dividió el cuerpo del avión siguieron
cerca de 20 metros más adelante, ya en llamas. Mientras el
avión comenzaba a incendiarse, las máquinas de los bomberos
del aeropuerto, un grupo de ambulancias y equipos de
socorristas de la Cruz Roja y de la Defensa Civil corrían
hacia el lugar. Paradójicamente, en ese momento ellos
realizaban un ejercicio de simulacro de accidente en el
aeropuerto.

Mónica Menéndez hacia parte del grupo. Recuerda que lo primero
que sintió fue el olor a combustible y quemado. Milton Rojas,
que vive a pocas metros del lugar, también corrió hasta allí:
"dos cuerpos estaban sobre lo que quedó de las alas, los otros
cuerpos estaban entre hierros y latas retorcidos y muchos
estaban mutilados".

15 minutos después las ambulancias comenzaban a trasladar los
primeros sobrevivientes. El pasajero Hernán Boada, que salió
por uno de los huecos que generó el impacto, se sostenía en
pie mientras los socorristas lo convencían de que se
trasladara al hospital y los periodistas lo llenaban de
preguntas sobre lo que pasó. A él lo llevaron al Pablo Arturo
Suárez.

La noticia se extendía por la ciudad. El ulular de las sirenas
de ambulancias y carros de bomberos se sentía por las calles
aledañas. Entre 30 y 40 soldados y policías acordonaban el
lugar. Entre las personas que llegaban a preguntar por sus
familiares estaba el ex ministro Alfredo Vera Arrata. Su
rostro estaba descompuesto, sus ojos inyectados y con las
lágrimas contenidas. Su nieto, Emilio Verduga, era uno de los
muertos. Su mirada se concentraba en las latas retorcidas y
esa perplejidad la rompía solo para comunicarse por el celular
con sus familiares.

Entre los fallecidos también está Maita Madriñán, nieta del
pintor Osvaldo Guayasamín, que viajaba junto a sus dos hijas.

Son las 13H50. Llegaba más gente. Los socorristas y soldados
empacaban los restos carbonizados en unas fundas grandes
amarillas. Los acomodan 50 metros hacia el sur de donde quedó
el avión, camino a la pista. 10 minutos después, por una
puerta lateral, ingresan de retro, una por una, las
ambulancias que comienzan a trasladarlos a la morgue. Tres
cuerpos por cada vehículo.

La tensión crece. Varias familias cubanas piden que se les
permita ir hasta el avión. La Policía se niega. Hay cruce de
palabras y forcejeos.

A las 15H10 minutos, el presidente Jamil Mahuad, acompañado
del secretario de la Presidencia, Jaime Durán y la encargada
de prensa, Ana Maldonado, recorre el camino que siguió la
nave. Durante 20 minutos recorre el lugar donde permaneció el
avión. "Expreso mi pesar al pueblo cubano y ecuatoriano por
esta tragedia. Es una prueba más para insistir en que el
aeropuerto se debe sacar de la ciudad. He solicitado que el
lunes a las 08h30 me sea entregado el informe sobre las
razones de este accidente".

Una de las causas del percance sería la falla de una de las
cuatro turbinas del aparato.

La aeronave llevaba 76 pasajeros y 14 tripulantes

El aparato ruso modelo Tupolev-154, de matrícula CU T 1264, de
propiedad de la aerolínea estatal Cubana de Aviación, que se
estrellara ayer en Quito, llevaba 90 personas. Entre los
accidentados hay ecuatorianos, cubanos, italianos, españoles,
argentinos, jamaiquinos y chilenos.

La tripulación estaba integrada por 14 miembros: Mario Ramos,
comandante; Leonardo Díaz, copiloto; Carlos González,
ingeniero de vuelo; y, los asistentes de vuelo: Yamina García,
Mario Meza, Ana Rentero, Johanna Canotto, Idalme García, Edina
Ramón, Alberto Sanandez, Danilo García, José Góngora, Santiago
Pérez. Además de un miembro todavía no identificado.

