María Gabriela Paz y Miño

Quito. 4 mar 96. Fue solo un segundo de descuido. Un respiro
-ir y volver de la habitación del enfermo, nada más- y el
médico lo perdió.

Había esperado por él durante horas: espiando a sus colegas,
jurando y rejurando a su paciente que, "seguro", que "esta vez
sí" le tocaría su turno en el quirófano. Pero falló. La hora
para las operaciones de corazón terminó y su paciente, otra
vez, se quedó fuera.

Ahora, mientras su colega se lavaba las manos para empezar una
delicada operación cerebral, él se esforzaba por explicarle al
decepcionado enfermo que hizo todo lo posible; que, aunque era
cierto que había cinco quirófanos en el hospital solo tres
tenían el personal necesario para operar. Y que, una vez más,
esos tres estaban ocupados.

"Son solo ocho días más", le dijo el médico al hombre,
mientras pensaba que hace una semana le había prometido
exactamente lo mismo. El paciente, por su parte, no terminaba
de creer que después de superar lo que pensó que era el peor
obstáculo para salvarse: conseguir 360 mil sucres para el tubo
de drenaje y 80 mil más para las suturas que se utilizarían en
su operación de corazón, ahora no había, en el hospital, un
lugar para operarlo...

Por la ruta de la muerte

Las "peleas" por quirófanos entre los médicos del Hospital
Enrique Garcés (o el "hospital del sur", como lo conoce la
gente) son cosa de todos los días. Como es cosa de todos los
días que no se pueda realizar un examen de laboratorio o una
radiografía en el hospital porque no hay reactivos, o porque
los equipos están dañados y no hay dinero para repararlos.

No es raro, tampoco, que los pacientes tengan que comprar sus
propios insumos -gasas, mertiolate, penicilina, ampollas- para
poder ser intervenidos. O que sean remitidos a otros
hospitales de la ciudad -en lo que uno de los médicos denomina
la "ruta de la muerte"- porque el del sur no está en capacidad
física de atenderlos.

Según los médicos de este centro hospitalario -con 14 años de
funcionamiento y 327 camas (de las cuales se ocupan entre el
60 y el 70 por ciento)- está en crisis desde hace casi cinco
años.

Por eso -dicen ellos- el paro médico no cambió el paisaje
interno. "Con o sin paro, las condiciones son casi las mismas.
Aquí todos los días tenemos que inventarnos cosas para suplir
las necesidades", asegura el subdirector del hospital,
Gilberto Ruiz.

Y la imaginación debe ser fértil si se toma en cuenta que,
este año, por ejemplo, el porcentaje de déficit es del 39%,
sólo en el rubro de gastos fijos: insumos, mantenimiento,
alimentación, herramientas, compra de equipo, calderas, etc.

Una soga que aprieta... y ahoga

Las cifras hablan por sí mismas: el año pasado el gobierno
asignó al hospital del sur 13 mil 100 millones de sucres como
presupuesto. De éstos, 9 mil 400 fueron destinados solo a
sueldos y 3 mil 700 a gastos variables. ¿El resultado? El
hospital cerró las puertas en noviembre durante casi tres
semanas, porque -aunque hicieron mucho esfuerzo para
estirarla- la plata se acabó antes de que se acabara el año.

La crisis, entonces, se solventó parcialmente gracias a un
cheque del gobierno que les ayudó a pagar las deudas y a la
labor de autogestión del hospital. "Se comenzaron a vender
algunos de los servicios y, gracias a ello y al funcionamiento
de la botica popular, pudimos percibir una entrada de unos 6
millones por día", explica el director encargado, Carlos
Freire.

Para este año, el gobierno ha destinado a la casa hospitalaria
11 mil 100 millones para gastos fijos y 2 mil 200 para
variables. La crisis es la misma, con la única diferencia de
que, por obra y gracia de un decreto ministerial que suspendió
los cobros a los pacientes, el hospital no tendrá ninguna
alternativa para solventarla.

