Quito. 10.02.92. La drástica disminución de crustáceos, peces
y moluscos, como consecuencia de la destrucción de los
bosques de manglar, está afectando la economía de las
poblaciones ribereñas de Esmeraldas, especialmente en la zona
de Muisne.

Los bosques de manglar son el hábitat natural de especies
marinas que han sido por siempre la fuente de alimentación y
de trabajo de cientos de familias asentadas en la zona. En el
manglar se desarrollan por lo menos 45 especies de aves, 15 de
reptiles, 14 de camarones, 70 de moluscos y más de cien
especies de peces.

Uno de los peores efectos de la desaparición de los manglares
es la disminución del consumo de proteínas en la alimentación
de millones de habitantes de la costa ecuatoriana. Pues la
tala del manglar significa el exterminio de miles de especies
vegetales y animales que allí tienen su lugar de protección y
reproducción.

Los bosques de manglar están siendo talados principalmente
para instalar allí piscinas camaroneras, para el cultivo del
camarón, del cual el Ecuador es el primer exportador mundial.

También son eliminados para dar lugar al establecimiento de
urbanizaciones legales y dotadas de servicios o asentamientos
clandestinos e informales. Y para la construcción de obras de
infraestructura.

Sin embargo, desde 1985 supuestamente está prohibida su tala
porque todos los bosques de manglar han sido declarados área
protegida y bosques protectores.

El problema está en las leyes, comentó Lourdes Proaño, abogada
profesional y fundadora del Comité por la Defensa del Manglar
en Muisne. "Son muchos los decretos, muchas las leyes que
defienden al manglar, pero todas han sido violadas en
complicidad con todas las autoridades, pues no hay que excluir
a ninguna sola".

El camarón ocupa el tercer lugar en las exportaciones
ecuatorianas, después del petróleo y banano.

Las concheras las más afectadas

Las concheras, mujeres dedicadas a la recolección de conchas,
que viven en los bosques de manglar, en el barro, por el
intercambio de agua dulce y salina, por las mareas, son uno de
los sectores más afectados por la desaparición de la fauna
marina. También lo son los larveros (quienes proveen de
semilla a las camaroneras), los pescadores y los carboneros
(que producen carbón a partir de la madera del mangle).

"Desde el 83 las camaroneras han destruido las conchas, los
cangrejos, los ostiones, los pescados. Antes no había
camaroneras y no estaban tumbados los bosques. Ahora nosotros
disponemos apenas de un pedacito de manglar, si es que los
dueños no nos prohiben entrar a conchar, y nos sacan pistolas
o perros" dijo a HOY Carmen Jacinta Napo Alvarado, conchera de
38 años.

"Nuestros hijos ya no van a conocer las conchas ni los
cangrejos. Antes los cangrejos paseaban al lado de las casas,
la vida era regalada, no pasábamos carestía" recordó con
nostalgia Carmen Jacinta, integrante del Grupo de Concheras de
Bunche, que agrupa a 14 mujeres de esta población ribereña del
cantón Muisne, organizadas desde hace año y medio.

No hay cifras actualizadas sobre la situación de los
manglares. Hasta 1986 había 362.832 hectáreas de manglares y
salitrales, en 850 kilómetros de costa pacífica. En 1987
quedaban solo 165.350 hectáreas más 12 mil de salitrales.

"No estamos en contra de camaroneras"

"No estamos en contra de la industria camaronera, pues estamos
conscientes de que produce divisas para el país -declaró a HOY
Hernán Cortez de la Torre, miembro del Comité de Defensa del
Mangar de Muisne-. Estamos en contra de que la industria
camaronera esté inmersa en el bosque del manglar, lo que es
absurdo, pues atenta a la ecología y compromete a las futuras
generaciones. Los sitios óptimos son los salitrales. Pero el
95 por ciento de las camaroneras están ubicadas en el
ecosistema manglar y están provocando un colapso ecológico".

Los manglares actúan también como barreras naturales que
amortiguan las crecientes y los oleajes fuertes. El manglar
asegura la sedimentación costera, al retener en sus raíces la
arena. Esta acción permite el avance de la costa en detrimento
del mar. Además detiene el paso de los vientos y brisas
marinas, cargados de sal, lo que evita alteraciones en el
nivel de salinidad de los suelos agrícolas.

En las últimas semanas, precisamente, por aguajes producidos
como consecuencia del fenómeno del Niño, la mayor parte de
camaroneras instaladas en antiguos manglares, en Muisne,
fueron arrasadas.