La nónima de pasajeros la forman 76 personas: Boada Monje
Hernán, Alvalate Pedro, Ballester Ricardo, Bellomia Ims,
Buezas Angel, Castillo Oswaldo, Chávez Soledad, Cisneros Juan,
Cordovez Alegría, Cornejo Ovidio, Corrales Eduardo, Corrales
Elías, Crespo Andrea, Crespo María Fernanda, Crespo Rodrigo,
de la Vega Gloria, de los Santos María, Domínguez Adrian,
Domínguez Ana Isabel, Domínguez Fernanda, Durán Zoila, Fiocco
M. Mr., Franco Elba, Hernández Tania, Jackson Suzanne, León
Nancy, Madrinan Maita, Maldonado Carlos , Martínez Alba, Nena
Cecilia, Monje Fanny , Morales Luis, Mueller Tamy, Muñoz
Esther, Naranjo Mildred, Naupari Alexandra, Nobler Magdalena,
Oviedo Padrón María, Ramírez Ricardo, Ramos Francisco,
Rivadeneira Diego, Suárez Alejandro, Sule Alejandra, Tamayo
Alvaro, Valenzuela Manuel, Valenzuela Paola, Valenzuela Tania,
Valle Marco, Verduga Emilio, García María, Linares Pedro,
Freile María, Sule M. (infante), Galarza Patricio, Gualpa
Dimeb, Leal Janeth, Martínez Feru Antonio, Piedra María,
Salcan Juan, García René, Chávez Rosa Elena, Ordóñez Carlos,
Ampudia Rosario, Nina Puglio, Solorzano Hugo, Salamea Juan,
Quezada Freddy, Cedeño Alba, Torres Andrés, Dueñas Gustavo,
Mallarino María Fernanda, Aguilar Carina, Vásquez Juan,
Martínez Giomar, García Gladys y Peralta Janeth.

Mientras tanto, tras el accidente se iniciaron las labores de
rescate. Fueron trasladados a las casas de salud 28 personas.
Ingresaron al hospital Pablo Arturo Suárez: Rosario Ampudia,
Virginia San Martín, Elva Franco, Patricio Ferrer, Juan
Salcón, Carlos Ordóñez, Rosana Angudiña, Darwin Varela, César
Acosta, Pedro Pangol y Juan Vicente Salcón. Al Metropolitano:
Osvaldo Castillo, Gladys García, Rosario Freire, Gustavo
Dueñas, Alvaro Martínez, Esther Muñoz, Marcelo Galarza, Ovidio
Cornejo, Andrea Crespo, Alegría Cordovez, Ricardo Ramírez,
Marlo Fernando, Mariano Fioco, Maria Crespo Cordovez,
Alejandro Suárez. Y al Carlos Andrade Marín: Efraín Castro,
testigo que se encontraba en tierra, y Hernán Boada,
sobreviviente del accidente. Según Boada, el avión tuvo
poblemas en el momento de despegar. "En cuestión de segundos
se encontraba fuera de la pista. La gente gritaba. Luego había
humo al interior del avión . La gente se quemaba. Yo logré
saltar por un hueco de una pared lateral del avión. Salté y me
fracturé el tobillo..." Extraoficialmente se conoció que los
muertos sumarían 76.

Los pasajeros del avión y los moradores de las viviendas
ubicadas en la parte norte del aeropuerto recuerdan los
pormenores de este accidente. Todo fue lamentos...

LAS TURBINAS FALLARON DESDE EL INICIO

Carlos y Eduardo se salvaron por saltar

Carlos Ordóñez uno de los pasajeros recuerda la tragedia.
Cuarto para la una -dice- el avión comenzó a prenderse, pero
las turbinas no arrancaban. El piloto intentaba encenderlas
nuevamente, sin embargo volvían a fallar. Así estuvimos por
espacio de 20 minutos. Yo iba en el asiento 19A, junto al ala
izquierda.

Cuando todas las puertas estaban cerradas, hubo un golpeteo
terrible en la turbina de mi lado. Le prenden y ¡tras!, se
apaga, y tratan de nuevo de encenderles. Recibimos un anuncio
por parlantes de que existían problemas por la falta de aire,
pero que ya se habían superado. Por fin, íbamos a despegar.

