Quito. 23.11.94. Y cada año se repetía la historia. El hacer las
maletas el día anterior, el casi no dormir por la ansiedad y en
la madrugada emprender viaje con la familia a la costa a soborear
el ansiado verano.

Cada año la misma historia, pero en poco tiempo los escenarios se
han deteriorado de una manera hasta hoy incontrolada, pese a que
se han hecho esfuerzos, con halagadores resultados, para evitar
el progresivo deterioro ambiental de nuestros recursos costeros.

Sin embargo, la insuficiencia de servicios, la tala de bosques
secos y tropicales y la de manglares, el problema de la
eliminación de los desechos, la contaminación industrial y
problemas de saneamiento ambiental configuran una realidad ya
casi imposible de enfrentar con programas pilotos de limitado
alcance. Se hacen necesarias soluciones integrales.

¿Una costa azul, una costa verde o una costa descolorida?

Casi 700.000 personas se movilizan cada agosto y septiembre
(vacaciones escolares en la Sierra) a la costa, generalmente,
hacia Esmeraldas y el norte y centro de Manabí. Y una cantidad
similar, si es que no es más, de enero a marzo (cuando es el
período de vacaciones en la región Litoral), hacia el sur de
Manabí, la Península de Santa Elena en el Guayas y El Oro.

Es decir, cientos de miles de personas son los habitantes
transitorios de una región que ha estado considerada como una de
las más bellas de América Latina y en la cual se ubican varias de
las más paradisíacas playas del Pacífico.

Pero, cada vez esos parajes son menos bellos y atractivos. Ya
varios de ellos, que hasta hace pocos años eran considerados
puntos de gran atracción turística, ahora son lugares que se
deterioran rápidamente. Muchas playas de Manabí, Esmeraldas y El
Oro que hace pocos años eran deliciosos parajes casi vírgenes o
lugares de descanso familiar cada vez se vuelven menos atractivas
y obligan al visitante a buscar sitios que ofrezcan una efectiva
oportunidad de descanso.

La zona de Muisne al sur de Esmeraldas, se halla afectada por la
masiva presencia de camaroneras y la consiguiente tala de manglar
o Atacames y toda esa región perjudicada por problemas de
infraestructura y sanamiento ambiental.

En Manabí, Bahía de Caráquez está castigada por fenómenos
naturales que hacen retroceder su playa, San Jacinto, San
Clemente y San Vicente, tienen serios problemas de saneamiento
ambiental y basura, problemas que se vuelven a repetir en la zona
del Parque Nacional Machalilla y sus playas de Puerto López,
Puerto Cayo, Salango, en esté último además, la situación se ve
agravada por la fuerte contaminación industrial generada por una
fábrica de aceite de pescado. Y en El Oro, quizá el caso más
dramático es el de Jambelí, contaminda por la actividad del
puerto vecino.

Ante esta situación de evidente deterioro, sólo en los últimos
años se ha tomado alguna conciencia. El primer paso fue la
creación del Programa de Manejo de Recursos Costeros (PMRC), una
entidad dependiente actualmente de la Presidencia de la República
y con sede en Guayaquil. Este programa ha sido exitoso en su
aplicación piloto en la provincia de Esmeraldas donde ha
canalizado los esfuerzos comunitarios y de los gobiernos locales
hacia los problemas específicos de cada zona. Esta unión es el
fundamento del programa.

Ya en la VIII Convención Nacional de Turismo se señaló que: los
problemas endémicos de la Costa como son basura y saneamiento
ambiental, pueden ser solucionados parcialmente, con la
participación comunitaria y de los organismos seccionales. Se
tiene como experiencia válida y demostrativa el trabajo
desarrollado por el PMRC. Actualemente el Ministerio de
Industrias y la Corporación Ecuatoriana de Turismo están
liderando procesos participativos con las municipalidades
costeras, paralelamente a una zonificación de áreas de interés
turístico.

Esta todavía insuficiente, pero importante toma de conciencia se
hace sobre la constatación de que "el nuevo desarrollo de playas,
tradicionalmente liderado por un consumo interno, se comienza a
orientar hacia una demanda de turismo activo, que busca formar
alternativas de aprovechamiento de los recursos naturales y
culturales existentes, aunque poco conocidos, en la franja
marino-costera."

