DE USA CON AMOR

No a Los Problemas de Aduana!, grita un aviso en El Diario La
Prensa de Nueva York. "Mamá no puede esperar..., cómprele hoy su
regalo". "Compre en Nueva York y reciba a domicilio en su
país..."

Los avisos aparecen cada día con más frecuencia en los diarios
neoyorquinos en español, publicitando un servicio especial para
los latinoamericanos que están trabajando en Estados Unidos. Y
lo que demuestra es un negocio nuevo que podría hasta
considerarse una forma singular de comercio exterior: la
exportación de mano de obra con remesa de utilidades hacia el
país de origen.

Millones de trabajadores centroamericanos, caribeños y
sudamericanos están viviendo y trabajando en ciudades de Estados
Unidos. Algunos tienen permiso de trabajo; muchos son ilegales,
sin documentos que les autoricen a trabajar; algunos ni siquiera
portan visas para entrar al país.

Pero todos tienen algo en común: ganan salarios norteamericanos,
que llegan a ser hasta diez veces más altos que los que podrían
ganar en sus propios países.

Más allá de los giros postales

En total, estos trabajadores remiten más de US$ 7.000 millones
de regreso a América Latina cada año. El Salvador, para citar
solo un caso, gana más por el dinero remitido pos sus
trabajadores en el extranjero que por cualquier otra fuente de
ingresos: el trabajo ha suplantado al café, el algodón y el
azúcar como la mayor "exportación" del país.

Hasta hace poco tiempo, lo único que se ofrecía a estos
trabajadores era el servicio de transferir parte de sus ingresos
norteamericanos a sus familias en México, Haití o Ecuador, por
parte de firmas como American Express y Western Union. Pero ahora
la cosa se ha refinado; y ya no se trata solo de enviar dinero
en efectivo, sino una montaña de productos de consumo. Y una
nueva generación de empresarios está aprendiendo cómo explotar
ese mercado, vendiendo a América Latina a través de los
trabajadores latinoamericanos en Estados Unidos.

Juan A. Huezo, un salvadoreño que vive en Nueva York, es uno de
estos visionarios. En marzo inauguró su empresa J. A. Huezo,
Inc., una tienda en el barrio hispano de Manhattan que tiene la
representación de la cadena de tiendas centroamericana La
Curacao. Famosa por sus amplia selección de artefactos eléctricos
y productos para el hogar, La Curacao es una marca respetada en
toda Centroamérica. Pero las tiendas en El Salvador, Guatemala
y Honduras estaban sufriendo una caída en la demanda y la empresa
le pidió a Huezo que sirviera como agente para extenderse a
Estados Unidos.

Y aldo así era exactamente lo que el mercado latinoamericano de
Nueva York estaba necesitando.

Agua potable desde Estados Unidos

El negocio es la simplicidad misma: Huezo pone avisos en
periódicos, estaciones de radio y canales de televisión en
español, ofreciéndoles a los centroamericanos y caribeños -hay
millones de ellos solo en Nueva York- la oportunidad de comprar
refrigeradores, máquinas de coser y televisores que pueden
entregarse directamente a familiares en el país de origen.

Los clientes pueden pagar a crédito y, como llegan con dólares,
pueden comprar en La Curacao con un descuento respecto del precio
centroamericano. En menos de ocho meses desde que abrió su primer
local en marzo, Huezo ha ampliado su negocio a 14 tiendas en
Nueva York además de otra en Washington. Y tiene planes de
instalar dos más en Los Angeles y Texas para alcanzar su meta de
30 locales a fines del próximo año.

"El producto más vendido es el aparato de cocina", sonríe Huezo.
"Y hemos vendido unos 22 refrigeradores en seis meses". Dice que
ahora tiene casi mil clientes regulares y que ha ganado casi US$
1 millón desde que comenzó el negocio.

Ultimamente Huezo ha estado saturando sus espacios de televisión
con avisos de bombas de agua, pozos y cisternas. "La mayoría de
nuestros clientes proviene de zonas rurales", explica, de lugares
donde el agua potable es escasa. Por US$ 300, Huezo ofrece un
paquete completo que incluye la instalación del pozo, la cisterna
y las cañerías: una ganga para trabajadores que ganan salarios
de US$ 800 o más por mes.

