Quito. 18 dic 98. Conocida cuál era la situación armamentista
del país, y la imposibilidad en que estábamos para lanzarnos a
una guerra, que no llegaba a tener ni siquiera la calidad de
una aventura (por la aventura supone algo incierto) sino la
seguridad de una catástrofe, con su secuela de ocupaciones,
cupos de guerra, sacrificio de vidas, etc., solo quedaba al
país el camino diplomático para tratar de evitar las
consecuencias de un conflicto armado.

Yo quiero demostrar que al ir al Tratado de Río de Janeiro, no
se hizo sino acatar a la opinión pública. En Quito funcionaba,
desde hace algunos años, la Junta Consultiva de Relaciones
Exteriores, que no fue creada ni estructurada por mi Gobierno.

Quiero recordar que las negociaciones con el Perú empezaron en
este siglo con la firma del Protocolo Ponce-Castro-Oyanguren,
en el que se acordó conversar en Washington para una salida
pacífica, y en caso de desacuerdo someterlo al criterio del
Presidente de los Estados Unidos, en calidad de árbitro. Esto
ocurría en 1924. En 1930, Perú pidió que se definiera qué
clase de arbitraje se esperaba del Presidente de Estados
Unidos, y luego, en 1934, delegaciones negociadoras partieron
rumbo a Washington. El 6 de julio de 1936, por medio de Acta
de Lima, se convino en que ambos países mantendrían sus líneas
de posición hasta esa fecha. El Perú hizo saber, por su parte,
que esa era la línea de frontera definitiva. Perú suspendió
las negociaciones en 1938. Ecuador, desde el incidente de 1910
hasta 1939, intentó mantener negociaciones y buscar un
entendimiento amistoso con su vecino.

En 1938, el Brasil se ofreció para un arbitraje, con la
denominada "Fórmula Aranha". El 4 de mayo de 1939 Ecuador
aceptó la negociación Aranha, pero el Perú pidió que se
respetara la línea de posesión vigente en ese año.

Para 1940, las cosas empezaron a ponerse más tensas. El 17 de
diciembre, el Ministerio de Defensa pidió el retiro de nuestra
Legación en Lima, por los atropellos de tropas peruanas a
colonos ecuatorianos, y ya entonces, según el canciller Julio
Tobar Donoso, se habló "del gravísimo peligro de guerra con el
Perú". En esa ocasión, Tobar Donoso hizo notar que la
diplomacia ecuatoriana no contaba con el respaldo de la
fuerza. Por ello, admitía que las gestiones de la Cancillería
"no eran lo suficientemente eficaces".

APARECEN LOS CUATRO GARANTES

El 18 de enero de 1941, Perú pidió el retiro de las fuerzas
militares de ambos bandos, cosa que fue aceptada por nuestras
Fuerzas Armadas, pero no llegó a verificarse.

El 8 de mayo de 1941, tres de los cuatro países que luego
serían Garantes del Protocolo de Río de Janeiro enviaron un
cablegrama a Quito y Lima.

En él, se mostraban "hondamente preocupados" por la
"continuación de las dificultades" entre Ecuador y Perú.

En el comunicado, Argentina, Brasil y Estados Unidos invocaban
la solidaridad americana como argumento para ofrecer a Ecuador
y Perú sus "amistosos servicios para promover la pronta
solución equitativa y final del diferendo, juntamente con los
de aquellos gobiernos que ambos desearan invitar en forma
adecuada y ventajosa".

Yo conocía la situación militar del Ecuador, y por ello decidí
acogerme a los amistosos oficios de esos tres países. El
Gobierno convocó a la Junta Consultiva, para conocer su
opinión.

Respondimos a continuación a los países mediadores de la
siguiente forma: "mi Gobierno que concuerda plenamente con los
sentimientos, anhelos y propósitos expresados en dicho
mensaje, y persuadido de que esa solución es, factor vital
para la unidad y solidaridad del continente en este momento de
inquietantes expectativas, acepta complacido los generosos
servicios de los ilustres gobiernos de la Argentina, Brasil y
Estados Unidos. Aseguro al Gobierno argentino la gratitud del
Ecuador, y confío en que el Perú abundaría en los mismos
ideales de confraternidad, para gloria y beneficio del
continente y honra de nuestras patrias llamadas a estrechar la
unión y recíproca ayuda en el porvenir."