Antes de descubrirse esta realidad, "la zona de playas ha sido
comparativamente relegada respecto a otras zonas del país; tanto
en inversión privada como en promoción del sector público;
limitándose a un consumo interno o regional, salvo casos de
excepción principalmente relacionados con pesca deportiva y
competencias de deportes naúticos."

Esta situación cambió en los últimos años, principalmente por el
auge del turismo de naturaleza y se empieza a descubrir opciones
hacia lugares de turismo activo, contando con las playas no solo
como lugares de ocio. En esta nueva modalidad, la falta de
infraestructura o la dificultad de acceso, más que un problema
puede convertirse en un atractivo; pero en cambio aparecen
algunas limitaciones y problemas ambientales similares a otras
regiones del país, y otros muy específicos de la zona."

Los límites de una costa

Hace pocos años, al calor del debate ecologista, surgió un
pensamiento que trata de conciliar dos visiones del mundo
abslutamente distintas, incluso contradictorias y muchas veces
enfrentadas.

La una, con un sentido economicista, hace énfasis en la necesidad
del desarrollo económico inmediato de los pueblos en base a una
exhaustiva explotación de sus recursos naturales.

Por su parte, la tesis conservacionista, insiste en la necesidad
de conservar los ecosistemas, aún en el caso de que esto
comprometa la calidad de vida de un pueblo en lo inmediato. Es
una cuestión de sobrevivencia, la una a corto plazo, la otra a
mediano y largo plazo. Frente a estos extremos surge el concepto
de desarrollo ecológicamente sustentable.

Este se basa en la idea de que cada zona, cada ecosistema,
soporta niveles distintos de uso y que es necesario conocer sus
límites. Ahora bien, los límites pueden ser ampliados si es que
se da un buen manejo de esa zona, y a la inversa, a poco cuidado
menos se conserva un ecosistema. Esto implica, también que
ciertas actividades tienen más impacto ambiental que otras, o que
una que es, en principio, inofensiva puede convertirse en
catastrófica cuando se masifica...

Este concepto, no es bastante útil para explicar la situación
actual de la costa ecuatoriana. En primer lugar, está claro que
varias zonas han llegado al límite en su capaciad de carga y que
otras se acercan a pasos demasiado acelerados a esta situación.

Pero, una playa, una costa es muchísimo más que una imagen de
postal con bellos atardeceres y arena dorada.

En su situación está implicada la vida de miles de personas
reales, involucradas en diversas actividades, con sus propias
formas de vida, con sus propios problemas.

Tomemos un caso prototípico, el de las playas del centro y sur de
Esmeraldas, a las cuales se desplazan miles de turistas de la
Sierra centro norte, en cada feriado.

Esta región que hace pocos años era compuesta exclusivamente por
pequeños pueblos de pescadores, tiene que soportar una población
flotante de cientos de miles, y todo ello con la infraestructura
de servicios básicos que ya son insuficientes para una pequeña
población. Al no poder soportar adecuadamente una población
muchas veces 10 veces mayor el entorno, el medio ambiente
circundante se ve afectado de forma directa por la acumulación de
desechos sólidos y líquidos, por el tránsito de miles de
visitantes, por la necesidad de alimentar a esa población
flotante, etc, etc.

Por eso, el primer paso para que la costa ecuatoriana revierta su
situación de deterioro y se convierta en una región de gran
atracción al turista es el desarrollar estudios de zonificación
por los cuales, de acuerdo a la capacidad de carga de cada zona
se ubique su mayor potencialidad de desarrollo. Así, se sabrá que
algunas playas pueden ser destinadas al turismo de lujo, otras al
turismo interno, otras son puertos de pesca artesanal, otras
lugares de aventura y/o turismo de naturaleza.

Ello, combinado con un impulso más decidido al trabajo que
desarrolla el PMRC y extendiendo sus beneficios a otras zonas de
la franja costera, y la centralización de esfuerzos que
desarrollan otras entidades gubernamentales para detener la tala
de bosques y manglar, podrá hacer realidad la posibilidad de una
"costa azul del Pacífico".

*Todas las citas son tomadas de la Memoria de la VIII Convención
Nacional de Turismo. (REVISTA CRUCERO) (P4-5)
EXPLORED
en Autor: César Ricaurte - Ciudad N/D

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