Entonces, el avión fue a la cabecera sur de la pista para
tomar distancia. Cuando estuvimos en la mitad de la pista, se
seguían apagando las turbinas y se oyó un ruido fortísimo. El
piloto frenó de golpe, los asientos volaron hacia adelante, el
avión se trizó por el medio. Luego vinieron las explosiones.
Las llamas y el calor aumentaban. Solo quería que venga un
golpe para morir de una vez, no sabía adónde ir. La gente se
quemaba, gritaba y se asfixiaba.

En eso vi un hueco en la pared y me boté en el filo del ala.
Estaba alto pero no importó, si adentro íbamos a morir, daba
igual saltar. Una compañera de viaje que conocí también lo
hizo. Cayó y luego no podía moverse del dolor, y yo caí encima
de ella. Abajo, veíamos que el avión iba a explotar. Caminamos
un poco y llegamos a una cancha y nos salvamos.

Tragamos tanto humo y gasolina que me duele la garganta y la
espalda. El piloto tuvo la culpa. Al ver que las turbinas
fallaban, intentó el despegue. Lo lógico era que que realizara
los trabajos de mantenimiento con el avión sin pasajeros.

Eduardo Rivadeneira, 21 años, también estuvo dentro de la
nave. El cuenta su historia: mi tía viajaba a La Habana, yo
iba hasta Guayaquil para encontrarme con unos primos. Mi
regreso estaba programado para el lunes pues debía retornar al
trabajo. Creo que fue una falla de las turbinas porque el
avión en la cabecera sur frenó, quiso volver a arrancar y se
atrancó. Cuando pasamos por la torre de control el avión
empezó a atrancarse en forma notoria. Ahí, el Capitán puso
reversa, toda la reversa que tuvo: hubo ruidos, como de
explosiones, el avión comenzó a temblar durísimo y todos nos
fuimos para adelante.

El Capitán dijo algo, la azafata se paró y una chica se
levantó y se dirigió a la cabina. Ahí se partió la nave. Toda
la parte delantera se destrozó, hubo dos explosiones: solo vi
latas, fuego, gente quemada gritando, algunos estaban todavía
vivos. Me golpeé contra el asiento, salí con todo y cinturón,
me safé y oí a dos chicos que gritaban "saltemos que nos vamos
a quemar vivos. No sabíamos nada. Después nos tranquilizamos,
fui desesperado a ver a mi tía pero todo estaba en llamas.
Luego llegaron las cisternas del Aeropuerto. Allí sacamos a
una chilena que tenia la pierna partida; si no la sacábamos se
quemaba. Habían 74 pasajeros y catorce tripulantes. Mi tía iba
adelante, no sé de ella. Mi familia fue a ver qué le pasó...

De la casa de Gaspar solo quedó una puerta partida

Gaspar Caguano dice que, gracias a Dios, no perdió su vida ni
tampoco la de su esposa. El estaba en la cancha de fútbol,
ubicada detrás de su casa, viendo el partido de fin de semana
de la liga barrial. Tiempo en el que aprovechó para cuidar a
sus 40 borregos que pastaban en los potreros circundantes.

Su cónyuge, María Chaguamate, permanecía en el jardín, junto
al pozo de agua, para lavar la ropa cuando todo sucedió. Su
casa es una rústica y larga vivienda de un solo piso, dividida
a lo ancho por varios cuartos. El suyo quedaba al final, hacia
el norte.

Quizá esa fue la causa por la cual la vivienda quedó
prácticamente intacta. Pero ninguno de los dos entiende muy
bien todavía cómo ocurrió. Solo le rompieron la puerta de
entrada. Los esposos creen que lo hizo la Policía o los
Bomberos que creían que ellos estaban heridos o muertos en el
interior, afirma María, mientras Gaspar recuerda como sucedió.


"Escuchamos -dice- un ruido enorme que se acercaba. Todo fue
cuestión de minutos, ni de minutos, de segundos. El tractor
nos ayudó. La pala estaba levantada, entonces vino el avión y
el ala derecha se estrelló allí. Eso nos salvó.

Gaspar cree que la aeronave no pudo elevarse. No se preocupa
de los detalles técnicos y repite que el tractor les ayudó a
que salgan con vida.

Pero no todos corrieron con la misma suerte. Junto a ellos
vivían más personas. Gaspar con tristeza solo se limita a
decir que todos ellos fallecieron calcinados". Luego del
accidente no pudo ver con vida a ninguno de ellos.

