Cuenca. 23 dic 98. La mayoría están empleados en ladrilleras,
vulcanizadoras, carpinterías, hornos y minas. Muchos laboran
por apenas 10 mil sucres a la semana.

A Luis Carchipulla y María Rosario Uyaguari, ambos jornaleros,
no les alcanza el dinero para hacer realidad el sueño de su
pequeño Manuel Santiago. El quiere ser arquitecto y a lo único
que llegará es a albañil. Por algo empezó, es ladrillero, en
Sinancay, al occidente de Cuenca.

No pudo terminar el sexto grado. Ahora tiene 13 años y 10
horas diarias se pasa haciendo y contando adobes que luego
irán a los hornos de cocción para convertirse en ladrillos. Su
timidez no lo deja hablar con soltura.

Casi no se ven sus ojos ocultos en el gorro sucio y raído.
Pero la rapidez de sus ásperas manos para coger el machete y
pulir los bordes de los ladrillos, mezclar el barro y poner en
moldes el lodo húmedo, formar hileras, alimentar con leña los
hornos donde se queman los adobes y cargar este material de
construcción al carro que lo llevará a la ciudad, demuestran
que vive para trabajar.

Según los pediatras, a su edad su cuerpo no está apto para
soportar esfuerzos exagerados. El corre el riesgo de atrofiar
su desarrollo corporal. Los primeros síntomas ya son
evidentes: figura delgada y pequeña (menos de 1,30 metros de
estatura). Casi todo el tiempo está con su espalda encorvada o
alzando objetos pesados. Su columna se está deteriorando.

Lo que hace Manuel Santiago se conoce como trabajo infantil
nocivo, porque afecta a la integridad física, moral y
sicológica. En esta situación están alrededor de 3.000 niños
en Cuenca y para tratar de ayudarlos hace poco se creó una red
interinstitucional.

El Municipio de Cuenca, el Innfa, fundaciones y otros
organismos integran la red. Decidieron unirse con el objetivo
de erradicar el trabajo infantil nocivo, según el coordinador,
José María Egas.

El trabajo consistirá en identificar las tareas y los sitios
en los que están estos menores: mecánicas automotrices o
industriales, sitios donde se manipulan químicos,
vulcanizadoras, basureros, carpinterías, aserraderos, minas,
construcciones, plomería, zapatería, son lugares que por el
polvo, los gases y las largas horas de actividad, son nocivos.

A Manuel Santiago, por ejemplo, al comienzo le fue difícil
acostumbrarse a las duras jornadas. Hasta ahora no le faltan
ganas de ir a jugar fútbol, pero si algún rato le sobra tiempo
no lo puede hacer, el dolor de su columna cada vez es más
insoportable. Además se siente desarraigado de su ambiente.
Cada uno o dos meses vuelve a su natal San Bartolomé (al este
de Azuay) para visitar a su familia.

Sin embargo, para la red surge un reto y una contradicción:
¿Cómo hacer que estos niños no trabajen si de sus ingresos
depende su subsistencia?

Las hermanas Uday Sinchi: Janeth (12), Mayra (14), Isabel (16)
ayudan a su madre a moldear tejas y ladrillos todo el día.
Solo si trabajan en grupo logran reunir un poco de dinero para
estudiar en la noche. Su padre se fue a los Estados Unidos
hace cuatro años y se olvidó de ellas.

Aunque, según Egas, no existe una oposición absoluta a que el
menor trabaje, el rechazo va hacia las actividades que atentan
contra su salud e integración social, inclusive impiden su
educación.

José Hurtado, responsable de la Unidad de Información del
Innfa, coincide que mientras las condiciones de pobreza no
cambien será muy difícil erradicar el trabajo infantil. Hay
quienes defienden la corriente de que existen tareas que, con
una determinada orientación, ayudan a la formación de su
personalidad.

Para los campesinos, por ejemplo, es generalizado el criterio
de que la agricultura enseña cómo aprovechar la tierra para
sobrevivir. Después de estudiar en la mañana, trabajan en la
tarde ayudando a sus padres en las tareas del campo, eso los
concientiza sobre el valor del agua, los árboles, los
animales...

