Quito. 07.12.92. El domingo primero de noviembre, en la
sección Panorama del diario El Comercio, el periodista Esteban
Michelena publicó algo más de una página dedicada a Madonna y
su más reciente osadía erótica: SEX. Esta niña terrible de fin
de siglo se ha dedicado a escandalizar a las gentes que en los
sesenta creían en aquello de "hacer el amor y no la guerra".
Solo que en apuestos noventa, herederos de la pudibundez que
se iniciara en los ochenta como respuesta a la permisividad de
aquella creativa década, la guerra parece haber vuelto a
ocupar el lugar de preeminencia que siempre ha tenido a lo
largo de la historia humana. Sobre todo en épocas de represión
sexual. La líbido del ser humano requiere de un desfogue y el
mejor, sin duda, es darle su cauce natural y hacer el amor.
Pero cuando la moral al uso no lo permite, un sucedáneo lógico
es la violencia. Por eso ahora a los líderes mundiales desde
Reagan, y de contera a las gentes de buena conducta, les
parece más escandaloso un libro de sexo que el hambre y la
muerte que rondan al mundo.

La página aludida, aparte de algunas fotos que muy púdicamente
eluden mostrar el sexo de Madonna, nos trajo los comentarios
del periodista y ciertas reflexiones que una rápida ojeada al
libro logró suscitar entre varios lectores. También incluyó
una frase mía sacada del contexto de una opinión más amplia,
pero que no se publicó entera. Como el libro merece mucho más
que opiniones tontas o seudogeniales sin mayor análisis, bueno
será decir algo más al respecto mientras esperamos a que los
libreros ecuatorianos logren vencer la mojigatería y se
decidan a traer el libro.

Leyendo las opiniones mencionadas, uno no sabe que asusta más:
si las teorías publicitarias y mercadeístas tipo yupie
trasnochado ("Es un producto con una marca bien posicionada en
su premeditada connotación sexual"); o el optimismo
tercermundista de algún desalumbrado ("nosotros los latinos
tenemos nuestro propio cuento"); o el hipócrita moralismo
adobado con frustraciones sexuales ("Insultante, agresivo,
sucio; yo no me meto con ella, que ella no se meta
conmigo")(!); o el machismo recalcitrante ("Todo hombre tiene
su vida sexual y quizá más intensa que ella") (¿Será? Bueno,
pregunto. . .); o la sicología de revista ("A esta sociedad no
le gusta verse al espejo, y este libro es un espejo"). Como
vemos, abunda la genialidad de peluquería.

Hubo, pues, de todo como en botica. Hasta limpieza y
honestidad: "Provoca agarrar un cigarrillo y una cerveza y
encerrarse a leer sin que nadie fastidie", y, "Un desafío y
una propuesta (...) Demanda una lectura honesta, vital,
profunda." ¿Debería decir que el comentario más inteligente
fue el de una mujer? Pues, sí, lo fue. Los hombres tenemos la
cabeza demasiado sucia para pensar en el sexo con limpieza.
Por eso son tan raros los que hacen el amor. La mayoría se
limita a copular y procrear. . .

Pero, veamos: ¿Es el libro un producto marca Madonna destinado
a un mercado ávido e inmaduro sexualmente hablando? Claro que
sí. En un mundo sediento de sexo a hurtadillas porque 2000
años de represión judeo cristiana conviertieron el asunto en
algo sucio, nos asusta más un pecho desnudo que un fusil en
ristre, una cabeza destrozada por las balas o un niño muriendo
de hambre. Entonces, el libro de Madonna es un golpe bajo a
las buenas conciencias y a la moral intachable de las personas
decentes. Esas mismas a quienes no les inmutan las diarias
noticias de muerte y desolación con que nos atiborra la CNN
-en un proceso de mixtificación que convierte las víctimas en
números estadísticos y al genocicio en ciencia ficción-, pero
que comprarán el libro en secreto por intermedio del
mensajero, lo hojarán mil veces a escondidas, y luego lo
condenarán en público para que se les note lo moralistas.
Aunque, de seguro, también les cauzará escozor en privado
porque el amor al desnudo aterroriza a todos quienes tienen la
moral entre las piernas.

Madonna, que sabe de amor por latina y de negocios por
norteamericana, ha hecho del sexo un "reclame" publicitario
que le reporta tantos millones como escándalos puede
ocasionar. "Like a Prayer" fue un comercial que costó
seiscientos mil dólares pero que jamás se exhibió porque la
pacatería munida de beatitud lo consideró inmoral. "Justify my
Love" es un video censurado que solo se pasa después de media
noche para que los niños no aprendan a hacer el amor. Con que
hayan aprendido a matar a las ocho con Chuck Norris es
suficiente. Y dentro de poco se estrena en USA su última
película, "El cuerpo de la evidencia", que provocará más de un
sonrojo y se clasificará X. Pero también ha hecho algo más con
su libro: Nos ha dicho en palabras y en imágenes que es mejor
un cuerpo bello, desnudo y vivo, que los miles de cuerpos
vestidos y afeados por la muerte que dejan de Bosnia a Namibia
las bombas y las balas; nos ha dicho que el cuerpo humano no
es sucio como lo aseveran los resagos actuales de la
hipocresía victoriana o los desuetos postulados de la
intolerancia religiosa; nos ha dicho que el amor no es pecado
como lo aseguran los corifeos de la moral cristiana que
ignoran o prefieren ignorar que Salomón le cantó a los pechos
desnudos de la sulamita, que David calentaba su vejez en las
noches entre los cuerpos núbiles de dos doncellas, y que Jesús
no repudió a María de Magdala sino que la amó. Y también nos
ha dicho, por si nos lo han hecho olvidar, que el sexo no es
una rutinaria costumbre que debe practicarse a escondidas y en
pijama o que requiere de la bendición de unas manos que a lo
mejor no sean tan santas como para santificar nada. Y, por
último, nos ha informado que, a pesar de las amenazas de fuego
eterno y los baculazos desde Roma, el fin único del amor no es
la procreación preservadora de la especie, que ya bastantes
somos en este mundo. Porque si así fuera, tendríamos períodos
de celo como las especies inferiores, a muchas de las cuales
el coito les es doloroso y, a veces, hasta mortal. Al ser
humano le produce placer. Y ese placer renace permanentemente
para gozo del cuerpo, solaz de los sentidos y paz del
espíritu. Un poco más de sexo ahorraría consultas con el
siquiatra y le economizaría a la humanidad miles de litros de
sangre inocente.

Por eso mismo este libro ha desatado gran escándalo en nuestro
hipócrita mundo, y sobre todo entre la pacatería
norteamericana capaz de rechazar a un candidato a presidente
porque se acostó hace 20 años con alguna amiga, y elige para
que nos gobierne a todos a cualquier actor de pésimos oestes,
soplón del viejo y siempre nuevo macartismo e invasor a
ultranza, o a un exjefe de la CIA con las manos llenas de
sangre. Porque en el país del negocio es negocio, la muerte
produce más dividendos que el amor. Es cuestión de revisar
estadísticas y averiguar qué produce más ganancias: si la
venta de tanques o la de condones.

Por todo eso pienso, sinceramente, que el mundo sería mucho
mejor si hubiera más Madonnas y menos Bushs.
EXPLORED
en Autor: Omar Ospina - [email protected] Ciudad N/D

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