Quito. 27.12.93. Con frecuencia se habla de los bajos niveles de
lectura que encontramos entre los ecuatorianos. Es fácil también,
constatar una cierta crisis de la exhibición del cine entre
nosotros. Ahora el teatro: Informe Confidencial ha comenzado a
preguntar a quiteños y guayaquileños cuanto conocen de teatro,
con qué frecuencia asisten a él, qué espacio ocupa en sus vidas.
Y el resultado confirma que nuestro país vive una profunda crisis
de información cultural.
Entretanto las políticas culturales son, cada vez, una
incógnita, un creciente vacío, casi nada...

La cotidianidad de los ecuatorianos se empobrece, se reduce su
dimensión, se reducen los espacios de enriquecimiento cultural de
la sociedad, al tiempo que los ciudadanos tienen menos escenarios
para expresarse como tales, para realizarse personalmente y
colectivamente.

Particularmente el teatro, que vivió un renacimiento sustancial
en los años sesenta, que en los setenta se arrimó a las
corrientes del espectáculo político, vive desde los ochenta
momentos difíciles. Mientras en la mayoría de países la
institución teatral cuenta con importantes subsidios -basta ver
lo que ocurre en el país vecino de Colombia-, en nuestro país
debe defenderse en los estrechos espacios comerciales.

La función debe continuar

Para los miembros de un grupo de teatro, cada obra es una
experiencia intensa, en la que se enfrentan a sus propios
fantasmas, para producir la interpretación de una serie de
personajes que sintetizan las realidades y los sueños de actores,
directores y autores.

El escenario no solamente es un espacio en el que se representa
una obra. Es también el laberinto en el que los miembros del
grupo se reencuentran a sí mismos y se pierden de sí mismos. Cada
personaje es un cuarto de espejos en el que nos miramos desde
ángulos insospechados y un abismo que nos llama a ir más allá de
nuestra realidad. Ser actor es vivir una aventura angustiosa y
gratificante.

Es experimentar el mundo desde fantasías que abren nuestros ojos
a una realidad que es más compleja y diversa de lo que pretenden
los sentidos. Por eso el teatro apasiona a quienes lo han vivido
la tramoya. Algunos de ellos terminan pensando que, finalmente,
lo único real es lo que se ve desde las tablas.

Pero, más allá de todos estos factores que explican porqué la
gente de teatro se identifica tanto con su arte, hay quienes
creen que el telón va a caer definitivamente. En un tiempo en que
la técnica ha producido tan enormes revoluciones en casi todos
los aspectos de la vida, no está claro el futuro del teatro.
Muchos creen que el cine, la televisión, los videoclubs, los
videojuegos, están ocupando un espacio que terminará ahogando a
la actividad teatral. Cuando vibramos de emoción en un concierto
de Pink Floyd y nos sumergimos en las fantasías alimentadas por
sus escenarios alucinantes, cuando presenciamos los grandes
musicales de Lloyd Weber como "Cats", podemos pensar que ya no
queda espacio para el teatro, al menos como antes lo concebíamos.

Por otra parte, muchos intelectuales del tercer mundo y del
Ecuador, hemos tenido una formación demasiado europeizada. Para
sentirnos "cultos" hemos puesto siempre la mirada en el arte y en
los temas de otros tiempos y países, sin valorar debidamente
nuestra propia vida y la de quienes nos rodean. Los
intelectuales, en casi todos los campos , hemos sido de un
elitismo despiadado. Las declaraciones de minúsculos partidos de
iluminados diciendo que en las elecciones ha perdido el pueblo ha
sido una expresión de esa posición. Nosotros, desde los textos de
Gramsci sabemos lo que el pueblo debe hacer, sin necesidad de
conocer lo que las bases "sin conciencia", sienten, dicen,
escogen.

En muchos casos, para hacer "verdadero" teatro ponemos en escena
obras simplemente porque nos gustan, aunque el público
"ignorante" no las entienda. Nos sumergimos en la problemática
del teatro francés sin volver la mirada a las anecdóticas vidas
de nuestras pandillas, de nuestros hombres suburbanos, que son
ignorantes y votan por los populistas. Muchos intentos de ir a la
base popular, han sido representaciones panfletarias que hablando
del pueblo, llegan solamente a una pequeña élite hiperpolitizada,
que imagina nuestro país desde los libros de una serie de
teóricos y no desde la realidad concreta de quienes vivimos en
estas tierras. Se suma a esto un problema generacional. Los niños
y los jóvenes se forman en la sociedad del video y de la
televisión. Los niños juegan ahora al Nintendo a la edad en que
leíamos a Salgari y oyen la música de Jackson en vez de cantar a
los Inti Illimani. Su realidad es mucho más amplia de lo que fue
la nuestra y si queremos llegar a ellos con nuestro arte, debemos
tomarlos en cuenta como son, comprenderlos y dialogar sin
creernos dueños de la verdad. Después de todo, la historia no se
ha detenido y no hay ninguna razón para que los adolescentes
deban emocionarse más con Mercedes Sosa que con "Guns and Roses".