En ese momento se acordó de sus vecinos: una señora que se
puso un sitio de comidas -salchipapas- y un fabricante de
lunas para vehículos. Con ninguno de los dos llegaron a
intimar a tal punto que no conocían sus nombres, porque recién
hace pocas semanas se cambiaron de casa. Los dos fallecieron y
los socorristas les trasladaron a la morgue.

Ellos sí conocían a otros dos: Alejandro Lino Villón
(electricista) y su esposa que vivían en los cuartos
adyacentes. Gaspar no supo hasta ayer, el destino de
Alejandro, pero sí de la señora ya que ella viajó
recientemente a Guayaquil.

Sin embargo, una de las primas de esa señora y sus cuatro
hijos estaban en la casa en el momento del accidente. "Tenemos
terror de que estén muertos", dicen los esposos Caguano.

Me salvé de milagro, por ver el fútbol, repite Gaspar, pero
cuenta que de sus 40 borregos, solo seis quedaron en pie,
porque los otros estaban pastando justo en el sitio donde el
avión de Cubana de Aviación se incendió. Los animales murieron
calcinados.

"Yo me asusté. Pensé que pasó algo con mi mujer ya que ella
regresa en la tarde para hacer la comida".

Mientras tanto, la cuidadora de la mecánica, en cuya vivienda
cayó parte del ala del avión, perdió a su esposo y a sus dos
hijos, de dos y cuatro años.

La mecánica también corrió con suerte ya que no tuvo daños, a
tal punto que sirvió para que los curiosos se agolparon para
mirar el rescate.

Los clientes de la mecánica salieron corriendo...
El taller Tecnidiesel Mitsubishi de la calle Tufiño no fue
destruido por el avión. ¿Por qué? La casa de ladrillo de Rocío
Cabezas y un tractor actuaron como una muralla que detuvo el
ala izquierda de la nave. Sin embargo, la pequeña casa quedó
en pedazos y con ella la vida de las dos hijas de Cabezas que
acompañaban a una vecina y a un niño de un año.

Rocío le pidió a la Policía que le dejara pasar. Ante su
negativa les rogó y al final se arrodilló en medio de sus
gritos y del llanto. Pero no consiguió nada.

Solo el comentario de su vecina, María Chaguanate Paredes, una
mujer de 66 años, le hizo desistir de la idea. Ella le pidió
que no intente pasar y que ya no insistiera, porque ella vio
que la ambulancia ya trasladó los cuerpos de las niñas y de la
señora que vendía los almuerzos a los trabajadores".

El taller está debajo de la torre de radioayuda, al final de
la pista norte del aeropuerto Mariscal Sucre. Desde allí, su
propietario Rubén Andrango vio cómo el avión se acercaba a una
velocidad indecible.

"Con mis dos ayudantes -dice- salimos corriendo, nos saltamos
la malla de metro y medio para poder escapar. En la carrera
sentíamos como una lluvia de piedras y vidrios caían en
nuestros cuerpos. Por fortuna, solo tenemos cortes ligeros y
por desgracia imágenes que nunca olvidaremos".

Yo solo venía rezando, para llegar a la mecánica y encontrar a
mi hermano vivo. Cuando lo vi con su mandil azul parado en
compañía de otros clientes, mi corazón regresó a su puesto,
recuerda Luis Andrango, hermano del dueño del taller. Ambos
lloraban abrazados, agradeciendo a Dios.

Fernando Ordóñez, un cliente del taller, llevó a su carro a
hacer una revisión, aprovechando el día de descanso. Ordóñez
tenía pequeños cortes y golpes debido al impacto de los
vidrios de los autos que se reventaron por los objetos que
lanzaba la nave a su paso. Una pequeña franja de sangre le
corría por la mejilla derecha. "El avión venía comiéndose
todo. La muralla de contención, la calle Tufiño, la casa, los
carros y, por poco, nos lleva con él". El ruido era espantoso,
parecía que una lluvia de truenos caía del cielo. Fernando y
los otros clientes de la mecánica nos quedamos sin habla
viendo lo que ocurría, pero en fracciones de segundo pensamos
en nuestras vidas. Todos salimos corriendo: unos saltaron las
mallas, otros se escondieron tras los carros. Lo único que
queríamos era vivir".

