ÂFELIZ NAVIDAD! JO, JO, JO. Por Felipe Burbano de Lara
Quito. 18.12.91. (Editorial) Esta Navidad promete para Quito
la venida de un nuevo salvador. Se han dado las primeras
anunciaciones de lo que será, y él mismo, en persona, lo ha
testimoniado. En su última aparición televisada, espectacular
como todas, cambió la guayabera por el terno y la corbata, y
dejó los barrios marginales de Guayaquil por un sobrio
escritorio, adornado con una estanterÃa repleta de elegantes
libros. QuerÃa dar una imagen de altura y seriedad. Y si no
habrÃa sido porque en sus palabras se descubre un juego de
imágenes y sÃmbolos, valores y sentimientos, odios y
venganzas, no habrÃa quedado duda de que sÃ, de que ahà estaba
un nuevo salvador.
Abdalá Bucaram ha lanzado un rugido de guerra. "Os invito
oligarcas, únanse, o me destruyen o los aniquilo con mi pueblo
y con la verdad". Su objetivo, esta vez, es crear un espacio
populista en Quito para su candidatura. Las armas no importan:
el fin -la salvación- justifica los medios. Ha escogido
cuidadosamente las figuras para su juego. HacÃa falta,
primero, un malvado, "una oligarquÃa corrupta". El ya le puso
nombre y apellido: es la familia Acosta, "pandilla bancaria",
"ladrones de corbata y levita". Luego hacÃa falta el escenario
de la trama. El lo descubrió: Quito, "la madre de la patria",
"cuna de los grandes hombres dignos y libres". Luego, habÃa
que encontrar la vÃctima de la pandilla: el pueblo, al que se
le quiere "vulnerar sus sueños" y "matar su destino". Y para
completar la conocida escenografÃa, como último y fundamental
actor, presentó al salvador: es él mismo, el único polÃtico
con dos exilios, el hombre a quien los "demonios" quieren
perseguir y matar.
Crear un espacio polÃtico no significa solo montar el
escenario y poner los actores: implica un movimiento, una
conducción; implica, en este caso, utilizar un discurso para
crear el antagonismo irreductible entre el pueblo y la
oligarquÃa, dentro de un esquema polÃtico maniqueo que divide
a la sociedad en buenos y malos, en amigos y enemigos. Bucaram
sabe, como ningún otro, que la realidad y las identidades
sociales están simbólicamente constituidas y en consecuencia
que esa realidad es susceptible de ser interpretada de mil
maneras. Lo que no sabemos es hasta dónde es posible
interpretar, y si la realidad, en algún momento, tiene lÃmites
precisos, infranqueables.
El grito de guerra bucaramista quiere descomponer las formas
polÃticas de Quito: quiere reencauzar la polÃtica hacia el
populismo; movilizar al pueblo en contra de "la oligarquÃa";
desatar las emociones y utilizar las situaciones de desamparo
social en contra de una tradición, que, bien o mal, se ha
mantenido. Por primera vez, el esquema polÃtico manejado por
el populismo en Guayaquil, es trasladado a Quito, en un
movimiento audaz y desafiante.
Pero su última intervención mostró el otro lado del
bucaramismo: sus conexiones polÃtico financieras. Bucaram
aprendió de su tÃo Assad: también él es amigo de los oligarcas
buenos, y en su nombre moviliza polÃticamente las pugnas
financieras, los resentimientos, las venganzas. En ese punto,
Bucaram el populista, Bucaram el locuaz, Bucaram el salvador y
Bucaram el bueno, desaparecen, se esfuman, se pierden. En su
lugar, surge una suerte de instrumento del insaciable apetito
de los sectores monopólicos. Ese momento, Bucaram es la misma
oligarquÃa disfrazada, camuflada, el mismo demonio. Es la
antidemocracia.
¿Se tragará Quito esta historia? ¿Hasta dónde el discurso
populista, con oposiciones radicales, manejo de figuras y
sÃmbolos polÃticos, entrará en esta ciudad donde han crecido
los partidos ideológicos y se ha conservado una cierta
tradición? ¿Las condiciones de marginalidad y exclusión social
en las que vive buena parte del pueblo, dejarán seducir a este
discurso? El retorno de la derecha tradicional, conservadora,
interpretado como un rechazo a los estilos extravagantes de
hacer polÃtica, ¿será frenado por la irrupción de este
populismo que violenta el orden y siembra dudas sobre lo que
siempre se tuvo como respetable? (4A)