Managua. 07.09.93. (Editorial) El ejército de Nicaragua es el
centro de una aguda crisis política en Nicaragua, que podría
llevar incluso a un cambio de nombre producto de su origen y de
su evolución, que no ha logrado determinar si es una fuerza
armada guerrillera, el cuerpo uniformado de un partido político o
un ejército nacional.

El Ejército Popular Sandinista (EPS) tuvo su origen en la fuerza
guerrillera que el 19 de julio de 1979 se apoderó del poder tras
derrocar al entonces dictador Anastasio Somoza.

La presidenta Violeta Chamorro habla ahora de cambios en la
institución castrense que podrían, incluso, conducir al retiro de
su actual jefe, el general Humberto Ortega.

El EPS, como fuerza convencional, nació dos meses después
dirigido por oficiales y jefes formados, en su gran mayoría,
durante la lucha guerrillera que inició el Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN) en la década de los sesenta contra el
disuelto ejército somocista.

Los grados militares -comandante guerrillero y comandante en
jefe- fueron obtenidos por los oficiales durante la lucha
insurreccional: ninguno lo obtuvo en una academia militar.

Entre 1979 y 1980, el EPS se constituyó en blanco de las
acusaciones de grupos opositores e incluso de gobiernos de la
región: se le criticó su vínculo con el partido y se llegó a
decir, incluso, que era el ejército del partido político.

La lucha con los grupos armados antisandinistas, financiados por
Estados Unidos, obligó al ejército a evolucionar y a transformar
sus estructuras. Con el paso de los años surgieron los
escalafones y los grados militares convencionales.

En 1990, el ejército llegó a contar con casi 100.000 hombres,
compuesto por tropas regulares y jóvenes integrados en el
servicio militar obligatorio.

A mediados de la década pasada, el ejército llegó a consumir
anualmente casi 50 por ciento el presupuesto nacional, unos 400
millones de dólares. En 1990, esa cifra se redujo a 177
millones, cifra muy cercana al total de las exportaciones.

Luego del triunfo electoral de la presidenta Violeta Chamorro, en
febrero de 1990, el ejército, que ya contaba entre sus filas a
una casta de altos oficiales, entre tenientes coroneles y
coroneles, comenzó un proceso de reducción, hasta llegar
actualmente a contar con unos 15.000 efectivos.

El gasto militar bajó de 177 millones a 36,5 millones en 1993.
"De cada 1.000 dólares producidos se gastan 24,5 dólares. En
1989 se gastaban 104 dólares por cada mil producidos", afirmó el
general Ortega.

"Ahora la tasa de gasto del ejército está muy por debajo de los
32,3 dólares que se gastan en promedio en los países de América
Latina", detalló.

Según el jefe militar, "en los países del continente se gasta un
promedio de 4.000 dólares anuales por efectivo. En Nicaragua
únicamente 2.400 dólares, precisó.

Al margen de las estadísticas, el ejército sandinista surgió como
una fuerza armada politizada, "ideologizada" dirían algunos
teóricos en temas militares, pues su ideología era el sandinismo.

En la misma constitución, aprobada en 1987, se señala que "el EPS
es el brazo armado del pueblo y heredero directo del ejército
defensor de la soberanía nacional, formado por Augusto C. Sandino
en la década de los veinte para combatir las tropas de Estados
Unidos que habían invadido Nicaragua.

En el texto constitucional se enfatiza que el ejército es
sandinista por ley, y como producto de un proceso revolucionario.
Sin embargo, eso no fue suficiente para que en los cuarteles se
enquistara totalmente la ideología dominante en la década pasada
y, aunque parezca paradójico, el sandinismo perdió en votos en
los principales cuarteles durante las elecciones del 25 de
febrero de 1990.

En el nuevo contexto político provocado por la derrota electoral
del sandinismo, y el fin de la guerra entre el EPS y los grupos
contras, el ejército pasó a ser uno de los pilares fundamentales
del actual gobierno, y sus mandos. La nueva casta militar juró
obediencia a la presidenta.

Como en la mayoría de los países latinoamericanos, esa casta pasó
a administrar grandes negocios como constructoras y haciendas.

Un coronel, por ejemplo, es uno de los grandes productores
agropecuarios del centro del país, con un haber de más de 3.000
hectáreas de tierra fértil y miles de cabezas de ganado.

Es común observar a muchos de los jefes militares en grandes
automóviles de lujo y habitando residencias con piscina, sus
hijos en los mejores colegios.

"Se han acomodado muy bien y viven en sus casas con aire
acondicionado", dijo un jefe rebelde, que llegó a capitán, pero
al final fue licenciado del ejército sin ningún beneficio.

"Mi gran sueño era ser jefe del ejército pero me di cuenta que
los puestos ya estaban repartidos y sentí frustración", dijo el
ex mayor Ronald Mendoza, jefe del comando que secuestró en agosto
al consejo político de la Unión Nacional Opositora.

Dos don los objetivos de la fuerza armada: profesionalizarse y
ser un verdadero ejército nacional, según lo expresado por altos
jefes. Para esto necesitan al parecer una buena cuota de poder.
Ahora no reivindican ninguna ideología, no permiten militantes de
ningún partido y se dicen profesionales del arte militar,
destinados a la defensa de la soberanía y la seguridad nacional.
(IPS) (4A)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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