La punta del ala derecha del avión quedó en medio de la grasa
que bañaba el piso de tierra de la mecánica. Muy cerca había
una mancha de sangre que, según un ayudante, era de la señora
de los almuerzos. " Nosotros íbamos a comer, pero por esas
cosas de la vida decidimos terminar de engrasar uno de los
carros. Luego vimos que el avión se venía encima, parecía que
el diablo lo empujaba en nuestra contra. Del susto nos
escondimos tras los autos que están al final del taller. Ahora
estamos felices por seguir con vida. Solo sé que en un avión
no me voy a morir", expresó Samuel, uno de los mecánicos.

Algunos protagonistas
Ricardo Reyes
PROPIETARIO DE UN NEGOCIO DE VEHICULOS

"La cabina quedó en el arco de señalización. Cuando se rompió
el ala todavía el avión tenía explosiones e iba prendido. El
ala se partió y salieron los pasajeros que estaban del costado
izquierdo. Ahí salieron los nueve muchachos. Uno de ellos
estaba golpeado en el pecho y la clavícula. Parecía que tenia
fracturado el brazo. Le subimos en la ambulancia de la Fuerza
Aérea, que fue la primera en llegar. En ese momento comenzaron
a llegar los curiosos que en lugar de ayudar y socorrer
estorbaban las acciones de rescate. Mientras todo era un
ambiente de gritos de socorro, de dolor, ruido de sirenas,
humo y un completo desorden".

Efraín Castro
UN TRACTOR LE SALVO LA VIDA

Llegó a la mecánica cinco minutos antes de que caiga el avión.
El mecánico logró sacar el carburador y se oyó el sonido
ensordecedor. El avión se vino sobre ellos y un tractor les
salvó la vida. En él se impactó y desprendió un ala. Su
vehículo y el tractor quedaron completamente quemados. "Esa
ala podía arrasar a unas 20 personas que estábamos en la
mecánica. Ya en el suelo se produjo , hubo una lluvia como de
meteoritos de bloques, tubos, pedazos de mallas....
Afortunadamente reaccioné y me arrastré hacia un lado porque
sino moría carbonizado. Los tanques del lado derecho
explotaron varias veces. Ví cadáveres, gente quemándose y
mutilada. Los sacaron en fundas. La intervención de las
motobombas fue a tiempo, era como si venían siguiendo al
avión. Por eso, en ningún momento estalló el avión, lo que
estalló fueron los tanques de combustible. También hubo un
auto Chevrolet Swift que estaba pasando, luego no se encontró
rastros de él".

Testigos presenciales
SOLICITARON QUE NO SE MENCIONE SUS NOMBRES

El avión venía haciendo un poco de contraexplosiones y no
sabíamos de qué compañía era. Debido a la desaceleración y a
la enorme bulla sabíamos que el asunto era grave. En ese
momento teníamos el taller abierto. Vi cómo el avión descendió
y se estrelló contra el tapial donde se dividió en dos. Al
dividirse, pasó el tapial del arco de señalización de pista y
el ala se separó. Allí comenzaron las llamas, el ruido y toda
la tragedia. Fue algo muy horrible.

Leisa Sánchez
CORRESPONSAL DE PRENSA LATINA

Varios funcionarios de la Embajada de Cuba acudieron al lugar.
Todos estaban desconsolados. Aunque se aseguró que ningún
funcionario de la embajada viajaba en ese vuelo, la
corresponsal de Prensa Latina, Leisa Sánchez, confirmó que la
recepcionista de la misión diplomática y el gerente de Cubana
de Aviación en Quito, Enrique Vallester, estaban entre los
pasajeros. La embajadora no quiso dar declaraciones pero
coordinó por vía telefónica las gestiones a realizarse luego
del accidente. Los diplomáticos se solidarizaron con el ex
ministro de Educación, Alfredo Vera, y Berenice Guayasamín,
hija del pintor Oswaldo Guayasamín, pues algunos de sus
familiares estaban en el vuelo.

