Quito. 29 mar 96. Un virtual acuerdo se produjo la tarde de
ayer entre los representantes de la Cooperativa 8 de
septiembre, los dirigentes de la Federación Ecuatoriana de
Cooperativas de Ahorro y Crédito (FECOAP) y la
Superintendencia de Bancos.

El organismo de control bancario dio una respuesta positiva a
la solicitud del crédito efectuada por los personeros de la
Cooperativa para superar la crisis de iliquidez, desatada el
fin de semana pasado.

El Banco Central le prestará a la cooperativa 3 mil 500
millones de sucres, mientras los socios deberán capitalizar,
por su parte -y a través de certificados de aportación- 2 mil
millones más.

Las condiciones de la Superintendencia de Bancos son que el
Banco Central sea el encargado de nombrar al gerente, los
auditores externos, el contador, el jefe de crédito y los
asesores legales de la Cooperativa y, adicionalmente, que se
destine un índice de liquidez del 10% de los pasivos a una
institución que genere rentabilidad.

El otorgamiento del empréstito -establecido (aún para
cooperativas) en la propia Ley de Régimen Monetario para casos
de iliquidez como el que afronta la 8 de septiembre- salvaría
al instituto de ahorro de una posible quiebra.

La respuesta definitiva la darán la FECOAC el próximo fin de
semana, después de una asamblea general de representantes de
las cooperativas. Una luz para los ahorristas de la 8 de
septiembre, que vivieron hasta ayer, jornadas de angustia.



EL ANCIANO QUE AHORRO DURANTE 28 AÑOS



Quito. 29 mar 96. Eran las 12h00 del día. En las afueras del
Congreso Nacional, un centenar de personas pugnaban por
entrar. Allí estaban: el anciano que ahorró durante 28 años el
fruto de "sembrar cebollas y papas"; la viejita que obtuvo un
millón de sucres por la venta de su vaca y depositó el dinero
en la cooperativa para pagarse, "a la hora de la hora", su
propio funeral; el hombre, "malo de la vista", que esperaba
usar su plata cuando pudiera operarse los ojos y el tesorero
de la Junta de Aguas de Pintag, que había depositado -además
de dos millones propios- los 500 mil sucres que sus
coterráneos lograron reunir para trabajos en favor de la
comunidad.

Todos ellos formaban la delegación de Pintag, una de las
tantas conformadas entre los 60 mil socios afectados por la
crisis desatada en la Cooperativa 8 de Septiembre.

Esperaban, de alguien, una respuesta a su desesperación.

"O todos o ninguno", era el clamor general. Ningún poblador
estaba dispuesto a quedarse afuera si a otro se le concedía la
entrada.

La espera se prolongó largamente frente a las puertas del
Parlamento.

La desinformación, entre ellos, era evidente. "Yo también soy
uno de los damnificados por esta huelga", repetía
insistentemente uno de los pobladores. Otro se desgastaba
pidiendo que "apresen a los dirigentes que ya se han fugado
con la plata".

La mayoría quería, únicamente, que alguien les devolviera su
dinero.

Casi a la una de la tarde, un vocero del presidente del
Congreso les anunció que Fabián Alarcón los iba a recibir. A
esa hora ya estaba entre ellos -aunque muchos no lo notaron-
el gerente encargado de la Cooperativa, Fernando Flores. El
hombre se mantenía en silencio y se movía entre la gente como
un socio más.

Minutos después del anuncio, las puertas se abrieron a la
delegación. Uno a uno, entraron al salón del "antiguo senado",
los campesinos, los agricultores, las mujeres, los ancianos y
el gerente encargado.

Allí los recibió una "mesa directiva" improvisada ese momento.
En ella se ubicaron, a la espera de Alarcón, los
representantes de la Cooperativa y uno que otro espontáneo.
Abajo se sentaron los demás.

Los minutos pasaron en un silencio absoluto. Lo único audible
eran las cartulinas -"Pintag presente", "Soy campesino, ahorré
mi sacrificio y se perdió"- que los asistentes desdoblaban con
sumo cuidado y, el fondo musical de "Primero la gente" que
animaba uno de los pasillos.

Casi inmediatamente llegó -no el Presidente- pero sí su
enviado especial que, en medio de los aplausos de la gente,
prometió a los campesinos "perjudicados por las financieras
fantasmas" (?) darles cualquier asesoramiento legal.

Cuando, después de las primeras promesas, uno de los
pobladores tomaba la palabra, entró repentinamente el
presidente del Congreso. Saludó a la gente y, los pocos que
aún lo tenían puesto, se quitaron el sombrero. Alarcón tomó el
micrófono, ofreció su contingente "en la medida de sus
posibilidades", recibió un aplauso efusivo. Y se fue.

Para el agradecimiento quedaron sus delegados.



EL PODER DEL RUMOR



La crisis que se desató el viernes pasado, a las 13h30 de la
tarde, tiene una historia larga.

El problema que acabaría en la iliquidez de la cooperativa
comenzó -según Fernando Flores, gerente encargado de la
cooperativa- cuando la Comisión de Vigilancia de la
Superintendencia de Compañías determinó ciertas
irregularidades administrativas en el manejo de la entidad
financiera.

En efecto, los malos manejos de los antiguos personeros de la
cooperativa -que gastaron 1600 millones de sucres en pasivos
improductivos- fueron un factor de la crisis.

A ello se sumó, según Flores, el pánico, "provocado por los
rumores de personas que querían hacer daño a la entidad" y que
provocaron que, en efecto, los socios empezaran a retirar sus
ahorros de manera acelerada.

La cooperativa se quedó "sin un centavo" para darles a sus
ahorristas y éstos, en medio de la desesperación, quisieron
llevarse hasta las computadoras a cambio del dinero.

270 millones prestados por otra cooperativa, en noviembre
pasado, fueron un paliativo temporal. Pero el "bache creció",
según Flores, cuando el Banco del Pichincha "retuvo una
garantía de 1847 millones de cartera de la cooperativa, por un
crédito de 500 millones".

Sin embargo, según el gerente de la 8 de Septiembre, no hay
nada más lejano a la palabra "quiebra" que lo que pasa con la
cooperativa. "Tenemos recursos para responder, pero
actualmente no hay liquidez", asegura. El cierre de las
sucursales de la avenida Colón y de la ubicada en Pintag
habría respondido, más bien, a una "medida de seguridad".

El riesgo, sin embargo, es persistente y una alternativa de
solución debería pasar -según Wilson Paredes, presidente de la
FECOAC- por una reforma a la Ley de Cooperativas, la creación
de una Superintendencia de Cooperativas y la ejecución de un
control más eficiente para seguridad de los 3 millones y
medio de ecuatorianos que han confiado su dinero a las
cooperativas. (DIARIO HOY) (P.8-A)
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