Perú demoró su respuesta, y luego replicó que en la mediación
no se discutiría su posesión sobre Jaén, Mainas y Tumbes.

Para el 20 de mayo, los tres países ratificaron sus propuestas
de mediación, mientras el Perú expresó su temor de que los
"buenos oficios" de estos puedan salirse de cauce. Propuso la
firma de un nuevo tratado, para solucionar la controversia
territorial.

LA CORTA GUERRA

Cuando el 5 de julio empezó la guerra, la Cancillería informó
a los países de América, y envió una nota de protesta a la
Cancillería peruana. El 12 de julio, el Ecuador deslindó
responsabilidad en los choques fronterizos, y reiteró su
acogida a los buenos oficios de estos tres países.

Pero esto no detuvo el ataque, pues el Perú estaba empeñado en
la solución militar del conflicto.

En medio del desastre, de la retirada de las tropas, de la
falta de equipos, y de que los carabineros se negaban a
combatir, los mediadores nos ofrecieron que el Perú volvería a
la línea del statu quo de 1936. El coronel Urrutia, comandante
del Ejército, recomendó aceptar la propuesta de los
mediadores.

El Perú, por su parte, intentaba deshacerse de los mediadores,
a los que luego se sumó Chile, mientras el Ecuador hacía lo
posible por buscar una salida negociada.

El alto al fuego y la separación de fuerzas empezaron a
negociarse recién en septiembre, cuando una misión de
observadores se hizo presente en la zona. Observadores
militares se entrevistaron con el ministro de Defensa, y éste
les manifestó que el país esperaba una separación de fuerzas
más amplia.

También les pedimos que, para evitar un ataque peruano a
Guayaquil, enviaran dos buques de guerra al río Guayas. El 2
de octubre de 1941 se suscribió el Acta de Talara. El cuatro,
Buenos Aires fue ofrecida por los Garantes como sede de las
conversaciones de paz. Perú no aceptó.

Luego ocurrió algo que precipitó las cosas. Recibí, el 7 de
diciembre de 1941, la visita en la casa de Gobierno del
embajador de los Estados Unidos, Boaz Long, quien me informó
del ataque japonés contra la base norteamericana de Perl
Harbor.

Le ofrecí toda la colaboración posible, que se materializó en
una base en las Islas Galápagos.

Esto provocó la convocatoria a un reunión consultiva de
cancilleres de los países de América en Río de Janeiro,
Brasil.

¿Debíamos asistir o no la conferencia? Reunida la Junta
Consultiva de Relaciones Exteriores, se pronunció por asistir,
y así fue cómo las negociaciones se trasladaron a Río de
Janeiro.

EN RIO DE JANEIRO

El canciller Julio Tobar Donoso, a quien yo no había nombrado,
pero que era un diplomático experimentado, partió rumbo a
Washington, para entrevistarse con el subsecretario de Estado
de Estados Unidos, Summer Welles.

En la capital de Estados Unidos, Tobar Donoso supo que el Perú
ya no quería remitirse a su propia línea fijada en 1936, por
medio del Acta de Lima que ya comenté. Perú quería también las
zonas orientales de Andoas y Rocafuerte, un poblado fundado
por el Ecuador. El Acta de Talara, que incluía el retiro de
guarniciones peruanas, no llegó a cumplirse. La delegación del
Ecuador llegó a Río de Janeiro el doce de enero de 1942,
conformada por las siguientes personas: el canciller Julio
Tobar Donoso, Humberto Albornoz, Alejandro Ponce Borja,
Eduardo Salazar Gómez, Enrique Arroyo Delgado, Luis Bossano,
Gonzalo Escudero, Juan Marcos y Carlos Tobar Zaldumbide.
Quiero destacar la amplitud de criterio con la que se
seleccionó a los integrantes de la delegación negociadora.

Desde el principio, los mediadores, especialmente el canciller
brasileño Aranha, expresaron un argumento que repetirán a lo
largo de toda la negociación: los mediadores, debido a la
guerra con Japón, que de alguna manera afectaba a todo el
continente, podían dejar al Ecuador a merced del Gobierno de
Lima, o del general peruano Ureta, que comandaba la invasión.