Un socorrista se quejó de los curiosos

PIDIO MANTENERSE EN EL ANONIMATO

"Esta es una advertencia definitiva para las autoridades. La
ubicación del aeropuerto es un peligro permanente para todos.
Al momento están descartadas las ondas explosivas y la
situación se encuentra controlada. Solo nos estamos
concentrando en las acciones de rescate. Los heridos fueron al
Pablo Arturo Suárez. La presencia de los curiosos no dejó
trabajar bien en el rescate, aunque después la Policía
intervino".

En el Pablo Arturo Suárez ingresaron 11 personas, mientras que
al Metropolitano llegaron 15 adicionales. El centro de
asistencia del IESS también albergó a dos heridos del
siniestro

EL LLANTO SE REGO POR TODOS LOS LADOS

28 heridos llegaron a 3 hospitales

Todos tenían sus cabellos y pestañas con las señales del
fuego. Ayer, hasta cerca de las dos de la tarde, llegaron 11
heridos y tres cadáveres al Hospital Pablo Arturo Suárez, al
norte de Quito, 15 fueron al Metropolitano y dos al Hospital
del Seguro Social.

En las afueras del Pablo Arturo Suárez, guardias de seguridad
impedían el ingreso de unos 20 curiosos y angustiados
ciudadanos que buscaban familiares. Adentro, diez
sobrevivientes reposaban luego de haber sido atendidos, la
mayoría por traumatismos leves, mientras los graves eran
evaluados por médicos de estas casas asistenciales.

En un compartimiento de recuperación, Juan Salcón, de 75 años
conmovía con su llanto al personal, a los periodistas que
lograron colarse, a los coordinadores de Sistema 911 de
emergencias médicas de la ciudad y a las voluntarias del
hospital. "Dios mío, quiero ver a mi mujer", era lo único que
atinaba a decir el anciano artesano que tenía su mano
izquierda quemada. Nadie le daba razón de su paradero.

En otra salita, Carlos Ordóñez y Rosario Ampudia,
sobrevivientes que iban en el avión, de origen cuencano,
sorprendían a los residentes y enfermeras con su increíble
narración de cómo escaparon de las llamas del avión. Salieron
ilesos pero tenían sondas de oxígeno en sus fosas nasales para
superar a asfixia que sufrieron.

A las tres de la tarde, los heridos graves terminaron de
salir. Equipos de rescate de la Cruz Roja vestidos de azul,
médicos y auxiliares cargaron nuevamente cinco camillas hacia
las ambulancias.

El hospital dio atención completa gracias al personal de turno
que fue llamado y a que hubo los suficientes insumos y
medicamentos para dar los primeros auxilios, evaluar y
estabilizar a los heridos.

Pero su incapacidad de internar en cuidados intensivos o
improvisar cirugías, hizo que los heridos graves sean
trasladados al Hospital Metropolitano: 4 pacientes fueron a
cuidados intensivos, a la unidad de quemados y uno a cirugía.

Los tres fallecidos no identificados que estaban en la morgue
eran dos varones blancos de alrededor de 25 años, mecánicos
que estaban en tierra al momento del choque. Además, una mujer
blanca de entre 20 y 30 años, que se presume iba dentro del
avión.

El personal de pisos del hospital recibió la disposición de
regresar a sus lugares y la jefe de servicio completó los
datos en la lista de heridos.

En ella estaban Rosario Ampudia, Virginia San Martín, Elva
Franco, Patricio Ferrer, Juan Salcón, Carlos Ordóñez, Rosana
Angudiña, Darwin Varela, César Acosta, Pedro Pangol y Juan
Vicente Salcón.

Mientras tanto, al Metropolitano llegaron, hasta las tres de
la tarde: Osvaldo Castillo, Gladys García, Rosario Freire,
Gustavo Dueñas, Alvaro Martínez, Esther Muñoz, Marcelo
Galarza, Ovidio Cornejo, Andrea Crespo, Alegría Cordovez,
Ricardo Ramírez, Marlo Fernando, Mariano Fioco, María Crespo
Cordovez, Alejandro Suárez. Al hospital del IESS llegaron
Hernán Boada, sobreviviente del avión y Efraín Castro, testigo
que estaba en tierra.

Mientras tanto, a las 14h45, los corredores exteriores del
Hospital Metropolitano y los pasillos que rodean el ingreso a
la sala de emergencias empezaron a llenarse de familiares y
amigos de las víctimas del accidente buscando algo de
noticias.