Si nuestro teatro y nuestra literatura se acercan más a lo que
constituye la vida cotidiana de la gente, tienen un enorme
espacio que ocupar. Hay muchas farsas sociales y realidades
humanas que se ven más claramente desde el tablado y para hablar
sobre ellas están los actores y los autores. Las máscaras que nos
ponemos día a día son más evidentes cuando, desde el escenario,
el actor mira a la platea a través de los ojos de su personaje.
El teatro, tiene su papel en esta sociedad y en la del futuro.
Mientras la comedia de la vida humana siga desenvolviéndose, la
función debe continuar.

Bretch no fue Alcalde de Berlín

Cuando discutimos en el equipo de Informe Confidencial sobre cual
sería el autor sobre el que haríamos la pregunta, hubo un
consenso: debía ser Bertold Brecht. En esto no solo por el
entusiasmo de quienes alguna vez tuvimos algo que ver con "Madre
Coraje", sino por algo más importante desde el punto de vista
técnico: Brecht ha sido mencionado repetidamente por la prensa en
el último tiempo y es uno de los autores del teatro contemporáneo
de los que más se habla en estos días, según lo registra nuestro
archivo. Cerca de un diez por ciento de la población de las dos
ciudades supo que era un dramaturgo, aunque fueron algunos los
que dijeron que había sido un famoso futbolista o Alcalde de
Berlín.

Averiguamos también si se conocía a dos de los grupos
representativos de las dos ciudades más grandes del país: el
"Malayerba", de Quito, y la "mueca", de Guayaquil. Les dimos tres
opciones a los encuestados: si son un grupo musical, un bar, o un
grupo teatral. Los resultados son impresionantes. Al "Malayerba"
lo conoce el 37% en Quito y el 22% en Guayaquil y a "La Mueca" el
73% en: Quito y el 80% en Guayaquil, superando ambos en el nivel
de conocimiento, a varios importantes políticos nacionales. El
mayor porcentaje del grupo guayaquileño se explica, no solo por
su presencia constante, en la televisión, sino también porque
hacen un tipo de teatro más popular, cotidiano y fácil de
entender.

En la Costa gusta más

Hay el prejuicio generalizado de que los costeños son menos
interesados en los asuntos culturales y de que es la Sierra la
región en la que se desarrollan más el teatro y otros eventos de
corte intelectual. Los serranos más regionalistas, tienden a
sorprenderse cuando encuentran costeños que se preocupan por la
cultura. La encuesta nos dice sin embargo, que la proporción de
personas que prefiere ir al teatro en vez del cine es mayor en el
puerto que en la capital. Esto tiene que ver también con el tipo
de teatro que se ha desarrollado en Guayaquil. En Quito, las
obras tienen a ser más formales. Generalmente, parece mucho más
importante representar a Genet que recuperar a Evaristo. En la
costa, hay muchos grupos trabajando en obras más livianas, más
cercanas a la vida de diaria de la gente. "Un Guayaco en N.Y."
siempre tendrá más público que "las criadas". En esto, hay algo
sobre lo que debemos reflexionar. El día en que la literatura
trate de producir best sellers a través de los datos de las
encuestas, no habrá literatura sino simple negocio de impresos.
Sin embargo, quienes hacen teatro solamente recuperarán su
espacio, el momento en el que sus obras respondan a los intereses
y tensiones de la gente real.

No se trata de dejar de hacer teatro para comercializar basura
sino de hacer teatro buscando el contacto con la realidad
concreta de este tiempo. Necesitamos que además de Genet, Becket
y Brecht estén en nuestros escenarios algo de lo que construyó en
las calles Michelena y algo de lo que el teatro liviano de
Guayaquil hace para atraer tanta gente a sus salas.

"La Marujita se ha muerto con leucemia" fue un buen esfuerzo en
esa línea pero todavía hay mucho que trabajar para encontrar
nuevos caminos para el desarrollo de una actividad que tanto
apasiona a quienes la realizan. (6A)
EXPLORED
en Ciudad N/D

Otras Noticias del día 27/Diciembre/1993

Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el