Quito. 20 dic 98. Quienes aducen razones tales como las que se
refieren a la soberanía de Chile y a una intromisión en sus asuntos
internos Ðlo sería si Chile hubiera enjuiciado al torturador y
estuviera juzgándoloÐ, callan, por ignorancia o conveniencia, que
los nuevos acuerdos internacionales disponen que los delitos contra
la humanidad no prescriben

El general Pinochet ha expresado, en un mensaje enviado a Chile, su
"profundo dolor" por los muertos durante su gobierno. (Es tan
tardío su pésame Ð25 años despuésÐ que por la hipocresía y el
oportunismo que entraña resulta obsceno.) Pero, entonces, ¿sí hubo
víctimas? ¿No era una "conspiración del comunismo internacional
desde hace veinte años"? ¿No eran "embustes de esos señores de
España"? De pronto, el dictador recuerda que hubo muertos, en una
"guerra civil" curiosa, en la cual solo uno de los bandos tuvo las
armas y el Poder, ejerció un terrorismo de Estado y recurrió a la
tortura y al genocidio, haciéndose culpable de la desaparición de
más de tres mil personas. De esa guerra es el "héroe", en ella se
volvió "inmortal", según las pancartas de sus admiradoras
agradecidas de Santiago.

Proclives a la estupidez más que al Derecho o, por lo menos, a la
gramática (resulta inolvidable esa "Cámara de los Loores", como
quien dice "Cámara de las alabanzas", que no fue precisamente lo
que recibió de ella el tirano), se han publicado, también aquí, en
los periódicos, cartas de lectores que repiten insostenibles
razones humanitarias y políticas, sin darse cuenta de que así
contribuían a condenarlo, puesto que no podían exhibir argumentos
legales. ¿Dónde estuvo el humanitarismo del que sugirió poner al
presidente Allende en un avión, sugiriendo que "el avión se puede
caer"? ¿El espurio aritmético que, con un infame criterio de
proporcionalidad numérica, argumentaba que en una población "diga
usted, de once o doce millones, tres mil muertos no son nada"? ¿El
turbio agrimensor que felicitó a los militares que concibieron la
fosa común "porque así se ahorra espacio"? ¿El sórdido
administrador que, "para ahorrarle dinero al Estado", dispuso que
se enterraran dos cadáveres en un solo ataúd?

O razones políticas: la del colonialismo inglés, por ejemplo. Pero,
¿no había expresado el reo su admiración por la justicia inglesa
una semana antes de ser detenido? ¿No fue Ðdenunciado por la señora
Thatcher, tras haber tomado el té con élÐ traidor a la causa de
América Latina al ayudar a los ingleses contra los argentinos en
las Islas Malvinas? ¿Es para "compensar" semejante deslealtad que
algunos ecuatorianos pretenden que el tirano es "amigo del
Ecuador", sin pensar en la inmensa acusación que supone afirmar que
el jefe del Estado Mayor de un país garante "distrajo", durante el
conflicto de 1995, al ejército de uno de los dos países para
"ayudar" al otro?

Quienes aducen razones tales como las que se refieren a la
soberanía de Chile y a una intromisión en sus asuntos internos Ðlo
sería si Chile hubiera enjuiciado al torturador y estuviera
juzgándoloÐ, callan, por ignorancia o conveniencia, que los nuevos
acuerdos internacionales disponen que los delitos contra la
humanidad no prescriben y su castigo no está sujeto a la soberanía
del Estado donde fueron cometidos: "en ausencia de un tribunal
internacional permanente para juzgar delitos contra los derechos
humanos, el carácter universal e imprescriptible de los mismos
otorga a las instancias judiciales pertinentes de cualquier país el
derecho a actuar para juzgar y, en su caso, castigar a quienes
Ðjefes de Estado o subordinadosÐ violen la vida y la seguridad de
los ciudadanos nacionales". Como ha dicho el jefe del gobierno
italiano, "corresponde a las magistraturas, no a los gobiernos,
juzgar los delitos contra los Derechos Humanos", formidable avance
hecho realidad exactamente al cumplirse cincuenta años de su
promulgación. Pero, además, el genocida prepotente a quien hoy
acusan numerosos países Ðy eso sería ya castigo bastante si la
sangre de los humildes no clamara justiciaÐ, ¿no alargó su brazo
hasta las calles de Roma y de Washington para matar a Bernardo
Leighton y Orlando Letellier, opositores a su gobierno, sin pensar
dos veces en la soberanía de Italia o Estados Unidos? ¿No organizó
y dirigió la Operación "Cóndor" con la policía de repúblicas
vecinas Ðy de eso lo acusa el juez Baltasar GarzónÐ para cometer,
también en ellas, crímenes contra la humanidad? ¿No lo reclaman,
fuera de Chile, parientes de las víctimas en Francia, Suiza,
Alemania, Italia, España? Y Ecuador. Los admiradores del tirano
habrían hecho mejor en exigir el esclarecimiento de la muerte o
desaparición de cuatro compatriotas en lugar de ensalzar a quien
los hizo desaparecer. (Sería bueno conservar su nombre para una
historia nacional de la infamia.)

