Viajes Sin Cadenas

VIAJES SIN CADENAS, por Francisco Rosales Ramos

Quito. 13.11.90. (Opinión). No aquellas que atan a una
persona, peor a un jefe de Estado, y que le impiden moverse
libremente. Sino aquellas que aunque cambien nombre a
"enlaces", someten a los ecuatorianos a una verdadera tortura
mental en cada viaje del presidente Borja. Las horas que la
ciudadanía utiliza para enterarse de las noticias, escuchar
comentarios y, en general, ponerse al día, han sido destinadas
en la semana pasada a escuchar obligadamente todas las
incidencias del viaje presidencial enmarcado en un culto a la
persona, no acostumbrado en el Ecuador. Quiero creer que el
presidente Borja no conoce el enfoque de las cadenas -porque
obviamente no las escucha- y que de conocerlo, instruiría un
cambio radical del mismo.

Es que aparte del culto a la persona, poco común en el medio,
y de efectos negativos cuando se exagera, las cadenas o
enlaces constituyen un real atentado a la libertad individual
y a la libre expresión. Deben ser pocos países del tercer
mundo (¿o quizá del cuarto?) que todavía mantienen el poco
respeto a la persona humana al obligarle contra su voluntad a
escuchar o ver en la televisión información oficial por
cualquier motivo. La presencia de los más altos funcionarios
del Estado en una cadena de radio o televisión se justificaría
exclusivamente cuando un acontecimiento extraordinario o una
conmoción nacional demande dicha intervención. Pero
irrespetar a los ecuatorianos como se viene haciendo de años
atrás (no sólo en este gobierno, aunque hay que reconocer que
se ha acentuado la nota) es impropio de un país civilizado y
demuestra poca consideración a la sociedad.

El último viaje del jefe de Estado a Buenos Aires, Montevideo
y Brasilia, en alguna manera ha tratado de corregir la
inasistencia a la toma de posesión de los respectivos
mandatarios, y ha tenido la virtud de tratar de dar un mensaje
de pragmatismo y realidad, antes que de la retórica típica de
los países de América Latina. Cierto que las declaraciones
conjuntas son más bien ampulosas y caen por sí mismas en el
error que se ha tratado de evitar. Se dice que es hora de la
integración realística y del afianzamiento de los corrientes
de comercio, pero el cúmulo de aspiraciones corre el grave
riesgo de quedar en declaraciones sin efecto práctico.

Los gazapos como aquel de que las privatizaciones y las
fuerzas del mercado funcionan solamente en los países grandes,
pero que en los pequeños el dios estado debe continuar velando
como el padre de familia para que se haga la justicia y
corrigiendo los excesos que se producen por el sistema, son
entendibles, aunque no justificables, en una persona que toda
su vida pensó en el Estado como bien supremo, y que ahora la
realidad le obliga a actuar en diferente manera.

A lo mejor, los países grandes -hay que entender que se
refiere al tamaño de las economías y no del territorio- lo son
precisamente porque en su oportunidad supieron escoger el
camino de la libre iniciativa y redujeron al adiposo Estado a
cumplir el papel que le es propio sin estorbar el desarrollo
de sus economías. Porque países de extensión territorial más
pequeños que Ecuador como Suiza, Taiwán, Corea del Sur, por
ejemplo, han dado muestras de un gigantesco potencial
económico con aplicación de la libertad individual. No se
trata de desaparecer al Estado. Se trata de que el Estado
juegue un papel importante, pero en el campo que le es propio:
la definición de políticas de largo plazo, el diseño de
instrumentos que permitan la obtención de los objetivos
propuestos y la cooperación de los sectores productivos para
alcanzar las metas.

Pero en fin, me estoy desviando del tema de este comentario
que es el de llamar la atención al gobierno y a la ciudadanía
sobre la necesidad de que se respeten los derechos de libre
expresión, de libre información, y se destierren de una vez
por todas las llamadas cadenas o enlaces con el propósito
servil de ensalzar una persona, y que producen precisamente el
efecto contrario. (A-4).