Oficialmente se informó que había 15 heridos ingresados en
esta casa de salud y que en su mayoría su situación era
estable, ninguno -se dijo- ingresó a cuidados intensivos.

Las escenas de dolor y desesperación en las salas de espera se
repetían cuando ingresaban nuevas personas preguntando por
familiares y no los encontraban en la lista de ingresos.

La desorientación también fue la tónica pues en las salas de
Protocolo y Sala 5 del Aeropuerto Mariscal Sucre se les
informó que en un inicio los heridos y sobrevivientes habían
sido trasladados al Hospital Vozandes y al del Seguro Social.

Andrea García recorrió el Hospital Pablo Arturo Suárez, el
Vozandes, el Seguro Social y la morgue de la Policía Nacional
sin encontrar a su hermana. Al final llegó al Metropolitano y
encontró en la lista a Gladys García, su hermana. Una mezcla
de alegría y sorpresa invadió su cuerpo.

Pero la misma suerte no tuvieron la mayoría de personas que
llegaron al Hospital Metropolitano, pues no encontraban a sus
familiares. De pronto, uno de los policías les informó que
pregunten en la morgue de la Policía Nacional, ubicada a pocos
metros y que ahí podían reconocer a los cadáveres.

En las afueras de la morgue, los rumores decían que era
imposible reconocer a las víctimas porque había miembros
sueltos o calcinados y partes de cuerpos que habían sido
recogidos por los socorristas y depositados en fundas al azar.


Un joven de 23 años lloraba desesperado en el ingreso a
emergencias. Sus dos primas estaban en el avión y viajaban con
sus abuelitos, que los llevaban de vacaciones por sus 50 años
de matrimonio. Su mayor sueño había sido ir juntos a la isla
del encanto de vacaciones y someterse a un chequeo médico.

La respuesta de la Red de Emergencias Médicas y el 911 fue
inmediata. Pero la descoordinación se evidenció cuando se
concentraron siete ambulancias en el lugar de emergencias,
montado cerca de la cabecera norte de la pista: ya no hacían
falta.

El humo lo cubría todo

Mónica Menéndez, voluntaria de la Cruz Roja, fue una de las
primeras personas en llegar al sitio del accidente del avión
Tupolev.

Yo estaba en mi casa hablando por teléfono coincidencialmente
con un colega de la Cruz Roja antes de las 13h00, cuando entró
mi papá y me dijo que acaba de caerse un avión. Colgué
enseguida el aparato y salí corriendo; llegué hasta la calle
Tufiño unos siete minutos después del accidente, pues yo vivo
en el barrio aledaño de Cotocollao.

Lo que vi es indescifrable y doloroso. El humo lo cubría todo.
Por fortuna un grupo de rescate del aeropuerto se había
concentrado para hacer simulacros de cómo actuar en casos de
accidentes. Ellos fueron quienes llegaron segundos después del
estrellamiento y lograron apagar las llamas que devoraban al
avión. De no ser así, tal vez hoy estaríamos con una tragedia
todavía más grande.

Con mis compañeros solo pudimos sacar cuatro cuerpos, todos
quemados, pero reconocibles. Después tuvimos que suspender el
rescate por unos minutos, porque escuchábamos que dentro del
avión se producían más explosiones.

A los pocos minutos llegó más ayuda. La Policía, Bomberos,
Cruz Roja, Defensa Civil, militares, 911 y ambulancias de los
hospitales se colocaron a lo largo de la calle Tufiño. Con
guantes en las manos y un casco de protección se acercaron al
avión para continuar con el rescate.

El humo y el temor de las explosiones complicaban las cosas.
También los familiares de las víctimas y los curiosos
entorpecían nuestro trabajo. Por eso y por seguridad, la
Policía cercó la calle y el área del taller.

Los cuerpos sin vida los colocaron tras la pared que cerca la
torre de ayuda del aeropuerto. Fueron tapados con una funda
verde, para luego transportarlos a la morgue del Hospital
Metropolitano.

La prensa también nos cayó encima, quería conocer el número de
fallecidos, las causas del accidente, los nombres de los
pasajeros, pero nosotros no podíamos darles esa información,
pues solo sabíamos que había muchos muertos.

Los momentos de dolor...

