Quito. 24 dic 98. José Saramago es uno de los fenómenos de la
última literatura europea.

Inició sus producciones tardíamente (cerca de los cincuenta
años) y en poco tiempo se convirtió en la figura más
significativa en cuanto a representar y abordar los temas
contemporáneos, en el marco de reflexiones históricas
profundamente sustentadas.

Son sus principales novelas, además de El evangelio según
Jesucristo (del que reproducimod un pequeño fragmento en estas
páginas) "El cerco de Lisboa", "El año de la muerte de Ricardo
Reis", "Memorial del convento", "Ensayo sobre la ceguera" y
Øltimamente "Todos los nombres".

En la foto se reseña la presencia, hace un año, de Jose
Saramago en la población de Chiapas, México.

¿Es posible aproximarse con realismo a un hecho que ocurrió
hace dos mil años y que se ha ido transformando hasta
convertirse en el origen del cristianismo? Es un reto para la
fe cristiana y para la imaginación humana.

El escritor portugués José Saramago, premio Nobel 1998,
emprendió la tarea en su novela. 'El evangelio según
Jesucristo'. En estas páginas juntamos dos elementos
aparentemente disímiles: una página de esa brillante novela,
precisamente el episodio ocurrido en Belén y el imaginario,
las expectativas y las formas en que los ecuatorianos vivirán
este día de Navidad.

Dos mil años después, muchas cosas han ocurrido, la fiesta se
ha comercializado, la noche de paz se vive con stress, el
contenido de cambio de una era que anunció el nacimiento de
Belén, (e hizo temblar el poder de Herodes) se ha disuelto en
la historia, apareció Papá Noel y las cenas navideñas
recuerdan, en muy poco, la austeridad de esta noche, hace dos
mil años.

Los dos fragmentos de la obra de Saramago que presentamos,
pertenecen a un mismo capítulo de la novela. Las informaciones
sobre el modo de ser ecuatoriano pertenecen a las encuestas
que, anualmente, realiza Informe Confidencial.

Preguntó José, pese a todo, dónde estaba el caravasar, porque
había pensado que tal vez podrían descansar allí el resto del
día, y la noche, una vez que, pese a los dolores de María, que
continuaba quejándose, no parecía que la criatura estuviera ya
para nacer. Pero el caravasar, al otro lado de la aldea, sucio
y ruidoso, mezcla de bazar y caballeriza como todos, aunque,
por ser aún temprano, no estuviera lleno, no tenía un sitio
recatado libre, y, avanzada la tarde, lo tendría aún mucho
menos, con la llegada de camelleros y arrieros.

Se volvieron atrás los viajeros, José dejó a María en una
plazita entre muros de casas, a la sombra de una higuera, y
fue en busca de los ancianos, como primero había pensado. El
que estaba en la sinagoga, un simple celador, no pudo hacer
más que llamar a un chiquillo de los que andaban por allí
jugando, y le mandó que guiase al forastero a uno de los
ancianos, que, así esperaba, tomaría las providencias
necesarias. Quiso la suerte, protectora de inocentes cuando de
ellos se acuerda, que José, en esta nueva diligencia, tuviera
que pasar por la plaza donde había dejado a su mujer, suerte
para María, que la maléfica sombra de la higuera casi le
estaba matando, falta de atención imperdonable en él y en
ella, en una tierra en la que abundan estos árboles y donde
todo el mundo tiene la obligación de saber lo que de malo y
bueno se puede esperar de ellos.

