Quito. 22 oct 2001. El olor ácido de la sangre se percibe apenas se sube
la primera de las gradas que llevan a la zona de faenamiento de los
animales.

Son las 06:40, pero el trabajo del Camal Metropolitano, ubicado al
suroccidente de Quito, comenzó a las 05:30 en punto. Para un extraño, el
olor, combinado con todos los matices del color rojo, pueden resultar
incómodos.

Según Ramiro González, uno de los veterinarios del camal "solo los
expertos reconocen, por el olfato,. si la carne es apta para el consumo.
Su olor es ácido y una variación en el mismo es síntoma de que algo anda
mal. La capacidad de percibir esas sutiles diferencias solo se adquiere
con la experiencia. Todas las carnes, a simple vista, lucen normales".

"Un hombre que ha matado animales empíricamente por 20 y más años no
puede considerarse técnico para reconocer enfermedades en la carne".

Para Carlos Ordóñez, director de la Empresa de Comercialización del
Municipio, el 40 por ciento de la carne que se consume en la ciudad es de
dudosa procedencia. "Por eso es necesario realizar un control directo".

Según datos de la Empresa Metropolitana de Rastro, en los últimos 15 días
se ha decomisado 10900 kilogramos de carne de dudosa procedencia.
"Nosotros exigimos que los comerciantes tengan los documentos y sellos de
la Empresa Metropolitana de Rastro. Si no los tienen, se retienen los
productos hasta que el veterinario dé su visto bueno".

A partir de esta semana, la Empresa Metropolitana de Rastro empezará una
campaña en los mercados de la ciudad. La idea es intensificar el control
para que el producto que se expende en las tercenas tenga la garantía de
haber seguido un proceso higiénico de faenamiento.

"El consumo de carne en la ciudad no es excesivo. Incluso consumimos
menos que en otros países. La falta de recursos para adquirirla es una de
las razones", afirma González.

En la ciudad se expenden diariamente 114 000 kilogramos de carne de res,
19 000 de chancho y 9 000 de bovinos. Esta cantidad es certificada, es
decir, cumple un proceso sanitario. Los camales autorizados son:
Metropolitano, Píntag, Llano Grande, Calacalí, Quinche, Tumbaco y
Conocoto. Además hay convenios con los camales de Sangolquí y Tumbaco.

Según Patricio Guayaquil, gerente de la Empresa de Rastro, "el proceso
permite entregar al mercado un producto de calidad y garantizado". El
control de un veterinario antes y después del faenamiento determina si el
animal tenía enfermedades como brucelosis, parasitosis, aftosa... Esta es
la principal diferencia con los camales clandestinos, de los que existen
60 en toda la ciudad.

Guayaquil dice que en los camales clandestinos se sacrifica al animal con
sufrimiento y sobre el suelo. Solo hay unos ganchos para colgar los
cuerpos.

Otro riesgo, según Guayaquil, es la carne importada. "No porque es de
otros países está totalmente garantizada". La Empresa de Rastro también
hará el seguimiento de estos productos.

Un veterinario observa minuciosamente los cuerpos de los animales
muertos. Una vez que pasa el chequeo se pone un sello metálico, con tinta
vegetal. Los sellos dicen "aprobado", "observación" o "decomisado" y se
los cambia periódicamente de formato, para evitar adulteraciones.

Los trabajadores cumplen las labores de limpieza de las vísceras del
animal. Otro profesional las revisa una a una. Entra nuevamente en juego
la experiencia y el conocimiento para permitir su comercialización.
"Cualquier persona a simple vista no puede reconocer enfermedades".
Cuando existen dudas, la carne o las vísceras pasan a exámenes de
laboratorio para su aprobación.

En cada proceso de faenamiento trabaja un equipo de profesionales. Estos
están distribuidos en bovinos, ovinos, porcinos y despacho. Para cada
especie hay dos veterinarios. El primero revisa las carnes y el otro las
vísceras. Ramiro González supervisa el aspecto sanitario. Además, en el
laboratorio trabaja un profesional.

En las tercenas, una calcomanía de color rojo, aprobada por la Empresa de
Rastro, muestra que ese sitio tiene la autorización para vender carne de
calidad. Además, cada pieza de carne tiene una guía y un sello.

El cliente tiene todo el derecho de exigir la exhibición de estos sellos
municipales. A esto se suma que la Empresa, a través de los
administradores de los mercados metropolitanos, informa a los vendedores
de carne sobre los controles que se harán.

Para ser autorizadas las tercenas deben tener una patente anual, que
permite comprobar si tienen cámaras frías, agua, infraestructura y
equipamiento adecuados.

En los operativos de control participan la Empresa de Comercialización
del Municipio, las comisarías municipales, la Empresa de Rastro, la
Policía Metropolitana y la Policía Nacional.

Guayaquil asegura que su interés no es "decomisar por decomisar. No
quiero quitarle el negocio a nadie, pero los comerciantes deben estar
conscientes que es su obligación vender un producto seguro para sus
clientes". (Texto tomado de El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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