Washington. 25.12.92. Mientras 1992 se aproxima a su
culminación, crisis en diveros lugares del planeta podrían
agravarse, enfrentando al presidente electo estadounidense
Bill Clinton con problemas que desafiaron incluso a un
mandatario fogueado en política exterior como George Bush.

En un año en el que Estados Unidos eligió a su primer líder de
la pos Guerra Fría, la política exterior norteamericana anduvo
a la deriva mientras a tientas intentaba definir su papel como
única superpotencia mundial.

A comienzos de 1992, la nación debatía hasta qué punto debería
alentar la reforma democrática en los nuevos estados
independientes de la ex Unión Soviética.

Al terminar el año, el debate se centra en cómo llevar a cabo
una misión de ayuda a Somalia, si se debe utilizar la fuerza
militar en la ex Yugoslavia y en la acuciante cuestión de cómo
auxiliar a la Comunidad de Estados Independientes.

'La amenaza cierta de los soviéticos ha sido reemplazada por
este período de increíble incertidumbre', declaró la analista
demócrata de política exterior Madeleine Albright, quien será
embajadora de Clinton ante las Naciones Unidas.

Algunos analistas indican que Estados Unidos pareció incapaz
en 1992 de encarar adecuadamente cuestiones de política
exterior -en un año en el que Bush pareció perder su visión
estratégica en momentos que las cuestiones internacionales
fueron relegadas a segundo plano por la prolongada campaña
electoral presidencial y los problemas económicos nacionales.

Bush volcó su atención en los problemas internos, dejando de
lado los asuntos internacionales mientras su popularidad en
las encuestas de opinión pública declinaba antes de los
comicios presidenciales de noviembre en los que buscó su
reelección.

En un intento desesperado por salvar su presidencia,
transfirió al Secretario de Estado James Baker a la Casa
Blanca como su secretario general. El intento falló y dejó al
Departamento de Estado en manos del ex diplomático de carrera
Lawrence Eagleburger.

Eagleburger, aunque capaz, no tenía mandato para introducir
innovaciones en política exterior.

Hubo pocos éxitos en política exterior en 1992, con la
excepción de la firma del Tratado de Libre Comercio para
América del Norte con México y Canadá y la posibilidad de
mejorar las relaciones con Vietnam. Esto último se debió a la
mayor cooperación de Hanoi en la cuestión de los
estadounidenses desaparecidos durante la Guerra de Indochina.

Las conversaciones de paz árabe-israelíes, presuntamente una
importante realización de Bush en política exterior, se hallan
en riesgo debido a una creciente ola de violencia en el Medio
Oriente.

El presidente iraquí Saddam Hussein sigue en el poder a pesar
de un embargo internacional impuesto contra su país.

Los acuerdos de paz para Angola y Camboya -en los que Estados
Unidos desempeñó un papel- muestran ahora señales de
desquiciarse.

Los vínculos con China están tensos, las esperanzas de mejorar
las relaciones con Irán no se materializaron y el gobierno
saliente sigue aún pugnando por completar un acuerdo comercial
mundial con Europa.

Ahora persisten dudas acerca del progreso de la reforma rusa
mientras hay focos de agitación y conflicto en algunos de los
ex estados soviéticos.

En Washington se escuchan exhortaciones a que se brinde una
mayor asistencia occidental y un liderazgo estadounidense más
claro a fin de asegurar el éxito de la reforma para introducir
la economía de mercado.

'Pienso que lo que hace la vida mas complicada es el hecho de
que Estados Unidos aún no ha definido totalmente cuál debe ser
su papel en el nuevo orden mundial', declaró Albright.

Durante todo 1992 Rusia y otros ex estados soviéticos se
debatieron con el proceso de cambio y Bush inicialmente
resistió los llamamientos a una masiva asistencia occidental.

A la postre, avaló un paquete de ayuda occidental por 24 mil
millones de dólares y programas estadounidenses específicos
-después que Clinton y el ex presidente republicano Richard
Nixon criticaron su inacción y advirtieron que la historia lo
juzgaría duramente por ello.

Corren riesgo dos históricos tratados sobre desarme que
reducirían drásticamente los arsenales nucleares de largo
alcance de Estados Unidos y la ex Unión Soviética -el pacto
START-1 que Ucrania se ha demorado en ratificar y el pacto
START-2, que parece estar sufriendo por la inacción de
Ucrania, la convulsión política en Moscú y el hecho de que la
presidencia de Bush está prácticamente terminada y hay que
esperar el advenimiento de un nuevo gobierno en Washington.

Todavía no se sabe lo que Estados Unidos debe hacer acerca de
la ex Yugoslavia. A comienzos de 1992, Washington estaba
ansioso y agradecido por dejar las soluciones potenciales del
conflicto yugoslavo a los europeos.

Pero informaciones sobre atrocidades en Bosnia, donde serbios,
croatas y musulmanes están enfrentados en un inclemente
conflicto étnico han incrementado y hecho más urgentes los
llamamientos en favor de alguna acción estadounidense.

Para fines del año, Estados Unidos estaba tratando de impulsar
a aliados europeos renuentes a integrar una fuerza militar
contra la aviación serbia y al levantamiento de un embargo
sobre ventas de armas a fin de ayudar a los agobiados
musulmanes bosnios a defenderse.

Estados Unidos también alteró su actitud en cuanto a resolver
el problema del hambre en Somalia, que anteriormente había
preferido dejar en manos de organismos humanitarios.

En una medida sorpresiva, Bush ordenó el envío de fuerzas
norteamericanas a Somalia para impedir que irregulares armados
saquearan los envíos de alimentos para los famélicos somalíes.

Ahora hay presiones para que los estadounidenses amplíen su
misión -otra cuestión, aún no resuelta. (REUTER)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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