San José. 27.12.92. Fructífera para algunos, frustrante para
otros, la conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente
y Desarrollo, efectuada en junio de este año destaca cómo la
esperanza en ciernes de la lucha ambientalista.
Una esperanza por el momento llena de promesas por cumplir,
que deberán esperar a 1993 o quien sabe cuantos años más para
tomar cuerpo y solucionar los cada vez más asfixiantes
problemas ambientales del planeta.
La conferencia, o cumbre de Río, fue la culminación de un
proceso que reunió a unos 120 jefes de Estado para poner las
cartas ambientales sobre el tapete, con resultados que seis
meses después aún generan discusión.
La cumbre puso en vigencia el compromiso de las naciones de
transitar hacia el desarrollo sustentable, entendido como el
modo de armonizar el avance de la tecnología con la
explotación y conservación de los recursos ambientales.
Permitió además que el hemisferio norte y el sur discutieran
sobre su desarrollo común, sobre la necesidad de tomar
acuerdos ambientales para evitar perjuicios comunes.
Sin embargo, no todos los consideran fructífera.
Alvaro Umana, ex ministro de Recursos Naturales de Costa Rica,
asegura que la cumbre fue un "anticlimax" que se realizó en
una coyuntura política negativa.
La actitud hostil hacia la cumbre del presidente de Estados
Unidos, George Bush, y el cuestionamiento interno y externo
del mandatario anfitrión, Fernando Collor de Mello,
ensombrecieron el panorama en Río.
"La Conferencia no fue lo que esperábamos.
No hubo compromisos reales, no se definieron metas fijas.
¿Cómo iba a haberlos si el país más fuerte la boicoteó?", dijo
Umana al referirse a Estados Unidos.
Umana lamentó que la idea de que los países desarrollados
destinará 0,7 por ciento de su Producto Interno Bruto a los
programas ambientales no germinó.
"Lo que hubo fue un acuerdo para dar la ayuda en el año 2000 o
"cuando se pueda", así dicen los documentos", enfatizó.
Luis Cárdenas, secretario del Tratado de Cooperación
Amazónica, afirmó que aunque muchos esperaban de Río "una
solución de golpe a los problemas ambientales", la reunión fue
el primer paso para lograr consenso en la materia.
Aunque por el momento los logros de Río están aún en "su etapa
retórica, más que en la realidad objetiva", Cárdenas considera
que se logró el consenso respecto a que desarrollo y ambiente
son inseparables.
Para Alicia Barcena, quien trabajó en la Secretaría de
Naciones Unidas que preparó la Cumbre de río, sí hubo
resultados aunque muchos de ellos están pendientes.
Barcena es directora ejecutiva del Comité Organizador del
Consejo del Planeta Tierra, organismo no gubernamental que
empezará a operar en 1993 con el objetivo de ser el fiscal
planetario en materia de ambiente y desarrollo sostenible.
A su juicio, los resultados más importantes de la cumbre son
institucionales, programas de revisión interna y la voluntad
de incorporar a la sociedad civil y sus organizaciones no
gubernamentales (ONG) en la lucha ambiental.
La Cumbre de Río generó todo un movimiento en los países para
crear comisiones nacionales de desarrollo sustentable, adaptar
el marco institucional o revisar la legislación sobre el
ambiente.
Sin embargo, "el mensaje ambiental todavía no ha llegado a
toda la sociedad, a sus bases, la gente desconoce aún los
resultados concretos de Río, sus acuerdos e inplicaciones",
aseguró Barcena.
Río fue un clímax, aunque no logró todo lo deseado.
Los problemas siguen vigentes y lo seguirán mientras no se
replantee el desarrollo", afirmó.
Por el momento, los prioridades de la lucha ambiental parecen
definidas por las seis áreas en las que se concentra el Fondo
Mundial del Medio Ambiente, encargado de proveer dinero para
su protección: biodiversidad, capa de ozono, calentamiento
climático, saneamiento de aguas, desertificación y
deforestación.
A las puertas del siglo XXI, es un hecho que el desarrollo
tecnológico no va a detenerse, y que la población depende cada
vez más de una sociedad industrial donde el principal consumo
es el energético.
Energía que, actualmente, proviene de materiales fósiles como
el petróleo, cuya reserva es limitada.
Opciones como la energía hidroeléctrica, la geotérmica, la
solar o la eolica no parecen capaces de abastecer los
volúmenes de consumo actuales y futuros, por lo que la opción
más viable parece ser la nuclear.
Es por esto que, a pesar del peligro que entraña y de la
oposición de los ambientalistas, los últimos días del año
transcurren mientras el Akatsuki Maru está próximo a atracar
en Japón con su polémica carga de 1,7 toneladas de Plutonio.
Otro de los temas del año que concluye es el tráfico ilegal de
desechos tóxicos, comercio clandestino que pese a la veda
general internacional aún promueve operaciones disfrazadas,
sobre todo hacia países del Tercer Mundo.
El adelgazamiento de la capa de ozono sobre la Antártida
también acapara la atención mundial.
En 1992 se denunció que el "Hoyo" alcanzó su mayor extensión:
28 millones de kilómetros cuadrados, tres veces el territorio
de Estados Unidos.
La capa de ozono es devorada por el uso industrial y comercial
de las moléculas de clorofluorcarbonos (CFC), que acuerdos
internacionales planean eliminar en su totalidad para 1996.
El problema de la contaminación demuestra como la
responsabilidad del daño al ambiente es evidentemente
desigual.
Mientras los países desarrollados generan 80 por ciento del
dióxido de carbono lanzado a la atmósfera, regiones como
América Latina y el Caribe emiten solo 5,8 por ciento del
total.
Alimentadas en Río de Janeiro, las esperanzas de resolver el
sinfín de problemas ambientales del atormentado planeta
enfrentan la llegada de 1993 con incertidumbre.
Funcionarios de la cancillería brasileña declararon
recientemente no percibir indicios de que los países
desarrollados se dispongan a asumir los compromisos asumidos
en la cumbre.
Alicia Barcena aseguró que "el tema del ambiente es
silencioso: solo se habla de él cuando el daño es muy grande",
por lo que la sociedad civil debe presionar a sus gobiernos
para cumplir las promesas de desarrollo sustentable en 1993,
sin luchar contra la economía de mercado.
Además, la esperada reestructuración del sistema de las
Naciones Unidas permitirá racionalizar sus finanzas internas,
que deberán adaptarse a los nuevos desafíos internacionales,
entre ellos el desarrollo sustentable.
En 1993 se reunirá por primera vez, en Nueva York, la comisión
ambiental que pondrá en práctica el plan global de protección
al ambiente acordado en río, la agenda 21.
Para el costarricense Alvaro Umana, 1993 será un año
"interesante" en materia ambiental, marcado por el cambio de
gobierno en Estados Unidos y la entrada en acción de un
vicepresidente con amplia tradición ambientalista: Albert
Gore.
Aunque Clinton prometió en campaña electoral aumentar el
financiamiento del gobierno a los temas ambientales e
incentivar a la industria que contribuya a la conservación,
algunos se mantienen escépticos sobre la nueva administración.
Sea como sea, el tema ambiental no perderá vigencia durante el
año próximo ni en los venideros.
Será retomado en las próximas conferencias de las Naciones
Unidas: la de derechos humanos, en 1993, y la de población, en
1994.
Además, los problemas ambientales saltan cada día más a la
vista y las promesas para solucionarlos tendrán que ser
asumidas con mayor responsabilidad. (IPS)
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Ciudad N/D
Publicado el 27/Diciembre/1992 | 00:00