OCASO DE UNA SONRISA, por Luis Alberto Luna
Quito. 24.11.90. (Opinión) Los que amamos Cuenca, sus hondos
significados y sus más puros y auténticos vuelos de espÃritu,
nos hemos sentido obligados a reconocer que ante nuestras
miradas, llegó al ocaso una sonrisa y que estamos impelidos a
celebrar los funerales de una de las más puras encarnaciones
del humor, de la gracia jamás agresiva, de la ironÃa crÃtica
reciamente educadora, de la leve altivez iluminante de Eduardo
Cevallos GarcÃa.
Se apagó: hace años mantenÃa una llama tenue; cruzaba
acompañando a un amigo las calles que median entre su lugar de
trabajo y el mirador social de un café conocido, dejando a
zaga suya un reguero de paz sonreÃda, huellas de luz plácida.
Doblado por los recuerdos, viviendo un acervo inmenso de
memorias amadas, daba la sensación de que caminaba recontando
los adoquines de las calles, como si cada uno le recordara las
historias que él reveló a tiempo con humor inagotado, los
misterios que él descifró definiendo personalidades y agotando
las canteras de la verdad para cincelar imágenes públicas con
escalpelo o cincel, con fuerza noble y agudeza sutil.
Alguna vez, entre muchos encuentros diarios, en horas de su
piedad, de sus visitas al SantÃsimo Sacramento en la Catedral
vecina a su trabajo, le pregunté: "Eduardo, usted cree haberle
hecho sonreÃr a Dios"... Se encerró en esos silencios con los
que él rescaldaba sus palabras llenas de amor, de luz, de
fuego y me contestó: "Se me sonrÃe dentro". Y se fue, no me
dejó seguir el diálogo. HuÃa cuando sentÃa que el rÃo
interior se remansaba o que la corriente Ãntima estaba apunto
de derramarse.
Poco tiempo después me detuvo en el camino, en el que nos
solÃamos encontrar y me dijo burlón, pero delicado: "Qué dice
la teologÃa de las sonrisas de Dios?" No dudé en contestarle
algo que creó que le llegó hasta el fondo de su alma
hipersensible: "Eduardo, cuando se llamaban teólogos los que
tenÃan tiempo hasta para perderlo, decÃan que Dios jamás
sonrÃe. Hoy los teólogos cantan los versos nuevos, de
nuestros dÃas, de ese poeta y profeta que anuncia que en
cualquier instante se encontró con Dios en el camino y que
El... "me miró a los ojos y sonriendo pronunció mi nombre".
Eduardo repitió, como niño fascinado, estos dos versos, me
estrechó la mano fuertemente y me dijo: "El sà sabe nuestros
nombres, Alberto, Eduardo y los de todos los hombres y nos
sonrÃe dentro, muy dentro". Y yo mantuve por mucho tiempo,
dentro de mi alma, una frase que no alcancé a pronunciarla
para que la oyera el amigo: "Gracias, Eduardo, por haberle
hecho sonreÃr tanto a Dios". Se alejó, hondo, callado,
sonriendo o llorando para dentro. SabÃa que la llama estaba a
punto de apagarse. Se preparaba para una interior sonrisa
inacabada.
Queda para nosotros la revaloración de esa sonrisa. Aunque el
esfuerzo cultural cuencano, auspiciado por el Banco Central y
la Casa de la Cultura, iniciara el rescate con la oportuna
reedición de las obras de Eduardo Cevallos GarcÃa,
graciosamente intituladas por él "Obras casi incompletas",
quedan muchos testigos del humor de este hombre excepcional y
se deben recoger todos los testimonios de su genio creador,
porque además de constituir elemento imprescindible para el
serio estudio de los más grandes valores sociales azuayos, son
argumento sólido de la evolución polÃtica, cultural y
religiosa del Ecuador y, singularmente, del Austro ecuatoriano
de este siglo.
El estudio de la sonrisa, el análisis del humor, la valoración
de la ironÃa y el discernimiento severo del coraje humano de
quien los vivió socialmente, permiten conformar el cuadro en
el que se realizaba el desarrollo cultural de este pueblo. No
hay momento histórico de transcendencia y figura humana con
huella de cualquier orden, a los que no se les descubra
directa o indirectamente en las obras de Eduardo Cevallos
GarcÃa, desde una perspectiva de sus debilidades, de sus
medianÃas, de sus claro-oscuros.
En el ocaso de su sonrisa y en los funerales del humor de
Eduardo, sonrÃe la historia y revive mucha fe. (A-4).
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Autor: Luis Alberto Luna - Ciudad Quito
Publicado el 24/Noviembre/1990 | 00:00