Quito (Ecuador). 17 dic 95. Se ha cumplido el bicentenario de
la muerte de Eugenio Espejo en el más absoluto silencio. En un
momento en que el Ecuador requiere con mayor urgencia
definirse, creer en él, ignora olimpicamente la memoria de
quien con mayor fidelidad y transparencia se interrogó sobre
su identidad, a tal extremo de aparecer en la vida y en la
muerte con distintos nombres. Y con distintos nombres también
encarnar la denuncia de la sociedad y la política de fines del
siglo XVIII, al borde de la emancipación.

¿Por qué este silencio? ¿Esta especie de suicidio histórico
que cometemos los ecuatorianos?

Espejo nació con ese nombre y lo enterraron con el nombre de
Chusig, sintetizando todo el conflicto que la diversidad de
naciones y pueblos ha provocado a lo largo de la historia el
país. Recogemos en estas páginas, algunas de las más lúcidas
imágenes que se han formulado sobre Eugenio Espejo en los
últimos años.

Expresión de un grupo social emergente

La vida de Eugenio Espejo se encuentra transida por una
constante que lo muestra en una compleja y difícil inserción
social. Es uno de los exponentes más notorios de un grupo
humano en ascenso. Por una parte, hinca sus raíces en estratos
bajos de la colonia, integrados por españoles con pretensiones
de hidalguía, por indígenas americanos incorporados a la plebe
urbana y por elementos provenientes de la esclavitud negra,
todos en lucha contra la submersión social; por la otra, se
identifica con uno de los sectores de la clase propietaria
terrateniente - posición común dentro de los estamentos
sociales medios de origen mestizo- la de los marqueses
criollos que heredarían, en un primer momento, una vez
expulsado los españoles europeos, el poder político de la
futura república. Espejo es un desclasado que se siente
orgulloso de su origen humilde, pero también no menos
orgulloso de su ascenso social. Es mestizo, pero se siente
también "español americano", es decir "blanco". Mal haríamos.
Sin embargo, en dar a esas connotaciones un sentido racial y
mucho pero si explicáramos la significación de este hombre
singular apelando al ya permitido concepto de "lucha a razas".
Ciertamente que su suerte estuvo signada por los prejuicios
sociales de una humanidad en la que el color de la piel se
relacionaba con la inserción de clase. Le tocó moverse en una
sociedad de castas, pero su vida y su pensamiento sólo pueden
explicarse, en este aspecto, si se da al concepto de "casta"
su sentido correcto. La lucha de castas no fue una "lucha de
razas", sino el modo cómo durante la colonia y, en particular,
como evidente fuerza en la segunda mitad del siglo XVIII, se
dio la lucha de clase y la lucha entre las fracciones de
clase. Espejo, proveniente de lo que en general era
considerado como "plebe", optó ideológicamente por una
posición que lo aproximaba a lo que podríamos considerar la
fracción "progresista" de la clase terrateniente de la época.
Lógicamente lo hizo introduciendo en ella elementos nuevos que
sólo podría estar nutridos de su extracción social y que están
anunciando la quiebra posterior de esa misma ideología....

Para los que provenían de la plebe -en particular hablamos en
este caso de la plebe ciudadana- la lucha comenzaba por la
conquista de un apellido hispánico; si eran de origen indio,
por el derecho al uso de una vestimenta que les diferenciara y
que les otorgara la dignidad social buscaba y por el ingreso
de sus hijos en un cerrado sistema educativo cuyos resquicios
debían ser aprovechados. No sería muchos indudablemente los
que podían hacerlo. La familia de Eugenio Espejo, con la que
se emparentó más tarde José Mejía Lequerica es, sin embargo,
un ejemplo elocuente de ascenso social.

El origen de los Espejo es bastante oscuro y su determinación
se encuentra condicionada por una serie de posiciones
deformantes que lo han oscurecido aún más. Los documentos más
citados corresponden a declaraciones hechas por enemigos
personales de Espejo que trataron de denigrarlo rebajando su
condición social. El propio Espejo respondió a estas calumnias
en defensa tanto de sí mismo como de sus progenitores. Desde
fines del siglo XIX y primeras décadas del presente, se
perfilaron, por otra parte, dos tendencias interpretativas:
una "indigenista", proclive a aceptar la autenticidad del
origen americano del padre de Eugenio y que llevó a algunos a
hablar de este último como del "indio Espejo", lo que es a
todas luches inexacto, tanto étnica como ideológicamente;
otra, "hispanista", que tomó muy en serio la pretensión de
legitimar la "pureza de sangre" y, por tanto, el origen
ibérico de nuestro escritor, despreciando de este modo lo que
en él había de propiamente americano y, podríamos agregar que
si en el Ecuador se hubiera generado una corriente ideológica
equivalente a la "indigenista" relativa a la "negritud", no
hubiera faltado algún escritor que hubiera hablado de modo
elogioso del "zambaigo" o del "mulato" Espejo. (* Texto tomado
del libro "Humanismo en la segunda mitad del siglo XVIII)

Significación y conclusiones

Apenas siete números de "Primicias", publicado desde enero
hasta el jueves 29 de Marzo de 1972 y con muy reducida
circulación alteraron la sociedad quiteña. Eugenio Espejo
había logrado compaginar exactamente el sentido de la crítica
con la realidad social existente. La "opulencia", con la que
pudo caracterizarse la Audiencia de Quito en anteriores épocas
ya no existía -al menos en la sierra centro-norte y la pobreza
de la región ponía de manifiesto no solo a la ruina a la que
habían llegado la agricultura, las minas, los oficios, el
comercio y las "industrias", sino también el estado de atraso
educativo y cultural en que se hallaba Quito con respecto al
progreso cultural y científico que demostraba la difusión de
la Ilustración europea.