La rutina cambió bruscamente *

El infante Raúl Trávez se encontraba de guardia en la cabina
de seguridad de la pista de aterrizaje del Aeropuerto Mariscal
Sucre cuando escuchó un ruido esordecedor y luego vio como un
avión venía no muy por encima de de él como es habitual sino a
casi un metro. Su rutina diaria muy relajada cambió de pronto
al reaccionar rápidamente para esquivar las llamas. Al final
de susto, en vez de ir a un hospital para calmar el espanto,
tuvo que terminar su jornada haciendo guardia en Protocolo.

Las autoridades tomaron su tiempo *

Las autoridades aeroportuarias se encontraron desprevenidas
minutos después del accidente. En la oficina de la dirección
afirmaron que se iba a dar una rueda de prensa en unos
minutos. Pero estos se convirtieron en casi dos horas para los
familiares y en casi tres para periodistas. El director de la
Aviación Civil, Oswaldo Domínguez, fue el primero en pedir
calma. Desde un primer momento les indicó que la coordinación
iba a ser directa con el Embajador de Cuba en el país.

Una espera interminable *

Un grueso grupo de periodistas y familiares que no habían
podido escuchar el anuncio anterior y la lista de pasajeros,
esperó desde las 15h45 en la sala de Protocolo. En los sofás
decenas de personas, la mayoría con acento cubano que se
mezclaban con numerosos miembros de la embajada de ese país
parecían inertes. Muchas trataban de dominar su desesperación.
A esas horas sabían que las noticias no serían alentadoras.

Los familiares en la desesperación *

Al principio los rumores que corrieron en la sala de espera
decían que la mayoría de personas estaba ilesa y que las
víctimas eran pocas. Muchos lucían preocupados. Las llamadas
por celular o el teléfono público se multiplicaron, a la
familia o sus amistades para dar las malas noticias.

Un joven perdió la calma *

El ambiente se volvió tenso cuando un joven, cuya esposa
viajaba en la nave, empezó a gritar. Las personas cercanas
trataron de calmarlo. Entre llantos y maldiciones el hombre
tomó asiento. Nada ni nadie pudo calmarlo mientras estuvo a la
espera de las noticias. Luego su familia se le unió y lo
acompañó a buscar a un dato certero de la suerte de esposa.

La búsqueda en los hospitales *

Hasta el Hospital Metropolitano también empezaron a llegar
grupos de ciudadanos cubanos en busca de familiares. Sus
reacciones eran muy violentas contra enfermeras y personal del
Hospital. Cuando dos médicos con uniformes blancos salieron de
emergencias fueron rodeados por familiares y decenas de
personas para que les dijeran lo que sucedía, pero la
respuesta era negativa.

La prima recién se graduó *

Un joven se enteró de la noticia mientras tomaba algunas
cervezas con un amigo. "Cuando lo supe por radio en un bar
casi me quedo muerto del impacto. Después tomé un taxi y me
vine directo al aeropuerto ahí no nos dijeron nada, nadie
sabía qué pasaba y después en la sala 5 nos dijeron que la
mayoría de sobrevivientes estaba en el Metropolitano, pero
busco y busco y mis dos primas no están aquí, las dos eran muy
jovencitas, la una recién acababa de graduarse y el viaje a La
Habana era como regalo de sus vacaciones". La madre de Mary
Mueller Turner, prefirió hablar con los reporteros de radio
para saber si ellos le podían ayudar con el paradero de su
hija. Tenía 21 años y había abordado el avión con el propósito
de pasar vacaciones...

Las primeras imágenes *

Las imágenes -sin editar- de un vecino del lugar del accidente
fueron las primeras en salir al aire. El señor Pulles pidió
disculpas a las familiares de las víctimas si su iniciativa de
grabar las dramáticas escenas no iba a ser conveniente. Solo
destacó que el ruido de los aviones se ha convertido en una
rutina, pero que al escuchar ayer el avión se dio cuenta de
inmediato que algo mal estaba ocurriendo. Entonces, se
levantó, cogió su cámara y salió a filmar. Tal vez hubo un
cambio de dirección del viento. Llevo 30 años escuchando a
diario el ruido de los aviones dijo el aficionado. (Texto
tomado de El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

Otras Noticias del día 30/Agosto/1998

Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el