EL FMI SI TIENE QUIEN LE ESCRIBA. Por Alberto Acosta
Quito. 21.12.91. (Editorial) Una de las pocas cosas que
esperan muchos ecuatorianos con ilusión cada año, es el mes de
diciembre que trae luces de colores o, en el mejor de los
casos, cada cuatro años, el baratillo de ofrecimientos
electorales. MuchÃsimos no hacen nada distinto que esperar a
alguien y a algo, en un paÃs que no ha dejado de ser, pero que
se parece cada vez más a Macondo. Desde hace muchos años sus
mañanas son cada vez más difusas. Similares a las que
generaban esa confiada e inocente expectativa que acompañaba
al Coronel que, en su gris espera, experimentaba la sensación
de que nacÃan hongos y lirios venenosos en sus tripas.
Pero mientras el Coronel aguardaba la carta con su retiro, al
igual que la mayorÃa de compatriotas esperanzados en algún
futuro, el FMI no deja de recibir nuestra correspondencia. Una
y otra vez le cuentan y ratifican "sus" intenciones nuestros
gobiernos.
En una primera etapa, luego de que mÃster Julius Klein, en
1956, nos visitara y agitara al cotarro con una reencauchada
edición de libre mercado, hasta poco antes de que se eleve el
primer cargamento con petróleo de la AmazonÃa hacia el norte
ilustrado, no dejamos de escribir al FMI y vivimos con la
ilusión que tuvo Aureliano aquella tarde remota en que su
padre lo llevó a conocer el hielo. Fueron muchas las "cartas
de intención" enviadas, desde que los primeros párrafos de la
primera los redactara el primer socialcristianismo y la
concluyera el cuarto velasquismo. Con esa misiva se recibió un
primer crédito contingente por 10 millones de dólares, en
junio de 1961, al cual le siguieron otros ocho créditos, con
los que acompañamos muchos años de trizteza y hambre.
Luego nos olvidamos un tiempo de esta pasión epistolar.
La llegada del petróleo nos abrió la puerta de una vida grande
y las arcas fantásticas de los bancos del mundo, que nos
ofrecieron aires de una riqueza ilimitada. Y se armó el
despelote. No faltaron mÃsteres o criollos aspirantes a
gringo que hablaban del maravilloso destino, y que hasta
dibujaron las torres del oasis. Fueron años de fiesta. Con
músicos, cohetes, maromeros, faquires y procesadoras de
basura. Mientras los billetes se apelotonaban en los bolsillos
de unos cuantos, los de siempre, se gastaba a manos llenas los
que quedaban. Tal cual lo habrÃa hecho el coronel BuendÃa, si
su gallo hubiera ganado la pelea.
Pero a poco se rompió la burbuja. Y apareció una visión
imprevista del porvenir. Empezamos a hablar de las
consecuencias de una deuda eterna, que retorcÃa sus plazos y
aumentaba sus condiciones en la medida que se hacÃan más
intrincadas las cuestas del negocio. Hasta que los
ecuatorianos, como lo hizo Eréndira, emitimos un suspiro y nos
sometimos en silencio al tormento de la cama en los charcos
recesivos, en el sopor de la miseria, en el cráter neoliberal
de las minas de talco.
Entonces reapareció el cartero. Y hasta ahora son otros siete
préstamos que se han conseguido con nuevas misivas al FMI,
incluida la reciente, cuya traducción se nos permitió leer por
la prensa. Cartas que acompañan no solo nuestra pobreza, sino
que permiten el retorno al mundo de los bancos de millones de
dólares, hasta la fecha más de cinco mil. A más de otros
incontables miles que salen por la vÃa de los mercachifles o
empujados por el miedo de com-"patriotas" que, añorando los
años de la interminable lluvia petrolera, no se arriesgan en
la sequÃa del ajuste; aunque nunca han dejado de acumular al
filo de la cama, como lo hacÃa la abuela desalmada. AsÃ, jamás
hemos visto tanta opulencia en tan pocas manos en aquellos
reinos de tantos pobres, que han vuelto a esperar el triunfo
del gallito o la llegada del cartero, como único pasatiempo.
"Y mientras tanto qué comemos", nos preguntamos como la mujer
del Coronel. Quien necesitó todos los años de su vida para
llegar a ese instante. Cuando se sintió puro, explÃcito,
invencible, al responder: "Mierda". (4A)
en
Explored
Autor: Alberto Acosta - Ciudad N/D
Publicado el 21/Diciembre/1991 | 00:00