Espejo, en realidad, no descubrió algo ausente a la Audiencia
de Quito con anterioridad, ya que la "opulencia" de otros
momentos, mirada únicamente desde la óptica de la rentabilidad
y los negocios de la Corona, los hacendados y los aristócratas
criollos, permitió disfrazar la situación de enormes mayorías
sujetas a la tributación, la mita, el obraje y el concertaje;
ocultó a comunidades indígenas miserables sometidas a la
desestructuración cultural e ignoró amplias capas sociales
marginadas, despreciadas o explotadas en virtud de su etnia y
de la posición en la rígida estratificación humana colonial.
Al sobrevenir la "crisis", tales fenómenos preexistentes
afloraron en toda su dimensión y aún más se agravaron. Las
viruelas no hacían más que confirmarlo. Espejo descubría, en
consecuencia, los resultados de dos siglos y medio d conquista
y de colonización españolas. Allí radicó su autoconciencia
histórica. La critica emprende sobre la cultura de su tiempo
es, además, la toma de conciencia acerca del mundo intelectual
aparente en que han vivido los quiteños, lo cual moviliza la
dimensión contra-cultural con que Espejo afecta los cimientos
de la mentalidad oficial y hegemónica.

El espíritu Ilustrado proveniente de Europa y asimilado por
Espejo le permitió formular un pensamiento avanzado y radical,
que contrastó con el conservadurismo conceptual y conventual
de Quito. Si bien la fidelidad del Rey todavía es manifiesta
"Primicias", el periódico es un punto definitorio del ideal
republicano de Espejo, que a continuación se compromete con
los proyectos autonomistas, como se evidencia en la
inspiración de las banderitas de tefetán colocadas en las
cruces de la ciudad de Quito: "Al amparo de la cruz sed
libres".

Espejo no se detuvo en la crítica-contestataria, sino que
creyó esbozar la solución al drama quiteño a través de la
sociedad "Escuela de la Concordia". En su "Discurso" formula
toda una "utopía patriótica" a partir de la "quiteñidad" en la
que se figura llegado el día en el que "el agricultor el
arado" para hacer fructificar la tierra; el artista "toma con
ardor todos los instrumentos de su labor"; el "Joven destinado
a las Letras" recorre las verdades del saber; "el hombre
público, y el hombre privado, el rico de hacienda, y el rico
de talentos: que todo Quiteño, en una palabra" arbitra medios,
vence dificultades, facilita trabajo, abre caminos, coloniza.
Concluye diciendo en sus "Primicias".

"La Sociedad es la que en la Escuela de la Concordia, hará
estos milagros: renovará efectivamente la faz de toda la
Tierra, y hará florecer los Matrimonios, y la Población, la
Economía, y la Abundancia, los Conocimientos, y la Libertad,
las Ciencias, y la Religión, el Honor, y la Paz, la Obediencia
a las Leyes, y la subordinación fidelísima a Carlos IV".

Si se contempla desde la actualidad la autoconciencia
histórica de Eugenio Espejo, los conceptos que emitiera otra
vez se vuelven presentes. Salvando las distancias y las
condiciones diferentes del pasado, hoy, como hace doscientos
años, la crisis económica que el Ecuador experimenta destapa
realidades sociales que el espejismo del petróleo y la bonanza
de hace dos décadas parecían ocultar: la pobreza humana, el
atraso material, la calamidad de la educación y la ruinosa
situación cultural. Añádase ahora la concupiscencia política
revestida de docta y racional. El cólera ha suplantado a las
viruelas.

Y en un mundo en el que la historia se ha "paralizado" en la
sociedad de mercado y ante el "fin de las ideologías" ya nadie
parece preocuparse de las transformaciones y cambios
necesarios.

Espejo fue capaz de imaginar una Sociedad Patriótica que
concretara las utopías de las Ilustración en una provincia
oculta, enferma y arruinada. Confió en la sensibilidad quiteña
para lograrlo, avisorando un futuro promisorio. Nuestras
realidades actuales no pueden ser desvirtuadas por el triunfo
de occidente y el derrumbe de los sistemas del socialismo
estatal. Aquí hay tareas por cumplir y el espíritu de la
Sociedad Patriótica "Escuela de la Concordia" alienta la
búsqueda actual de nuestras propias utopías para la
construcción de Nuestra América. (* Tomado del libro Eugenio
Espejo y el pensamiento precursor de la Independencia)
(Cultura) (Diario HOY) (10B)
EXPLORED
en Ciudad Quito (Ecuador)

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