La sandez que caracteriza a los aprendices de fascistas los lleva
a la torpeza de irse por las ramas, arguyendo innumerables sofismas
en lugar de enfrentar las acusaciones al reo: por ejemplo, hablar
de "los centenares de personas que se pudren en las cárceles de
Castro", como si el enjuiciado fuera él, o preguntar "por qué no
juzgan a Hitler, Stalin y Pol Pot", aunque los tres estén muertos.
Pero, independientemente de la ideología que los defensores del
nazi chileno representan, cabría preguntarles cuáles serían su
opinión y su actitud si el juez que investiga el asesinato de un
hijo suyo, lejos de analizar o demostrar la culpabilidad o
inocencia del acusado, se dedicara a buscar a presuntos autores de
otros delitos.

En cuanto al socorrido argumento de que el dictador "llevó la
economía chilena a niveles nunca vistos", interesa recordar los
métodos de que se sirvió para imponer el neoliberalismo, y también
sus consecuencias. Carlos Fuentes resume bien la pregunta que
América se ha planteado desde hace veinte años: "¿Justifica la
salud económica de Chile Ðrelativa y en un país pequeñoÐ cuatro mil
asesinatos, secuestros, encarcelamientos y torturas de seres
inocentes, chilenos y extranjeros? ¿Justifica la macroeconomía la
violación de los derechos humanos en Chile? A Mussolini se le
elogió porque hizo que los trenes italianos partieran y arribaran
puntualmente. A Hitler, porque restauró la economía inflacionaria
de Weimar con industrias cuyos tanques y aviones, al cabo, armaron
la Segunda Guerra Mundial [...]". Más aún: una vez realizado el
"milagro chileno", es decir cuando el Ministro de Economía del
general genocida volvió al cuartel de donde no debió haber salido
nunca, y le recordaron que la mitad de la población de Chile estaba
por debajo de la línea de pobreza, dijo que eran "los cinco
millones que están demás", como si los cinco millones restantes no
estuvieran parados en sus hombros. Como estuvieron demás los
desaparecidos.

Habíamos creído, hasta ahora, que lo único que no tiene límites es
la estupidez. Pero no resultó cierto: al parecer, tampoco la
infamia tiene límites. A fines de la semana pasada aparecieron en
Santiago Ðdonde los defensores del tirano pretendían hacer creer al
mundo que sería enjuiciadoÐ dos pancartas para las cuales no
encuentro, si lo hay, el adjetivo justo: en una de ellas, el
letrero dice: "Pinochet sí da la cara, no como el cobarde de
Allende que se suicidó"; en la otra, en el conocido cartel con el
rostro de algunos desaparecidos, bajo la pregunta angustiada
"¿Dónde están?", una mano canalla ha escrito: "Gracias a Dios que
no están". Y a no muchos años de la proclamación del fin de las
ideologías, en particular las que propugnaban la igualdad y la
justicia, y el fin de la historia, puesto que la lucha de clases
había terminado, la derecha chilena Ðbasta comparar el maquillaje
y las joyas de las manifestantes en favor del reo con los rostros
y los trajes de los familiares de los desaparecidosÐ está
demostrando una exacerbación del odio comparable solo a la que, en
septiembre de 1973, dio origen a todos los crímenes que ahora el
mundo entero condena.

Ojalá el "puro Chile", el país más amado por los ecuatorianos,
reciba, como en su canción nacional, los votos de cuantos en
América y el mundo no queremos que vuelva a ser "la tumba de los
libres", y sea, siguiendo su vocación de siempre, "el asilo contra
la opresión". (DIARIO HOY) (P. 5-C)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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