Desde allí fueron todos en busca del anciano, que estaba en el
campo y resultó que no iba a regresar tan pronto, ésta fue la
respuesta que dieron a José. Entonces, el carpintero se llenó
de valor y en voz alta preguntó si en aquella casa, o en otra,
si me están oyendo, en nombre de Dios, es que no querrá nadie
dar cobijo a una mujer que está a punto de tener un hijo,
seguro que hay por ahí un cuarto recogido, las esteras las
llevaba él. Y también, dónde podré encontrar en esta aldea una
partera para ayudar al parto. El pobre José decía avergonzado
estas cosas enormes e íntimas, aún con más vergüenza al notar
que se ponía rojo al decirlas. La esclava que lo recibió en el
portal fue adentro con el mensaje, la petición y la protesta,
y tardó, y volvió con la respuesta de que no podían quedarse
allí, que buscasen otra casa, pero que iba a serles difícil, y
que la señora mandaba decir que lo mejor para ellos sería que
se recogieran en una de las cuevas que había en aquellas
laderas. Y de la partera, preguntó José, a lo que la esclava
respondió que, si la autorizaban sus amos y la aceptaba él,
ella misma podría ayudar, pues no le habían faltado en la
casa, en tantos años, ocasiones de ver y aprender. En verdad,
muy duros son estos tiempos, y ahora se confirmó, que viniendo
a llamar a nuestra puerta una mujer que está a punto de parir
le negamos el alpendre del patio y la mandamos a parir a una
cueva, como las osas y las lobas. Nos dio, no obstante, un
revolcón la conciencia, y levantándonos de donde estábamos,
fuimos hasta el portal a ver quiénes eran esos que buscaban
cobijo por razón tan urgente y fuera de lo común, y cuando
dimos con la dolorida expresión de la infeliz criatura, se
apiadó nuestro corazón de mujer y con medias palabras
justificamos la negativa por razones de tener la casa llena.
Son tantos los hijos e hijas en esta casa , los nietos y las
nietas, los yernos y las nueras, por eso no podéis estar aquí,
que no tenéis sitio, pero la esclava os llevará a una cueva
nuestra, que tiene servicio de establo, y allí estaréis más
cómodos, que no hay animales ahora, y, dicho esto, y oída la
gratitud de aquella pobre gente, nos retiramos al resguardo de
nuestro hogar, experimentando, en las profundidades del alma,
el consuelo inefable que da la paz de la conciencia.

Y sigue el relato de José Saramago...

Con todo este ir y venir, este andar y estar parado, este
pedir y preguntar, fue desmayando el profundo azul del cielo,
y el sol no tardó en esconderse tras de aquel monte. La
esclava Zelomi, que ese era su nombre, iba delante, guiándoles
los pasos, y llevaba un pote con brasas para el fuego, y una
cazuela de barro para calentar agua, sal para frotar al recién
nacido, que no agarrara una infección. Y como de paños venôa
María servida, y la navaja para cortar el cordón umbilical la
lleva ya José en la alforja, a no ser que Zelomi prefiera
cortarlo con los dientes, ya podía nacer el niño, al fin y al
cabo un establo servía tan bien como una casa y solo quien
nunca tuvo la felicidad de dormir en un comedero ignora que
nada hay en el mundo más parecido a una cuna. El burro, al
menos, no le encontraría diferencia, que la paja es igual en
el cielo que en la tierra. Llegaron a la cueva allá por la
hora tercia, cuando el crepúsculo, suspenso, doraba aún las
colinas, y no fue la demora tanto por la distancia como porque
María, ahora que llevaba segura la posada y había podido, al
fin, abandonarse al sufrimiento, pedía por todos los ángeles
que la llevasen con cuidado, pues cada resbalón de los cascos
del asno en las piedras la ponía en trances de agonía.

Dentro de la cueva estaba oscuro, la débil luz del exterior se
detenía en la misma entrada, pero, en poco tiempo, allegando
un puñado de paja a las brasas y soplando, la esclava hizo una
hoguera que era como una aurora, con la leña seca que allí
había. Luego, encendió un candil que estaba colgado de un
saliente de la pared, y, habiendo ayudado a María a acostarse,
fue por agua a los pozos de Salomón, que están allí al lado.
Cuando volvió, encontró a José aturdido, sin saber qué hacer,
y no debemos censurarlo, que a los hombres no les enseñan a
comportarse con utilidad en situaciones como ésta, ni ellos
quieren saberlo, lo único de que son capaces es de coger la
mano de la sufridora mujer y quedar a la espera de que todo se
resuelva con bien. María, sin embargo, está sola, el mundo se
hubiese acabado de asombro si un judío de aquel tiempo se
atreviera aunque fuese a tan poco.

