Quito. 24.08.94. Hoy termina, en algún lugar secreto de nuestra
serranía, el II Congreso Nacional e Internacional de Trabajadoras
Sexuales.

La imagen que tenemos de las "trabajadoras sexuales" es la de la
chica con mini y chaqueta de cuero, muerta del frío en una
esquina a la espera de algún cliente de automóvil lujoso que la
lleve a algún motel y pague bien por sus servicios.

Sin embargo, la realidad es mucho más compleja que el conflicto
moral de vender el cuerpo, o de ir en busca de placer alquilado.
Las prostitutas son las personas más discriminadas de nuestra
sociedad. Su vida entera es un drama caracterizado por la
miseria, el abuso y la incomprensión.

No existen cifras exactas ni empíricas, ni tampoco estudios
constantes de esta problemática, pero algunas aproximaciones
demuestran que el ochenta por ciento de las mujeres que se
dedican a esta actividad tienen entre 20 y 35 años, poca
educación, muchos hijos que mantener y a los que se les oculta la
verdad, un esposo alcohólico y nada trabajador que muchas veces
las impulsa a la prostitución, un gigoló explotador, y un cuerpo
expuesto a las más terribles enfermedades.

Por supuesto que hay casos de menores de edad que tiene que
dedicarse a la profesión, que son miserablemente explotadas por
una trata de blancas extendida en nuestro país y que llegó a ser
parte de varias denuncias internacionales. Y también hay casos de
señoras de cuarenta y cinco o más años que ya no pueden ganarse
el pan.

Hacia la voz colectiva

La pregunta obligada es, ¿quién defiende a las prostitutas, si
hasta las autoridades se aprovechan de ellas? Por lo pronto,
ellas solas han sabido organizarse y luchar por sus derechos. En
1981 se fundó en Machala la Asociación Femenina de Trabajadoras
Autónomas "22 de Junio", cuyas integrantes han protagonizado
verdaderas batallas épicas contra el abuso y la violencia
institucionalizada contra las trabajadoras sexuales. Ellas
lograron frenar el abuso de los policías, metieron presos a los
maridos que maltrataban a sus esposas, además de que lograron
desarrollar un alto sentido de conciencia social acerca de su
situación.

La manifestación más interesante ocurrió en 1988, cerca de
Navidad, cuando se fueron a la huelga en protesta contra los
atropellos de los dueños de los prostíbulos. Desde entonces, en
El Oro se dieron cuenta de que si las prostitutas no trabajan, la
economía de la provincia se iba al demonio. La trabajadora sexual
resultó ser, para sorpresa de muchos, un eje del comercio de
pueblos y ciudades pequeñas, un aglutinador de compra venta de
los famosos cabaretes costeños y que tiene su razón de ser en la
estructura machista de la sociedad ecuatoriana.

Muchas de las organizaciones provinciales se inspiraron en el "22
de Junio", aunque no han podido reivindicar sus derechos con la
misma eficacia que exhibieron las orenses. Pero ha habido
avances. En Pichincha, desde hace dos años ya no existen
problemas graves con la policía, dedicada antes a realizar
batidas para propasarse con las mujeres de la noche. Ellas (unas
5.000) ahora disponen de carnés de salud normalizados por los
centros médicos del Ministerio de Salud mediante un control
sanitario quincenal. La Policía está dedicada a capturar a
aquellas mujeres que trabajan por su cuenta y que no tiene carné;
sin embargo, las denuncias de maltrato policial son frecuentes
todavía, aunque ya no en la magnitud de antes.

Encuentros nacionales

El año pasado, la Asociación "22 de Junio" organizó el Primer
Encuentro Nacional de Trabajadoras Sexuales, en Machala, en el
que se evidenció un reconocimiento oficial de la existencia del
problema. Sin embargo, no se logró que entes importantes de la
vida política, como el Congreso Nacional o el poder Ejecutivo, le
prestasen mayor atención. Unicamente salieron al aire unas "notas
periodísticas" salpicadas de sarcasmo y sensacionalismo.

Si bien varios grupos femeninos difundieron entrevistas y
conclusiones de ese Primer Congreso, no se logró un mayor espacio
de discusión de aquellos problemas que soporta la prostituta en
su lucha por la vida y la de los suyos.

