Una Definicion Forzosa

UNA DEFINICION FORZOSA, por Alfonso López Michelsen

Quito. 09. 10. 90. (Opinión). En un artículo publicado en la
revista "Foreing Affairs" el profesor Abraham Lowenthal dice:
"La fascinación que está de moda con las oportunidades de
invertir en Europa oriental, desdibuja el hecho de que las
exportaciones de los Estados Unidos a Europa oriental en la
actualidad son menos de 2 por ciento de las exportaciones a
Latinoamérica, y que aún presumiendo un crecimiento de las
exportaciones norteamericanas a Europa Oriental, serían mucho
menos importantes para nuestra economía que recuperar el ritmo
de crecimiento de las exportaciones a latinoamérica en los
años setentas".

Mientras perseveremos en constituirnos en exportadores netos
de capital, se presentarán dos fenómenos económicos
desfavorables por igual para cada una de las partes.

Para América Latina, el estancamiento en su desarrollo por la
succión de sus recursos en divisas para el pago de la deuda.
Y para los Estados Unidos, cuyo problema capital es el déficit
comercial, ver recortado entre 12 y 15 por ciento del total de
sus exportaciones, que es cuanto representa la América
Latina.

Tampoco bajo esta luz el plan Bush es una bendición. La zona
de libre comercio en el continente, de la que tanto se habla,
no es una propuesta para el futuro inmediato.

Por muchos años, los renglones más importantes en el comercio
entre el norte y el sur fueron los alimentos y las armas.

¿Cuál será el porvenir de estos dos rubros en una época de
distensión militar en el mundo entero y de proscripción de los
subsidios a la agricultura en América y en Europa, según sean
los resultados de la ronda uruguaya en el seno del GATT?

Grandes mudanzas en la estructura del comercio mundial son de
esperarse en los próximos años. Entre tanto, proponernos una
apertura un tanto unilateral, no es perspectiva muy
halagseña.

Siempre hemos abogado por la apertura, que sin duda será
benéfica para nuestras economías anquilosadas por medio siglo
de sustitución de importaciones con base en el
proteccionismo.

Alcanzaremos un mayor grado de competitividad, siempre y
cuando quienes nos invitan a rebajar nuestras barreras
procedan a hacer otro tanto. De otro modo, ni se generarán
los recursos para pagar nuestras obligaciones financieras ni
se podrán cosechar los frutos que para el bienestar general
debieran derivarse de un incremento en las exportaciones
latinoamericanas.

Entre los interrogantes que suscita la propuesta Bush el más
complejo será, probablemente, el de la inversión extranjera en
la región.Han desaparecido muchos de los prejuicios contra la
inversión foránea en la explotación de los recursos naturales
y a favor del endeudamiento en lugar de la asociación para
explotarlos. El estruendoso fracaso con la experiencia de la
deuda externa contraída para tales fines nos ha servido de
lección.

Vamos a buscar la inversión, pero no es fácil atraer capitales
de los grandes centros financieros del mundo en concurrencia
con los países de Europa oriental y del sureste
asiático.

Bienvenidos, sí. ¿Pero bajo qué condiciones en cuanto a la
remesa de utilidades y a las áreas reservadas para los
nacionales?

Una avalancha de capitales en cualquiera de nuestros países
podría llegar a constituir una hipoteca sobre nuestra libertad
de acción en materias propias de nuestra soberanía
monetaria.

El caso actual de España está a la vista y podría reproducirse
en nuestro medio: si se devalúa la peseta para atraer el
turismo y fomentar las exportaciones con la consiguiente
rebaja en los intereses del dinero, tendría que hacerse a
costa de no seguir atrayendo en el mismo grado la inversión
extranjera. Y si se mantiene, para atraer capitales foráneos,
una peseta sobrevaluada, será renunciando a los incentivos
para captar divisas. Como quien dice: ¿en qué palo
ahorcarse?

La verdadera importancia del plan Bush reside en que nos
obligaría a definirnos frente a los polos de desarrollo que
van a dominar al mundo en el próximo milenio. (IPS) (A-4).