CRISTOBAL COLON: EL ALMIRANTE DE LA MAR OCEANA Por Diego
Araujo
Quito. 16.02.92. El almirante de la Mar Océana, virrey y
gobernador de las Indias -los tÃtulos que ostentó Cristóbal
Colón - se trocaron algún momento en el burlón calificativo
del Marqués de los mosquitos que trajo la ruina a España. El
doble rostro, la paradoja y la contradicción parecerÃan las
señas de indentidad de Colón.
Quizás él alimentó algunas de las incertidumbres que, desde
el Renacimiento, serán en adelante un signo constante de la
visión del mundo en Occidente. En aquella época, como escribió
Jacobo Burkhardt, se inició el redescubrimiento del hombre y
la naturaleza. Junto a aquellas fuerzas que alentaban la
aventura, el arte y la ciencia, también germinaron valores
contrapuestos. Trastrocada la antigua concepción fÃsica del
universo, ampliado el espacio hacia tierras antes
desconocidas, resquebrajada la visión única de las cosas, se
habÃan creado las condiciones para que se multiplicaran las
dudas. El mundo habÃa perdido solidez. La sombra de la
ambigüedad y el relativismo oscurecÃa las múltiples lecturas
de la realidad.
Todo el bullir de estas fuerzas contrapuestas sienten el fuego
de la actividad mercantil. La aventura colombina encuentra
sus más elementales justificaciones en la búsqueda de una
nueva ruta para el comercio de las especias.
El Diario del primer viaje de Cristóbal Colón, fragmentos del
cual se salvaron gracias a Bartolomé de las Casas, se
organiza también en torno a esos valores antagónicos. El
paisaje americano es representado con los rasgos paradisÃacos
de la tradición pastoril renacentista: aguas claras, tierras
verdes, trinar de los pájaros. Los pobladores de aquel edén se
presentan con una inocencia y mansedumbre que anuncian la
versión roussoniana del buen salvaje. Pero el Diario no sólo
trae aquello, sino quiere ser utilitario y útil. Además de las
anotaciones náuticas, pondera las eventuales ventajas del
descubrimiento.
"Oro" es una de las palabras que más menciona el Almirante.
No falta quienes creen que aquel era "su secreto": tal vez de
labios de un marinero al que ayudó a bienmorir, conocÃa la
ubicación exacta de unas minas de oro en esas tierras camino
a Cipango y Catay (al Japón y la China). En la llamada Carta
de Jamaica, en la que refiere algunas de las penalidades del
cuarto viaje, Colón llega a afirmar: "El oro es excelentÃsimo;
del oro se hace tesoro, y con él, quien lo tiene, hace cuanto
quiere en el mundo, y llega a que echa las almas del ParaÃso".
Es una comprensión anticipada del poder del capital, cuya
primera primera gran expansión en Europa fue posible gracias
a la acumulación que permite la explotación de América.
El Diario inaugura también el relato de algunos mitos: Colón
cree ver a las legendarias sirenas, "aunque no son tan bonitas
como las pintan" ( en realidad eran manatÃes, los mamÃferos
marinos; a pesar de que viera a las extrañas criaturas a la
distancia, distinguió en ellas unos decepcionantes bigotes
que echaban por la borda la irresistible imagen de las bellas
sirenas de Ulises). En una de las islas, cree también hallar a
las Amazonas. Y Colón murió convencido de que en las tierras
por él descubiertas estuvo el jardÃn del paraÃso y que allÃ
se guardaban también "los tres mil quintales de oro de la
Indias que David dejó a Salomón para ayudar a edificar el
templo.
CRONICA SUMARIA
Aunque no han cesado las disputas sobre su ciudad de origen,
lo más probable es que Cristóbal Colón naciera en Génova en
1451. La humilde condición de los padres fue celosamente
escondida por el Almirante, que aspiraba a nobles tÃtulos,
y por su hijo y biógrafo, Hernando. Se conoce que muy
tempranamente tuvo experiencia como marino: viajó a QuÃo en el
mar Egeo, participó de una empresa corsaria, fue a Inglaterra,
llegó a Islandia.
El, que en apariencia olvidó a sus padres, estuvo a cargo de
su pequeño hijo Diego, una vez que muriera Felipa Moniz de
Perestrello. Con él, llegó a Castilla en 1485 y fue al
convento de La Rábida, en donde recibió apoyo de los frailes
Antonio Marchena y Juan Pérz, confesor de la reina.