SE TRATA DE UN ESPEJO LIMPIO, PERO POBRE

Un espejo. Así es como define el director del Enrique Garcés a
la sala de emergencias de cualquier casa asistencial. En el
caso del hospital del sur, se trata de un espejo limpio. Pero
pobre.

El personal que trabaja en esta área del hospital -que pese a
todo, es una de las que mejor funciona- no es suficiente para
cubrir la demanda.

No hay un solo médico tratante (se necesitan al menos 3) y
todas las emergencias las atienden médicos residentes, que
tampoco son de planta.

La falta de personal médico -de 850 trabajadores, solo el 25%
corresponde a este equipo- se evidencia también en otras
áreas: en la de radiografías, por ejemplo, no hay quien cubra
los turnos de la noche, ni de los fines de semana. Por eso, en
caso de necesitarse una radiografía en esos momentos, el
paciente tendrá que hacérsela en otro hospital.

Sin embargo, y pese a todo, el centro hospitalario funciona.
Es más, hay áreas en las que es líder. La cirugía
laparoscópica, por ejemplo: el hospital del "sur" es el
primero de los hospitales públicos en practicarla. Eso y él
área de obstetricia y neonatología son los orgullos del centro
hospitalario... aunque para serlo hayan tenido que quitarles
recursos a casi todas las demás.

LOS RUEGOS EMPIEZAN POR LA INUTIL CAFETERA

"La falta de mantenimiento de los equipos... ese es uno de los
problemas graves del hospital". La frase la suelta uno de los
médicos que dialoga con HOY en la dirección del hospital,
mientras -con una tasa en su mano derecha- camina hacia la
cafetera.

"Gran parte de la maquinaria está en desuso", dice él y coloca
el pequeño recipiente blanco debajo de la máquina. "No hay
plata para comprar repuestos, no hay con qué pagar las
reparaciones. Las cosas pueden estar dañadas por años de
años", asegura. Y empieza la extraña operación: con la mano
izquierda sostiene la tasa, con la derecha toma la perilla de
la cafetera y -en lugar de presionarla como haría cualquier
persona que quiere que la máquina vierta café- la mueve de
derecha a izquierda, de arriba hacia abajo y, por último,
hasta en círculos."Es que a ésta hay que ordeñarla. ¿Ya ve que
no le miento?", asegura el galeno, a modo de explicación.

La cafetera es su mejor ejemplo, pero, desgraciadamente, no es
el único. En el hospital Enrique Garcés, por lo menos el 50%
de los equipos está parado por problemas de mantenimiento.

No importa del lado que se lo mire. Si se empieza por abajo,
son los calderos: el hospital tiene tres, de los cuales solo
funcionan dos. De estos dos, solo uno de ellos sirve al cien
por ciento. Para reparar el averiado harían falta 40 millones
de sucres. Así que, mientras el personal se las ingenia para
esterilizar la ropa y los equipos o calentar el agua con un
mínimo de vapor -especialmente en las horas pico- los técnicos
rezan para que el único caldero que funciona no "cumpla sus
horas de vuelo" y se paralice.

Plegarias

También rezan para que las dos -de cinco- lavadoras que aún
funcionan no se averíen, para que no se detenga la única
secadora, ni la única cisterna; para que los remiendos hechos
con cinta adhesiva a las "bandas de transporte" de la máquina
planchadora duren un poco más y para que el único generador
que funciona cuando se ve la luz -y que alumbra un 30% del
hospital- no los deje, de pronto, a oscuras.

En otras áreas del hospital, la cosa no cambia demasiado: los
cortes para las autopsias todavía se hacen con el único
cuchilllo que ha tenido el hospital desde que se abrió hace
catorce años y en la sala de macroscopía hay un solo par de
guantes de caucho para todos.

Pero al menos hay alguien feliz: es la persona que escribe las
historias clínicas de los pacientes y que, desde hace poco, ha
dejado de hacerlo a mano porque un médico generoso le
consiguió una nueva máquina de escribir... (DIARIO HOY) (P.
8-A)
EXPLORED
en

Otras Noticias del día 04/Marzo/1996

Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el