Lima. 09.04.93. Tres años de aplicación de un programa de
ajuste económico, que pretendía reducir el tamaño del Estado y
mejorar las cosas, han tenido en Perú un resultado muy
diferente: aumentó el número de personas que viven en la
pobreza extrema.
Los pobres caminan y radican ahora en distintos sectores de
las ciudades y ya no más exclusivamente en las barriadas
olvidadas y marginadas.
Tanto funcionarios gubernamentales como especialistas aceptan
que existen dificultades para identificar por ello a los
sectores sociales sumergidos en la pobreza e indican que,
incluso, existen serias barreras para socorrerlos en
determinadas oportunidades.
Para la socióloga Imelda Vega, solo quienes viven desde hace
mucho tiempo en Lima pueden reconocer, en el deprimente
paisaje de la miseria, a los llamados "pobres recientes".
Esos pobres viven en barrios de clase media e inclusive en las
áreas residenciales, y su difusión callejera refleja como se
extiende la pobreza en tiempos de recesión.
"Hay pobres crónicos, familias que viven en barriadas carentes
de servicios básicos pero que comen todos los días, y pobres
recientes, que han perdido sus empleos, no pueden pagar las
tarifas de servicios de luz y agua y sus familias se acuestan
a veces sin cenar", explicó Vega.
El viceministro de Desarrollo del Ministerio de la
Presidencia, Mario Velásquez, expresó que para ayudar a los
más pobres entre los pobres se deben definir prioridades, con
el propósito de llegar a los más necesitados.
"Hay que ayudar a los más pobres entre los pobres, repartirles
alimentos. ¿Por dónde comenzar? Antes era más fácil.
Bastaba ir a las barriadas marginales, en dónde vivían los más
carenciados de la sociedad peruana. Pero ahora están en todas
partes", expresó la socióloga Imelda Vega Centeno.
Los programas estatales de ayuda social, de organismos no
gubernamentales y de organizaciones apoyadas por la Iglesia
Católica reparten cada mes un millón 117.000 raciones de
alimentos solo en la capital peruana.
Sin embargo, no las reciben todos los que las necesitan y
algunos de los beneficiarios no son los más pobres.
Según el Estatal Fondo de Compensación Social (FONCODES), en
Lima existen 60.700 familias que reciben porciones diarias de
alimentos, pero 24 por ciento de quienes las reciben en el
Cono Sur y 38 de las radicadas en el Cono Norte no son pobres
en situación extrema.
De acuerdo con distintas estimaciones, 396.000 nuevos pobres
de Lima no están comprendidos en los programas de comedores
populares y no tienen conexión con estas entidades ubicadas en las
barriadas marginales.
Solo 1.908 familias de pobres recientes han encontrado la
manera de llegar a un comedor popular al recurrir a algún
programa manejado por la Iglesia.
"Los nuevos indigentes, que deambulan buscando empleo o
tratando de vender artículos nuevos o usados, son los frutos
sociales del alegre populismo y del implacable programa de
ajuste recomendado por el Fondo Monetario Internacional
(FMI)", aseguró la trabajadora social Ana Galloso.
La profesional, una ex religiosa católica, aseguró que el
presidente Alberto Fujimori, empeñado en reducir los gastos
fiscales, ha despedido a casi medio millón de empleados
públicos e indicó que su programa de ajuste provocó el cierre
de centenares de empresas privadas.
Sostuvo que el empobrecedor programa del FMI cayó sobre una
sociedad ya castigada por la miseria y fue adoptado para
revertir una hiperinflación de 7.000 por ciento dejada por el
ex presidente socialdemócrata Alan García.
Según el estudio "pobreza y desigualdad en Perú", de los
investigadores estadounidenses Paul Glewwe y Gillette Hall, la
política económica populista de García hizo bajar el salario
mínimo real en Lima en 62 por ciento.
En ese período, el porcentaje de la población de Lima que se
encontraba en el nivel de la extrema pobreza subió de 0,5 por
ciento a 17,3 por ciento.
Como consecuencia de la dura receta del FMI, basada en
mecanismo recesivos, la pobreza extrema en Lima supera el 21
por ciento y ha incorporado a grupos poblacionales nuevos.
La situación ha obligado a cambiar los gráficos y mapas de la
distribución de la miseria en Lima, para señalar con colores
diferentes las áreas de pobreza crónica y de pobreza reciente.
Según los expertos, la distinción es necesaria para determinar
los mecanismos de la ayuda social, hacerla más eficaz y
resolver los casos más urgentes.
Un informe del Banco Central de reserva, denominado
"estrategias de alivio de la pobreza", recomienda al Estado
"dar prioridad al diseño de programas que lleguen a la
población que no puede ni siquiera cubrir sus necesidades
nutricionales".
El viceministro Velásquez, quien debe coordinar la acción de
los organismos gubernamentales de ayuda social, puntualizó que
el primer problema fue ubicar dónde están los sectores más
pobres y más urgidos de ayuda.
"Comenzamos a trabajar con un mapa de la pobreza elaborado por
el Banco Central hace 11 años. Descubrimos que el mapa estaba
obsoleto. Hay ahora más cantidad de pobres que en 1981 y
viven en nuevas áreas", explicó Velásquez.
Según el funcionario, "la situación obligó a redefinir los
conceptos de la pobreza extrema, porque en este momento no se
pueden utilizar los índices anteriores, que definían la
pobreza extrema como la carencia de los servicios básicos,
situación que caracterizaba a las barriadas marginales, en
donde se asientan los emigrantes más recientes".
Los investigadores sociales han optado por recomendar el
empleo de dos tipos de índices de pobreza: por carencia y por
ingresos.
José Reyes, economista de una organización no gubernamental y
quien se define con humor como "probretólogo", recordó que la
Comisión Económica para América Latina (CEPAL) propuso en 1988
trabajar con un método de evaluación de la pobreza basado en
cuatro categorías: carencias inerciales, pobreza reciente,
pobreza crónica e integración social.
Según Reyes, en las barriadas más antiguas hay una fuerte
población integrada socialmente, que estrictamente no está en
el nivel de la pobreza extrema, en tanto en los distritos de
clase media hay una creciente proporción de pobres nuevos.
Más en el