Colón expuso a los Reyes Católicos su proyecto, pero una Junta
designada para examinarlo emitió un fallo adverso. Por esta
época nació su hijo Hernando, de los amores con Beatriz de
Arana. También él estuvo muy cerca del padre, tanto lo guardó
en su memoria que escribió una biografÃa cuyos originales en
español se perdieron y sólo pervivieron gracias a la
traducción italiana.
Isabel la Católica lo recibió más adelante y prometió ayuda
para la empresa. Después de la toma de Granada, los Reyes
firmaron las capitulaciones de Santa Fe en las que se aprobó
el viaje a las Indias.
Desde 1492, durante los últimos catorce años de su vida
Cristóbal Colón realizó cuatro viajes a América. No se conoce
con plena certeza cuál fue la primera isla a la que llegaron
el Almirante y los 105 primeros españoles que vinieron en las
tres naves. Creyeron que se llamaba Guanahanà (las Bahamas)
,aunque Colón la bautizó con el nombre de San Salvador.
Después viajó por las pequeñas y grandes Antillas, llegó a
Cuba y Santo Domingo. Después de tres meses de asombro,
emprendió el viaje de regreso y dejó en la Española (Haità y
Santo Domingo), el fuerte de Natividad, con 33 hombres. en los
sucesivos viajes, Colón llegó a Hunduras y a la costa de
Veragua, en la actual Panamá y atrvesó el golfo de Paria y la
Boca del Dragón y, pasando a lo largo de la sila Margarita,
llegó a la desembocadura del rÃo Orinoco.
OTRAS PARADOJAS
Muchas otras oposiciones y secretos guarda la vida del
almirante de la Mar Océana. También su lengua depara
incógnitas. Para Menéndez y Pidal, Colón habló el dialecto
genovés, aprendió a escribir el latÃn comercial, leyó pero
no escribió en italiano; en Portugal aprendió la lengua de ese
paÃs y estudió el español.
También la firma de Colón parece un acertijo: termina con un
anagrama formado, como él mismo describe, " por una X con una
S encima, y una M con una A romana encima, y sobre ella una S
y, después, una Y griega con una S encima con sus rayas y
vÃrgulas, como agora fago..." y que ha provocado diversas
interpretaciones.
Araujo
Quito. 16.02.92. El almirante de la Mar Océana, virrey y
gobernador de las Indias -los tÃtulos que ostentó Cristóbal
Colón - se trocaron algún momento en el burlón calificativo
del Marqués de los mosquitos que trajo la ruina a España. El
doble rostro, la paradoja y la contradicción parecerÃan las
señas de indentidad de Colón.
Quizás él alimentó algunas de las incertidumbres que, desde
el Renacimiento, serán en adelante un signo constante de la
visión del mundo en Occidente. En aquella época, como escribió
Jacobo Burkhardt, se inició el redescubrimiento del hombre y
la naturaleza. Junto a aquellas fuerzas que alentaban la
aventura, el arte y la ciencia, también germinaron valores
contrapuestos. Trastrocada la antigua concepción fÃsica del
universo, ampliado el espacio hacia tierras antes
desconocidas, resquebrajada la visión única de las cosas, se
habÃan creado las condiciones para que se multiplicaran las
dudas. El mundo habÃa perdido solidez. La sombra de la
ambigüedad y el relativismo oscurecÃa las múltiples lecturas
de la realidad.
Todo el bullir de estas fuerzas contrapuestas sienten el fuego
de la actividad mercantil. La aventura colombina encuentra
sus más elementales justificaciones en la búsqueda de una
nueva ruta para el comercio de las especias.
El Diario del primer viaje de Cristóbal Colón, fragmentos del
cual se salvaron gracias a Bartolomé de las Casas, se
organiza también en torno a esos valores antagónicos. El
paisaje americano es representado con los rasgos paradisÃacos
de la tradición pastoril renacentista: aguas claras, tierras
verdes, trinar de los pájaros. Los pobladores de aquel edén se
presentan con una inocencia y mansedumbre que anuncian la
versión roussoniana del buen salvaje. Pero el Diario no sólo
trae aquello, sino quiere ser utilitario y útil. Además de las
anotaciones náuticas, pondera las eventuales ventajas del
descubrimiento.
"Oro" es una de las palabras que más menciona el Almirante.