Hogar, dulce hogar

Carlos Pérez es otro salvadoreño que ha encontrado el éxito en
el mercado latinoamericano de Estados Unidos. Su compañía de
remesas, Giant Express, tiene 50 locales en el país del norte y
otros 300 en Centroamérica. El año pasado, Giant Express remitió
más de US$ 15 millones solo a América Central; y Pérez ha
descubierto una veta que le permitió expandir sus negocios. Su
oficina en Miami comenzó a ofrecer a los clientes algo nuevo: la
oportunidad de comprar y construir viviendas en El Salvador,
pagándolas directamente a través de oficinas de Giant Express en
Estados Unidos.

Un empresario salvadoreño contactó a Pérez en Miami, pidiéndole
ayuda para el desarrollo de una urbanización al oeste de El
Salvador. El empresario buscaba potenciales clientes de clase
media dispuestos a comprar casasen medio de una guerra civil.

Pérez pudo encontrar clientes para 50 casas a precios que iban
desde US$ 30.000. Todas se vendieron en tres meses, incluso
con el 30% que se exigía de pago inicial. "Nuestra tasa de
incumplimiento es inferior al 2%, se ufana Carlos Noceda,
director de la operación de Giant Express en Miami. "Esa cifra
es mejor que la que pueden mostrar los corredores de propiedades
aquí en Miami". Los pagos se hacen mensualmente y es la propia
empresa que desarrolló el proyecto -no Giant Express- la
encargada de las hipotecas. "Nosotros fuimos el vehículo para
conseguirle mercado a esa empresa", agrega Noceda, "y al mismo
tiempo, la operación nos permitió ofrecer un servicio nuevo a
nuestros propios clientes".

Alvaro Noboa, presidente del Banco del Litoral de Guayaquil, ha
lanzado un negocio similar. Su empresa Deture S.A. ofrece
parcelas -con o sin casa- a los ecuatorianos que han emigrado a
Estados Unidos. Cobra un monto inicial de US$ 5.000 y pagos
mensuales durante cinco años, que son de US$ 100 para la parcela
sola y de US$ 200 para la parcela con casa construida.

Mientras Giant Express partió trabajando con solo una
urbanización en San Salvador, la empresa de Noboa ofrece a sus
clientes en Estados Unidos la oportunidad de tener su parcela y
su casa en cualquier parte de Ecuador. Hasta ahora, Deture ha
desarrollado una comunidad para jubilados en el balneario
ecuatoriano de Salinas, además de casas individuales en Cuenca
y Guayaquil. "Hay 400.000 ecuatorianos trabajando en Estados
Unidos", dice Noboa. "Me gustaría tener a mil de ellos como
clientes para el próximo año".

Aló, ¿México?

Estos no son los únicos nuevos negocios que están creciendo con
la comunidad de trabajadores latinoamericanos en Estados Unidos.
En Queens, una gran zona de inmigrantes de Nueva York, ocho
empresas ofrecen servicio telefónico de grandes volúmenes a
América Latina. La peruana Yvonne Heredia inició la compañía
Reliable Telephone Service Inc. (RTS) con su marido
estadounidense, Wayne Levitt, en 1988. RTS compra líneas directas
de AT&T y establece casetas telefónicas para sus clientes en
Queens. Una llamada a México cuesta solo US$ 1 por minuto, casi
la mitad de lo que se paga llamando desde un teléfono
residencial. Los cuatro locales de la empresa registran entre 50
y 100 llamadas diarias a México, y la pareja quiere ampliar su
negocio a California, Florida, Illinois y Texas.

"Una gran parte de los emigrantes no tienen teléfono en sus casas
o bien temen instalar uno porque son indocumentados", dice
Levitt. "Y nos dirigimos al mercado de los emigrantes
latinoamericanos porque ellos conocen este tipo de servicio en
sus países de origen".

Y otra área de crecimiento es la comunidad cubana. El
Departamento del Tesoro ha autorizado a docenas de agencias para
que remitan paquetes de "ayuda humanitaria" con comida y
medicamentos a la isla. Este año, muchas de estas oficinas han
estado publicitando abiertamente sus servicios como remesadoras
de dinero, ofreciendo un tipo de cambio que quintuplica el
oficial. El negocio, que era minúsculo hace poco tiempo, se ha
ido duplicando anualmente hasta llegar hoy a unos US$ 250
millones al año. (REVISTA AMERICA ECONOMIA N. 57 pp. 17-19)


EXPLORED
en Ciudad N/D

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