Entró la esclava, dijo una palabra de aliento, Valor, después
se puso de rodillas entre las piernas abiertas de María, que
así tienen que estar abiertas las piernas de las mujeres para
lo que entra y para lo que sale, Zelomi había perdido ya la
cuenta de los chiquillos que había visto nacer, y el
padecimiento de esta pobre mujer es igual al de todas las
otras mujeres, como ha sido determinado por el Señor Dios
cuando Eva erró por desobediencia. Aumentaré los sufrimientos
de tu gravidez, tus hijos nacerán entre dolores, y hoy,
pasados ya tantos siglos, con tanto dolor acumulado, Dios aún
no se dio por satisfecho y continúa la agonía. José ya no está
allí, ni siquiera a la entrada de la cueva. Ha huido para no
oír los gritos, pero los gritos van tras él, es como si la
propia tierra gritase, hasta el extremo de que tres pastores
que andaban por allí con sus rebaños de ovejas, se acercaron a
José, a preguntarle, Qué es eso, que parece que la Tierra está
gritando, y él respondió, Es mi mujer, que está dando a luz en
aquella cueva, y ellos dijeron, No eres de por aquí, que no te
conocemos. Hemos venido de Nazaret de Galilea, por lo del
censo, en el momento en que llegábamos, le aumentaron los
dolores, y ahora está naciendo.El crepúsculo apenas dejaba ver
los rostros de los cuatro hombres, en poco tiempo todos los
rasgos se apagarían, pero continuaban las voces (...)

El hijo de José y de María nació como todos los hijos de los
hombres, sucio de la sangre de su madre, viscoso de sus
mucosidades y sufriendo en silencio.

Opiniones

- Niñas, niños y adolescentes, entre 6 y 17 años de edad,
respondieron a una encuesta planteada por Defensa de los Niños
Internacional.

- La Navidad forma parte de la cultura ecuatoriana y a su
alrededor existen sinnúmero de tradiciones muy practicadas por
la sociedad.

- Los niños y niñas son y deben ser el eje de la fiesta y en
la mayoría de casos participan activamente en ella.

- En cambio para muchos adultos, al decir del teatrero de la
calle, Carlos Michelena, empezó 'bebiembre' y toda la
variedad de licores ocultan las frustraciones o las carencias
materiales o afectivas de los adultos.

- La navidad es una fiesta en la que se cruzan intereses y
deseos positivos y negativos. Para unos la Navidad es tiempo
de preocupación, cariño y solidaridad para los que tienen
menos.

- Los corazones se sensibilizan en positivo o negativo. Para
unos es una fiesta que molesta, que insulta a la pobreza; para
otros es una oportunidad, no se si para solo hacer dinero o
para hacer un alto en la lucha diaria por la supervivencia o
para expresar simplemente cariño a los demás. Pero para nadie
pasa inadvertida.

- La navidad es la fiesta de los niños y las niñas. Es también
la oportunidad para colocar y dimensionar los problemas
sociales, económicos, especialmente de los niños, en las
conversaciones sociales y en los medios de comunicación.

- Es una época en la cual brotan los niños de la pobreza al
filo de los caminos.

Aunque todo el mundo está de acuerdo, en esta fiesta los niños
deben ser el centro de atención y cuidado; pero el estrés y
los compromisos, en muchos casos los dejan nuevamente de lado,
en la periferia, en hogares con posibilidades económicas o no.

- Y lo que menos se quiere aparece: la intolerancia, el grito,
el insulto, el golpe. (DIARIO HOY) (P. 6-A y 7-A)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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