Sus propios manglares

"Concho desde los 10 años -dijo Carmen Jacinta a HOY-. Antes
recogíamos la concha en canastos grandes. En reunir cien
conchas nos demorábamos cinco minutos y en una jornada
recogíamos 500, mil conchas. Ahora apenas recogemos 100 ó
200 conchas en un día, trabajando desde las 6 de la mañana
hasta las 5 de la tarde".

Para enfrentar esta creciente disminución de la concha y hasta
su posible extinción las Concheras de Bunche iniciaron la
siembra de este molusco en una extensión de 20 hectáreas de
manglar.

"Tenemos manglares que estamos cuidando, les rodeamos de
alambrada y estamos sembrando conchas. Una concha demora en
madurar 15 días y puede vivir fuera del agua hasta 8 días.

Cuando conchamos vamos por turnos a distintos lotes en los
manglares, para no ir al mismo sitio todas las semanas y
preservar las conchas. Cogemos solo las conchas grandes y las
medianas y dejamos las pequeñitas. No hay que arrasar con las
conchas. De esas conchas pequeñas llevamos algunas a nuestro
manglar".

La recolección de las conchas es una actividad exclusivamente
femenina. Y por tradición, en Muisne, solo las mujeres de
Bunche están dedicadas a conchar.

"No hay otra ocupación para las mujeres que buscamos el pan de
cada día para nuestros hijos" sostuvo Carmen Jacinta, madre de
cinco hijos de 19, 16, 14, 11 y 8 años y con estudios
primarios apenas. "Una vende la concha y viene trayendo su
azúcar y arroz, o las cositas que necesita para sus hijos".

Según Carmen Jacinta, "conchar es trabajo de mujeres porque es
muy trabajoso. Tenemos que dañarnos las manos, escarbar en el
lodo o entre las raíces. Es un trabajo duro, por eso los
hombres no están en esto".

Además, conchar significa enfrentarse al riesgo de ser picadas
por el pejesapo o la guardatinaja, reptiles del manglar. Y
correr el riesgo de enfermar de reumatismo, por trabajar en el
fango, o de sufrir enfermedades de la piel.

Todas las concheras de Bunche trabajan juntas. "Incluso
tenemos nuestras credenciales, concedidas por la marina, para
entrar en los manglares. Tenemos una lancha y nos han
ofrecido para enero darnos el motor para ir a los manglares.
Cuando tengamos el motor buscaremos mercados para poder vender
directamente las conchas", dijo Carmen Jacinta.

El valor del ciento de conchas varía entre los 1.500 y los
1.700 sucres. Pero en Quito cuesta entre 5 y 6 mil sucres
cada ciento.

"Cuando vamos en canaleta (canoa) y pagamos 400 sucres,
vendemos el ciento de concha a 1.700 sucres. Cuando vamos en
lancha no nos cobran el transporte y el lanchero nos compra el
ciento a 1.500".

La mayor parte de este molusco es vendida en el puerto de
Guayaquil y en las ciudades de Quito y Santo Domingo de los
Colorados.

A falta de conchas...

Una alternativa para las mujeres que ya no pueden dedicarse a
conchar es la capacitación y el trabajo en los talleres de
corte y confección y en los huertos ofrecidos por la rama
Mujer de la Organización Campesina Muisne Esmeraldas, OCAME.

"Tenemos dos años trabajando -señaló Esperanza Vega,
representante de esta área-. Muchas concheras se quedaron sin
trabajo y pensamos en dar oportunidad a compañeras que ya no
iban a buscar conchas. Antes nosotras podíamos irnos a
recoger conchas pero ahora ya no es posible porque la mayor
parte de la zona está invadida por camaroneras. Con eso se
ayudaban las familias más pobres que son ahora las más
afectadas".

El taller de corte y confección en Muisne es rotativo y está
integrado por 10 compañeras que se quedan un año trabajando.
Ha tenido buena acogida, porque "nosotras confeccionamos ropa
a menor precio que afuera y eso resguarda la economía de las
compañeras que trabajan y de la gente que nos compra en el
pueblo y en el campo".

Cada compañera gana según lo que trabaje, pues el taller le
paga lo que confecciona. Una parte queda para compra de
materiales y otra para aumentar el capital. Las materias
primas compran en Quito, directamente en las fábricas.

Otros cursos de corte y confección, de una semana de duración,
brinda la OCAME Mujer en las comunidades campesinas.

La OCAME mujer también impulsa el trabajo de huertos en el
campo, para autoconsumo. "Estamos empeñadas en que los huertos
además de ser familiares produzcan para vender fuera. Hay
buenas tierras, aquí se produce de todo: arroz, yuca, camote,
zapallo, habas, soya. Trabajamos con los huertos porque la
alimentación cada día está más cara".
EXPLORED
en Autor: Consuelo Albornoz - [email protected] Ciudad N/D

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