Pero los miembros de la red están convencidos que es imposible
erradicar el trabajo infantil en el mundo, solo en América
Latina 115 millones de niños viven bajo la línea de pobreza y
les toca trabajar. En cambio, creen que sí se pueden mejorar
sus condiciones y en eso trabajarán el próximo año. Uno de los
beneficiario será Manuel Santiago Carchipulla.

El trabajo en red

La identificación del problema fue el punto de partida. En
Cuenca hace casi un año se unieron el Innfa, Fundación Chicos
de la Calle, Comisión de Derechos Humanos, Subsecretaría de
Trabajo, Aldeas SOS Ecuador, Municipio y otras instituciones.
El objetivo: unir propuestas y estructurar un plan piloto para
aplicar medidas en favor de estos pequeños.

Aunque suena algo utópico, la propuesta a largo plazo es
eliminar el trabajo infantil nocivo. El principal reto es
conseguir la sistematización de las leyes de protección y
respeto. Además de propiciar un programa de sensibilización
para evitar que sigan trabajando con riesgos.

El plan inmediato: elaborar material para difundir los
programas y actividades que realiza cada participante.

Daños múltiples

Alteraciones fisiológicas * La atrofia de los huesos
(femorales, tibia y peroné) es la principal complicación,
según el médico Jorge Guillermo. El desgaste físico no es
compensado por un buen consumo de proteínas: carne, leche,
huevos, necesarias para el desarrollo. Por su condición
económica exageran en carbohidratos: fideos y papas.

Desviaciones y desbalances * La escoliosis (columna desviada)
se presenta en el niño, porque la fuerza que se ve obligado a
realizar no está de acorde a su desarrollo muscular y
esquelético. Podría terminar en hernia discal. También puede
formarse una joroba y un desbalance de cadera.

Complicaciones respiratorias * Al inhalar polvo de ladrillo,
cemento o madera complica su sistema respiratorio. Sufren de
gripes y resfríos constantes. Daños pulmonares más graves los
vuelven propensos a bronquitis agudas y crónicas. Pero lo más
peligroso para las vías respiratorias de estos niños es el
desarrollo de alergias y asma, enfermedades que necesitan un
control médico permanente y que ante la falta de atención
oportuna, estos menores, que por lo general son desnutridos,
hasta pueden morir.

Agresivos y resentidos * Tampoco se escapan de los traumas
sicológicos. Al irrespetar sus derechos: comer, jugar, dormir
se impide un desarrollo normal de su personalidad y de su
sicología. Sin embargo, la parte sicológica es la que menos
importancia tiene.

Las cifras del trabajo van en ascenso

Solo en Cuenca cerca de 3.000 niños se relacionan con trabajos
nocivos, es el cálculo del coordinador de la red, José María
Egas. En esta ciudad más de 15.000 pequeños están involucrados
en la actividad productiva.

En 1989, el Instituto Nacional de Empleo (Inem) detectó que en
el sector urbano de Ecuador existían 33.198 menores de entre
12 y 14 años y 193.942 entre 15 y 19 años que trabajaban. No
se ha vuelto a realizar un estudio masivo.

A finales de los 80s en siete provincias (60 por ciento de la
población total) trabajaban 16.650 menores de entre los ocho y
once años.

Bolívar, Cañar y Azuay fueron las más críticas con un
incremento del trabajo prematuro superior al 60 por ciento en
la década. Al momento no hay un trabajo que actualice las
condiciones en las que están laborando los menores.

Sobre el trabajo infantil nocivo no existen estadísticas ni
censos definidos. Excepto en Quito, donde hay un estudio hecho
con los niños que trabajan en las calles del Centro Histórico.
Allí se determinó que los niveles de plomo en la sangre son
muy superiores a la media.

En Sudamérica, Bolivia es uno de los casos más dramáticos.
Solo en las minas de Potosí, el 11,3 por ciento de los 210.000
obreros son niños. Algunos empezaron a los ocho años, aunque
solo a los doce se les permite ingresar al interior de los
socavones. En Ecuador, en las minas de Ponce Enríquez y
Nambija también trabajan menores de edad. (Texto tomado de El
Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Cuenca

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