Cien Artistas

CIEN ARTISTAS, por Rodrigo Villacís Molina

Quito. 28. 10. 90. Una muestra colectiva de características
singulares se inauguró el miércoles pasado en la galería
Posada de las Artes Kingman, con las obras donadas a Diners
Club por los artistas que han venido apareciendo, número a
número, desde hace diez años, en la revista que publica dicha
empresa. Esta política no siempre fue bien acogida por parte
de los pintores, y no faltan quienes por resistirse se han
marginado. Pero todos los demás han visto en la invitación de
Diners una oportunidad de ampliar el conocimiento de su obra,
tanto por la reproducción de sus cuadros en una publicación
que circula ampliamente, como por el estudio que el Consejo
Editorial de la revista confía en cada caso a un crítico.

En el catálogo de la exposición se explica que la selección
del "artista del mes" se guía por el criterio de "reconocer el
mérito de los consagrados y de ofrecer una ocasión a los
nuevos valores que insurgen en el panorama de la plástica
nacional". Se trata de un comité que discute los nombres y
después selecciona las obras presentadas a su consideración,
para determinar la que se incorporará a la Galería Diners y
aparecerá, por tanto, en la respectiva carátula.
Desafortunadamente algunos de esos cuadros se perdieron cuando
se los llevó a una exposición en Miami; pero la empresa los
repuso comprando otros a los mismos autores.

Se puede hablar de marcados desniveles en esta exposición; de
una mezcla de obras muy importantes con otras de calidad,
digamos, modesta. Pero así tenía que ser por el criterio
adoptado por el Consejo Editorial, que ha dado lugar a una
colección sin pretensiones antológicas sino, más bien,
representativa de lo que produce el país, a partir de cierta
cota, desde luego.

La diversidad en todo sentido, que caracteriza a esta muestra,
era un problema que tuvo que afrontar, como curadora, Inés
Flores, y que lo ha resuelto satisfactoriamente, con ingenio y
conocimiento del oficio. Ha aprovechado las especiales
condiciones arquitectónicas de la sala, para agrupar las obras
de manera adecuada, evitando en lo posible parecer arbitraria.
Siempre se puede decir que habría otras maneras de hacerlo,
por supuesto; pero la que se ha adoptado es, por lo menos,
igualmente válida.

El presidente de Diners, Fidel Egas, habló en la inauguración
de la "necesidad de trascender", de ir más allá, de dejar una
huella en el tiempo; ese impulso que no solo mueve al artista,
sino también, en este contexto, al coleccionista y a quien
aspira a realizar una obra de interés colectivo y de carácter
permanente. De esta manera explicó las profundas motivaciones
del proyecto que, al cabo de diez años, amén de la revista, se
ha concretado en esta exposición. "La década 1980-1990 de las
artes visuales ecuatorianas -dijo por su parte y en el mismo
acto Hernán Rodríguez Castelo- resulta impensable sin la
Galería Diners de Artistas Ecuatorianos. Con esa serie de
trabajos casi se puede dibujar el horizonte de la plástica de
la década. Sin ella, cualquier recuento quedaría
incompleto...

"Concomitantemente con la exposición, Diners presentó un libro
de arte impreso por Mariscal y cuya realización estuvo también
a cargo de Inés Flores. En sus páginas se recoge la colección
aludida por Rodríguez Castelo, así como resúmenes de los
textos respectivos publicados en cada número de la revista.
Se trata de un valioso testimonio que se convertirá en texto
de consulta de los años 80, en lo que a pintura y escultura
ecuatorianas se refiere.

Se puede hablar entonces, pensando en la revista, la
exposición y el libro, del gran esfuerzo de una empresa (hay
otras que cohonestan el plagio con el pretexto de "apoyar a
los pintores"), perfectamente coordinado e inteligentemente
desarrollado a largo plazo, como un auténtico aporte cultural,
que hay que reconocer. (A-4).