Quito. 13.11.94. ¿Quién no conoce a Evaristo? Aunque sea al
personaje moderno -un poco más pequeño y mucho menos irreverente-
que ya no se burla de los polÃticos, ni se queja por los precios,
ni atrapa la emoción de la gente con sus aventuras y desventuras
cotidianas. A ese que se ha vuelto del todo cÃvico y educado y
pide a los niños que no hagan "pis" en las calles, cuiden el
medio ambiente o respeten a los mayores...
¿Quién -que se considere un buen quiteño- no sabe que fue Ernesto
Albán el que le dio vida a ese chulla de papel, allá por los años
30, en la época de oro del teatro capitalino, cuando bastaba un
escenario de tablas -sin luces, ni efectos- para hacer reir o
llorar?.
Pero ¿cuánta gente sabe de quién fue la pluma que creó a
Evaristo, Jesusa, Sarzosa y demás personajes de la famosas
"Estampas de mi ciudad"?
¿O cuál es el origen de esos diálogos sencillos y cargados de
"sal" que hacÃan que la gente se rÃa de si misma y de sus diarios
absurdos?.
Poca, en realidad, porque Alfonso GarcÃa Muñoz, ese quiteño del
barrio la Loma, al que Quito le debe un cargamento de risa y
tradición, dejó la ciudad hace casi 50 años para radicarse en
Bogotá y la gente lo perdió de vista. Pero él -"quiteño antes que
todo"- no se olvidó de su gente ni de esos paisajes que ya se
llevaba en el alma.
Hoy, a sus ochenta y tres años "y medio" está de paso por Quito
para recibir un homenaje que le brinda el Municipio
Metropolitano, la Unión Nacional de Periodistas (de la cual es
fundador), Radio Quito y la Sociedad Deportiva Crack. Y su
retorno, aunque temporal, lo llenado de emoción.
"No pensé que era tanto el cariño que me tenÃan, me siento feliz
de estar en aquà porque está ciudad es mi padre, mi madre y hasta
un tipo al que todavÃa le debo", fueron sus primeras expresiones
al llegar al aeropuerto, donde lo esperaban los viejos amigos,
cargados de recuerdos y abrazos. Las siguientes -en este breve
diálogo con HOY- fueron igual de emotivas y chispeantes.
¿Don Alfonso, cuál es el origen de las estampas quiteñas? ¿Cómo
es que se le ocurrió todo esto?
Le voy a contar como fue. Yo vivÃa en la avenida 24 de Mayo y
trabajaba en la Presidencia de la República porque fui secretario
de muchos presidentes. Para ir al empleo bajaba por la avenida 24
de mayo todos los dÃas a pie. En esa época habÃa un gran mercado
en ese sector y yo oÃa a las cholitas, a las vendedoras, a los
guaguas... poco a poco se me fueron metiendo en el corazón y se
me fue pegando hasta el hablado.
Hasta que un dÃa me dije: voy a escribir algo de lo que siento,
de lo que veo, de lo que se me está metiendo en el alma. Y me
resolvÃ, a pesar de que yo era un empleado y nunca habÃa
escrito... escribà unas tres hojas más o menos. Lo único que me
faltaba era encontrar alguien que publique lo que habÃa hecho
porque nadie me conocÃa.
¿Y quién lo hizo?
Envié mi primer texto al Comercio y me pidieron que esperara a
que me llamaran para darme una respuesta. Yo leÃa todo los dÃas y
preguntaba, pero no me contestaban, asà que me empecé a
desanimar. Cuando al fin me llamaron me puse a temblar, pero les
agradó lo que hice y lo publicaron. Yo querÃa volar como un
pajarito de la emoción...
¿Al público le gustó?
SÃ, poco a poco, pegó en el público y hasta un sordito que vendÃa
el periódico gritaba "con estampas de mi ciudad", "con estampas
de mi ciudad"... yo solo me reÃa de verlo.
¿Cómo eran esas primeras estampas?
Con sal. Hablaban de las gentes que yo conocÃa, de las
costumbres, ahà estaban mis amigos, hasta mis parientes. Después
"Estampas de mi ciudad" se oÃa en todas partes, calé, me sentÃ
feliz... asà fui caminando.
¿Y cómo pasaron esas primeras estampas del periódico a las
tablas?
Bueno, yo era muy amigo de Ernesto Albán; él y yo empezamos
juntos, yo escribiendo y él haciendo teatro, los dos empatábamos
muy bien. En esa época habÃa teatro en el Sucre y él un dÃa me
dijo: "mira Alfonsito ¿por qué no escribes alguna cosa criolla
que cale en el público? Y empecé a escribir para el teatro y
hacer los libretos para el Omoto. Asà cogió fuerza él también
porque era un gran artista, además de un gran amigo.
¿Siempre se burlaba de los polÃticos en sus estampas?
Claro, si eran para tomar el pelo...
¿Y nunca le fue mal tomando el pelo?
No, no, más bien me fue muy bien... claro algún problema con una
que otra señora (risas)
¿A usted le gustaba la representación que hacÃa Ernesto Albán de
su personaje?
SÃ, el captó todo lo que yo querÃa decir, se adaptó muy bien, muy
bien... lástima que se murió, pero a todos nos llega el dÃa.
Pero ahora le han dado nueva vida en la televisión ¿lo ha visto?
No, pero me han contado que está haciendo una buena labor, me
parece magnÃfico.
Cuéntenos un poquito de su vida ¿por qué se fue a Colombia?
Bueno, yo viajé con el Omoto Albán que se iba de gira, para
escribir los libretos de las estampas. Viajamos varias veces
hasta que yo decidà quedarme allà y empecé a trabajar como
tipógrafo. TodavÃa vivo de esto. Hasta conservo mis primeras
máquinas en las que edité mis libros.
¿Volvió alguna vez?
Si, he venido unas pocas veces para ver a mis dos hijos, a mis
amigos. Ahora solo vengo para este homenaje y me quedaré dos dÃas
disfrutando de Quito, pero la verdad es que mi vida ya está en
Bogotá.
¿Don Alfonsito, ahora que vuelve a ver a Quito que estampas se le
ocurren?
La verdad es que no he andado mucho, asà que voy a andar y
enseguida le cuento... pero deme su teléfono (risas).
Alfonso GarcÃa Muñoz ha publicado a lo largo de su vida, seis
volúmenes de las "Estampas Quiteñas", además de libros como
"Moderno amor", "Nuestra señora la moralidad" y "El médico que
pretendió la Gloria". Los originales los conserva todavÃa y el
Municipio tiene el proyecto de reunirlos en un compendio, como un
nuevo homenaje para él.
A través de su pluma ha recreado los personajes, los lugares, las
costumbres y hasta los absurdos cotidianos de ese pequeño Quito
que un dÃa dejó y que ahora, le debe saber tan distinto.
En Bogotá ha seguido escribiendo y sus estampas recogen -aún a la
distancia- la vida cotidiana de Quito. Quizás la que él, desde
otros paisajes, sigue imaginando.
"Les dejo mi corazón porque no traje nada para darles", dijo
GarcÃa al marcharse. Y, la verdad es que no era necesario nada
más. (7A)
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Ciudad N/D
Publicado el 13/Noviembre/1994 | 00:00