MUJERES EN A. LATINA: ENTRE EL HOGAR Y LA CALLE
Quito. 28.10.90. Las mujeres que integran la fuerza de trabajo
laboral de América Latina, que suman 40 millones y llegarán a
53 millones a finales de siglo, enfrentan una brecha
sustancial entre su creciente aporte económico, los salarios
que perciben y el pobre reconocimiento social que obtienen,
afirma un informe publicado por el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID).
Porque las mujeres se están convirtiendo rápidamente en un
factor clave de la agricultura latinoamericana y constituyen
el corazón de la activa economía informal que ha permitido la
subsistencia de muchas familias durante la recesión de la
década pasada, dice la edición 1990 del informe sobre Progreso
Económico y Social en América Latina, que se basa en estudios
encargados por el BID durante los dos últimos años.
Aunque las mujeres de América Latina y el Caribe se incorporan
a la fuerza laboral en números cada vez mayores, reciben poco
beneficio de su creciente contribución al bienestar de la
región.
La discriminación laboral y la falta de capacitación, así como
la falta de acceso al crédito y a la tecnología, mantienen a
las mujeres relegadas a actividades inestables y mal
remuneradas, asegura el mencionado informe.
Al igual que casi todas las mujeres del mundo, las
latinoamericanas y caribeñas continúan desempeñando funciones
en el hogar. Es más, sus deberes familiares a menudo
interfieren con su trabajo remunerado. Ambos conjuntos de
actividades tienen baja productividad y se ven dificultades
por las reducidas inversiones en viviendas e
infraestructura.
"El elevado porcentaje de mujeres que realizan simultáneamente
ambos trabajos se ve atrapado en un círculo de actividades
ineficientes que afectan negativa y reciprocamente su
desarrollo social", manifiesta el estudio del BID.
Haciendo notar que las mujeres siguen enfrentando "formidables
barreras culturales y políticas que les impiden desarrollar su
propio potencial humano", el anotado informe exhorta a los
gobierno latinoamericanos a incorporar una "dimensión
femenina" a las políticas económicas nacionales de tal forma
que tengan en cuenta tanto el papel de la mujer en la fuerza
laboral como sus servicios en el hogar y el cuidado de los
niños y ancianos de la región, que son tareas que demandan
mucho tiempo y energía.
Reconocimiento a las mujeres
Aunque el mencionado informe elogia a algunos países
latinoamericanos como Colombia, Costa Rica Honduras y México,
por adoptar programas y políticas de amplio alcance en
beneficio de la mujer, también anota que "en el contexto del
Estado, los programas para la mujer han sido marginales y poco
integrados a los lineamientos generales de la política
económica".
Parte del problema se origina en la tendencia de esos
programas a basarse en un anticuado modelo de ayuda social en
el que las mujeres no son consideradas como productoras de la
economía y, por lo tanto, su trabajo no consta plenamente en
las cuentas nacionales.
Como razones del fracaso de los programas regionales para la
mujer, el informe señala su falta de integración y si reducida
importancia en las estrategias y planificación
gubernamentales, la falta de evaluación del propósito y
beneficios de los programas, la debilidad de los organismos a
cargo de su aplicación, y las deficiencias de los sistemas de
evaluación y centralización de datos.
El informe recomienda que gobiernos, organismos de desarrollo
y el sector privado faciliten "directa y específicamente" el
ingreso de la mujer a los sectores más dinámicos y productivos
de la economía y le den mayor acceso a la tierra, el capital,
el crédito, la tecnología y la capacitación.
"No basta con diseñar proyectos especiales para pequeños
grupos -por eficientes que sean- porque con ello sólo se
mejorarán las condiciones de vida de un grupo muy marginal
dentro del total de la población que busca beneficiarse", dice
el informe del BID.
La participación de la mujer en la economía urbana informal
también ha crecido, principalmente en empleos que pagan menos
que el salario mínimo en manufactura de ropa y alimentos,
comercio y servicios personales. La participación femenina en
el sector, que el informe del BID calcula que se encuentra
subestimada por los datos disponibles, era de entre 35 y 39
por ciento durante el período 1960-1980, en comparación con un
30 por ciento en todos los sectores no agrícolas.
La notable participación de las mujeres en el sector informal
se atribuye a que representan un desproporcionado segmento de
la fuerza laboral que no puede encontrar trabajo en el sector
formal, en parte debido a sus obligaciones familiares y
hogareñas y a la falta de capacitación.
Las mujeres que trabajan en el sector informal, así como en la
agricultura, tiene limitadas posibilidades debido a que con
frecuencia carecen de acceso al crédito y al capital ya que,
en su mayoría, son pobres, carecen de propiedades, tienen
antecedentes de desempleo y generalmente ganan menos que los
hombres.
En las áreas rurales, en particular, debido a la tendencia a
considerar a la mujer como ama de casa y a su producción
agrícolas como parte de sus tarea domésticas, las trabajadoras
son "estadísticamente invisibles" como miembros de la fuerza
laboral.
El informe recomienda que los programas de desarrollo rural
sean adaptados para reconocer el papel vital y creciente de la
mujer en la agricultura.
El informe hace incapié en los problemas del creciente número
de mujeres que son jefes de hogar. Estas mujeres, "las más
vulnerables de los vulnerables", han estado entre los peor
afectados por las drásticas reducciones salariales durante la
crisis económica que la región viene sufriendo por una década.
(A-2).