No falta quienes creen que aquel era "su secreto": tal vez de
labios de un marinero al que ayudó a bienmorir, conocÃa la
ubicación exacta de unas minas de oro en esas tierras camino
a Cipango y Catay (al Japón y la China). En la llamada Carta
de Jamaica, en la que refiere algunas de las penalidades del
cuarto viaje, Colón llega a afirmar: "El oro es excelentÃsimo;
del oro se hace tesoro, y con él, quien lo tiene, hace cuanto
quiere en el mundo, y llega a que echa las almas del ParaÃso".
Es una comprensión anticipada del poder del capital, cuya
primera primera gran expansión en Europa fue posible gracias
a la acumulación que permite la explotación de América.
El Diario inaugura también el relato de algunos mitos: Colón
cree ver a las legendarias sirenas, "aunque no son tan bonitas
como las pintan" ( en realidad eran manatÃes, los mamÃferos
marinos; a pesar de que viera a las extrañas criaturas a la
distancia, distinguió en ellas unos decepcionantes bigotes
que echaban por la borda la irresistible imagen de las bellas
sirenas de Ulises). En una de las islas, cree también hallar a
las Amazonas. Y Colón murió convencido de que en las tierras
por él descubiertas estuvo el jardÃn del paraÃso y que allÃ
se guardaban también "los tres mil quintales de oro de la
Indias que David dejó a Salomón para ayudar a edificar el
templo.
CRONICA SUMARIA
Aunque no han cesado las disputas sobre su ciudad de origen,
lo más probable es que Cristóbal Colón naciera en Génova en
1451. La humilde condición de los padres fue celosamente
escondida por el Almirante, que aspiraba a nobles tÃtulos,
y por su hijo y biógrafo, Hernando. Se conoce que muy
tempranamente tuvo experiencia como marino: viajó a QuÃo en el
mar Egeo, participó de una empresa corsaria, fue a Inglaterra,
llegó a Islandia.
El, que en apariencia olvidó a sus padres, estuvo a cargo de
su pequeño hijo Diego, una vez que muriera Felipa Moniz de
Perestrello. Con él, llegó a Castilla en 1485 y fue al
convento de La Rábida, en donde recibió apoyo de los frailes
Antonio Marchena y Juan Pérz, confesor de la reina.
Colón expuso a los Reyes Católicos su proyecto, pero una Junta
designada para examinarlo emitió un fallo adverso. Por esta
época nació su hijo Hernando, de los amores con Beatriz de
Arana. También él estuvo muy cerca del padre, tanto lo guardó
en su memoria que escribió una biografÃa cuyos originales en
español se perdieron y sólo pervivieron gracias a la
traducción italiana.
Isabel la Católica lo recibió más adelante y prometió ayuda
para la empresa. Después de la toma de Granada, los Reyes
firmaron las capitulaciones de Santa Fe en las que se aprobó
el viaje a las Indias.
Desde 1492, durante los últimos catorce años de su vida
Cristóbal Colón realizó cuatro viajes a América. No se conoce
con plena certeza cuál fue la primera isla a la que llegaron
el Almirante y los 105 primeros españoles que vinieron en las
tres naves. Creyeron que se llamaba Guanahanà (las Bahamas)
,aunque Colón la bautizó con el nombre de San Salvador.
Después viajó por las pequeñas y grandes Antillas, llegó a
Cuba y Santo Domingo. Después de tres meses de asombro,
emprendió el viaje de regreso y dejó en la Española (Haità y
Santo Domingo), el fuerte de Natividad, con 33 hombres. en los
sucesivos viajes, Colón llegó a Hunduras y a la costa de
Veragua, en la actual Panamá y atrvesó el golfo de Paria y la
Boca del Dragón y, pasando a lo largo de la sila Margarita,
llegó a la desembocadura del rÃo Orinoco.
OTRAS PARADOJAS
Muchas otras oposiciones y secretos guarda la vida del
almirante de la Mar Océana. También su lengua depara
incógnitas. Para Menéndez y Pidal, Colón habló el dialecto
genovés, aprendió a escribir el latÃn comercial, leyó pero
no escribió en italiano; en Portugal aprendió la lengua de ese
paÃs y estudió el español.
También la firma de Colón parece un acertijo: termina con un
anagrama formado, como él mismo describe, " por una X con una
S encima, y una M con una A romana encima, y sobre ella una S
y, después, una Y griega con una S encima con sus rayas y
vÃrgulas, como agora fago..." y que ha provocado diversas
interpretaciones.
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