Aranha pronunció entonces sus palabra famosas:" no es posible
desatender realidades, y ésta es una oportunidad única, tal
vez la última, que a ustedes se les presenta para resolver
pacíficamente el problema. Un país no puede vivir sin
fronteras y le es preferible ser más pequeño, pero saber a
ciencia cierta lo que le pertenece. Tengan piel. Un país que
no posee fronteras es lo mismo que un hombre sin piel. Ustedes
necesitan paz antes que tierras. Si ustedes no arreglan ahora,
el Perú prosigue la invasión. no se puede conseguir la
suscripción de un protocolo preliminar. Por consiguiente, hay
que ir al arreglo. Es preferible un sacrificio, aunque sea la
pérdida de un miembro, a trueque de salvar el resto, y
vigorizarlo luego."

Nosotros propusimos en principio un acuerdo provisional, que
detuviera la invasión. Los mediadores no lo creían un acuerdo
conveniente.

EL ACUERDO FINAL

El propio subsecretario Welles, quien representaba a su país
en la Conferencia, dijo que no consideraba viable un acuerdo
preliminar. Aranha y Welles insistieron, el 15 de enero, en
que se debía firmar un acuerdo preliminar, porque la mediación
no podía continuar. Una nota de la Delegación, haciendo notar
el atropello del Perú, provocó una violenta reacción de
Arahna, quien afirmó que su país abandonaba la mediación.
Pensábamos retirarnos de la Conferencia, pero los argumentos
de los mediadores obligaron a la Junta Consultiva a autorizar
a Tobar Donoso que acogiera la fórmula de Aranha, pero
"mejorándola en todo lo posible". Se le envió una línea, que
incluía una salida al Marañón y salvaba los territorios sobre
los que había posesión efectiva. El Perú no la aceptó,
negándonos la salida al Marañón. El 29, Tobar Donoso nos envió
un cablegrama informando de la firma del Protocolo de Río de
Janeiro, con una línea que era todavía peor para el país que
la del statu quo de 1936. Tobar Donoso aceptó toda la
responsabilidad por la firma del Tratado.

El hijo de Arroyo fue a la presentación del libro

La presentación oficial de la obra fue la noche del miércoles
en Guayaquil, seis años después de que el único hijo de
Arroyo, Agustín Arroyo Yerovi, lo entregara al Banco Central
del Ecuador (BCE) para su publicación.

No es que el libro haya sido incautado, como se dijo, explica
Arroyo, de 75 años, quien fue miembro del Comité Olímpico
Internacional (COI) y no estuvo junto a su padre los días
trágicos de 1941.

"Más bien esta espera correspondía al interés de mi padre que
pasen 50 años desde la firma del Tratado antes de dar a
conocer los hechos que el libro informa", dice Arroyo, sobrino
del también presidente Clemente Yerovi.

En una rueda de prensa a las 10h30 de ayer, en el auditorio
del Museo Antropológico del BCE, adelantó los pormenores de la
impresión de la obra, pero 10 horas después a varias cuadras
de ahí, se efectuaría el acto de presentación de la obra.

La primera edición tiene una tirada de 1.847 ejemplares que
serán distribuidos en las ciudades donde el BCE tiene oficinas
culturales.

Con el lanzamiento oficial, el libro inmediatamente es puesto
a la venta por un valor de 120 mil sucres. "Por la pendiente
del sacrificio", de 566 páginas, fue escrito desde 1949,
cuando su autor regresó de un destierro de seis años en
Colombia y lo terminó en 1967. Desde entonces, fue guardado
hasta esperar el momento oportuno para su publicación. "Mi
padre no quería que el libro se publique sino cuando los
ánimos se hayan calmado", dice su hijo.

A su criterio el libro no es político pues está diametralmente
opuesto a la línea editorial que siguió con los dos libros que
publicó desde su destierro, inmediatamente después del 28 de
mayo, "es más bien de carácter histórico".

Arroyo del Río publicó además "Bajo el imperio del odio", "En
plena vorágine" y "Documentos para la historia", este último
en fascículos pequeños.

Para su hijo, el libro solo servirá para esclarecer los hechos
que se vivieron durante el año de 1941.

"Ayudará a reinterpretar, a entender el papel de cada uno de
los personajes que vivieron esos momentos". Tampoco es una
justificación, "es más bien el punto de vista de su autor, es
el aporte que él como uno de los personajes principales, hace
sobre ese momento", explica Arroyo Yerovi. La obra, según el
BCE, no fue incautada, ya que cuenta con todas las
autorizaciones del Ministerio de Defensa y la Cancillería.
Redacción Guayaquil (Texto tomado de El Comercio)
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