Justamente, para discutir sobre sus dificultades, se realiza
desde antes de ayer el II Congreso Nacional de Trabajadoras
Sexuales, que cuenta con la presencia de casi 60 delegadas de
todas las asociaciones provinciales de esta actividad, y con la
participación de invitadas del exterior.

Este encuentro está organizado por la Organización Pro Defensa de
la Mujer, el Frente Mujeres de la Noche, y la Dirección de Salud
de Pichincha; y cuenta con el auspicio de la Organización Mundial
de la Salud, la Organización Panamericana de Salud, el Ministerio
de Salud e Higiene, UNICEF, la Corporación Técnico-Holandesa y
voluntarios de varias entidades no gubernamentales.

El objetivo primordial es tener un espacio para conversar e
intercambiar ideas y experiencias, analizar los distintos
problemas por los que atraviesan las mujeres dedicadas a la
actividad y trazar un plan de acción que permita afrontar en el
futuro inmediato su situación actual en la sociedad.

Mientras tanto, las mujeres de la noche continuarán ganandóse el
dinero de la única manera permitida por la sociedad, en medio de
una rockola tropical y unos individuos, quizá veinte, quizá
treinta, con aliento a licor barato...

Por necesidad, por vivir

Y Juanita se para frente a la puerta, con sus shorcitos
ajustadísimos, los sostenes que no ocultan nada y unos ojos de
vacío infinito, en espera de que el tipo que ya llevaba media
hora examinándola, se decidiera.

Por fin, el tipo se acerca, pregunta "¿cuánto?" lleno de
morbosidad y olor a trago, accede en el precio y entra a la
habitación. Juanita empieza a desvestirse mecánicamente, y pone
su mente en el marido, que ya está casi tres años sin trabajo y
sólo se la pasa bebe que bebe. En los hijos, que son cuatro y que
pasan el día en la casa de su abuela, creyendo que su madre
trabaja de empleada en una tienda de algún barrio lejano.

Es que antes trabajaba ahí, pero la dueña de la tienda le pagaba
muy poco, y cuando logró trabajo de secretaría, el jefe casi la
viola en el mismo escritorio de la oficina. Así que no le quedó
otra que seguir los consejos de una amiga, pactar con el
"proxeneta" dueño de un bar-prostíbulo, y lanzarse a la
supervivencia.

Al principio no le fue mal, pero tenía que estar con quince
clientes para poder obtener el suficiente dinero que le
permitiera descansar el domingo y pasar ese día con su familia.
15 clientes. 15 patanes que iban desde mocosos de secundaria
hasta empresarios que se disfrazaban de gente común para farrear
por las noches. 15 sufrimientos que tenía que soportar calladita
y cumpliendo las exigencias más despreciables que se le
ocurrieran a cualquiera.

Y si no se cumplen, se corre el riesgo que el cliente se vaya con
una que sí este dispuesta a hacerlo, de la forma que sea y por un
precio menor. Y Juanita ya no es tan joven. Ya tiene llantas y
piernas gordas. Y cada día llegan al local nuevas hembritas con
las que se declara la guerra para conquistar clientes.

Claro que también hay otros riesgos. En una ocasión un man que
parecía buena gente estuvo con ella y, cuando se dio por
satisfecho, no quiso pagar lo acordado. Juanita quiso reclamar,
pero el malandrín la golpeó y le robó todo el dinero de la
jornada. Y Juanita se despertó en el hospital con la boca rota y
el alma partida.

Ella sabe que acostarse por una paga, por poca que pueda ser,
sirve para mantener llenos los estómagos de sus hijos. Por
suerte, el tipo del aliento de trago terminó y ya canceló. Así
que Juanita debe volverse a colocar su "uniforme", a pintarse los
labios, dar su parte de dinero al explotador, pararse en la
puerta y esperar a que otro borracho caliente se fije en ella.

Llegará la noche, regresará a casa, los hijos le preguntarán
"¿cómo te fue en el trabajo, mami?" mientras comen un pan con
mantequilla. Entonces ella responderá "Bien, hijos, muy
bien......" (5B)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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