PEROT, EL AS ELECTORAL. Por María Amparo Lasso

Quito. 15.06.92. No hay duda. Desde principios de año acá
otros son los términos que definen la contienda electoral en
Estados Unidos. Desdibujadas quedaron en la memoria las
elecciones primarias de New Hampshire con el voto protesta del
republicano Pat Buchanan, y la cerrada disputa entre los cinco
precandidatos demócratas. Casi definidos los protagonistas de
los partidos tradicionales, George Bush y Bill Clinton, apenas
surge, entre el escepticismo y el inmovilismo ciudadanos, un
"as", de proporciones casi míticas, en la figura de un
empresario multimillonario, "testarudo, ambicioso,
iconoclasta": Henry Ross Perot.

El "establishment" norteamericano tembló cuando se hicieron
públicas las encuestas que le daban al texano el triunfo sobre
sus rivales del bipartidismo. Un reciente sondeo de Time-CNN
le otorgó el 33 por ciento de las preferencias electorales,
sobre un 28 por ciento para Bush y un 24 por ciento para
Clinton.

Los primeros meses de la campaña en EEUU han estado orientados
obsesivamente hacia el frente interno. Y es obvio, pues la
recesión quita el sueño a los norteamericanos, en momentos en
que un frenético Bush brega por continuar siendo el líder de
un "nuevo orden mundial" que se asume garantizado, pero que
provoca pocas certezas en el ciudadano común. De hecho, hay
analistas que ya se refieren a "una guerra fría capitalista",
con una hegemónica Alemania en Europa Central y un bloque
asiático consolidado a través de la supremacía del capital
japonés.

Y en un rito electoral donde el dinero tiene la última palabra
y las encuestas anticipadas desdibujan el debate, hay poco
espacio para la participación social, para las demandas, para
las propuestas. Casi la mitad de los electores se han
declarado descontentos tanto con los candidatos como con el
sistema político, pues perciben cada vez más excluyente la
trilogía de poder norteamericano, conformada por las
corporaciones, la cúpula política y las Fuerzas Armadas.

Es en este contexto que la figura de Perot -representante de
la "informalidad política" como en tantos países de América
Latina- encuentra terreno fértil entre minorías, pobres y
desempleados, que han hecho del abstencionismo casi un hecho
estructural en ese país.

Algunos entienden el fenómeno Perot como un elemento funcional
a la histórica lid bipartidista. Se trataría de un chivo
expiatorio para mandar un mensaje a Washington y a los
candidatos tradicionales: ­Hey!, es por aquí por donde se
deben enfilar las estrategias electorales. Otros, en cambio,
le otorgan una posibilidad real de poder, quieren mandarlo a
él, en serio, a la Casa Blanca.

¿QUIEN ES PEROT?

Tiene 61 años. De chico lo apodaban "Henry el martillo". Hijo
de un industrial de algodón y negociante de caballos, Perot se
convirtió en un magnate cuando se dio cuenta de que el golpe
de fortuna estaba no solo en vender computadoras, sino en
enseñar a la gente cómo lidiar con ellas, dice la revista
Fortune. Su éxito empresarial determinante fue la Electronic
Data Services, EDS, que por aquellas intrincadas leyes de los
negocios, terminó escapándosele de las manos, absorbida por la
General Motors. Calculan que hoy su patrimonio alcanza los
tres mil millones de dólares, y sus incontables inversiones
están articuladas a lo que se conoce como el Grupo Perot. Una
de sus espectaculares obras, el "primer aeropuerto industrial
del mundo" (pues excluye el tráfico de pasajeros), llamado
"Alianza" y construido en 17.000 acres de su propiedad en
Dallas a un costo de 50 millones de dólares, ilustra su
audacia. Pretende erigir esta clase de aeropuertos alrededor
del planeta y asegura que Aquino en Filipinas ya ha decidido
que los Perot privaticen Subic Bay.

Es reconocido por su testarudez. Cuando restauró su casa natal
en Texarkana, los constructores le dijeron que era imposible
remover la pintura que los últimos dueños habían puesto en las
paredes exteriores; Perot propuso, entonces, sacar uno a uno
los bloques de las paredes y darles la vuelta de forma que
quedara a la vista el lado sin pintura. Así lo hicieron. Y su
exigencia laboral desborda todo límite, dice Fortune. Hay dos
cosas que no pueden hacer sus empleados: discutir salarios y
ser infieles. Por ello un chiste era común empresa adentro:
"tuve una pesadilla, estoy en la cama con la esposa de Perot y
le estoy contando acerca de mi salario." Y siente una
fascinación especial por lo militar, tanto que deseaba tener a
Norman Schwarzkopf o a Colin Powell, los "héroes" del Golfo,
como sus binomios.

Se multiplican sin cesar sus megaproyectos y aumenta su
poderío. Si se hace historia, los independientes han tenido
poco éxito en las lides electorales en EEUU. Perot carece de
una maquinaria partidaria como la demócrata y republicana.

Pero, ¿y qué hace, entonces, a este hombre capaz de estremecer
la institucionalidad política en EEUU?

Puede llegar a ser un excéntrico pero se da el lujo de
interpelar sardónicamente al empresariado diciendo que "van
por allí luciendo sus ternos de 3.000 dólares y sus esposas de
23 años como trofeos." Es un experto en "lobbying" y mantiene
una comunicación fluida con el hombre corriente: "usualmente
trabajando sin notas, gana a sus interlocutores con humor y
sentido común", comentan.

Ha propuesto una "teledemocracia" -describe Time- por la que
la ciudadanía puede vía fax, modem, teléfono y cable, opinar
aún antes de que termine su presentación, en un feedback lo
suficientemente atractivo para un ciudadano que se ilusiona
pensando que puede quebrar los estrechos intereses de la
democracia representativa e influir directamente en el
gobierno.

IRREVERENTE A TIEMPO COMPLETO

Los analistas norteamericanos están volcados a la tarea de
desentrañar las íntimas razones de Perot: ¿es un
multimillonario idealista no contaminado por ambiciones
personales, un patriota intocable por la corrupción del
sistema, o un demagogo y potencial autócrata que piensa
dirigir el Estado como a una de sus empresas?

"¿Es que Perot tiene madera para ser presidente en momentos de
trastorno doméstico, malestar económico e incertidumbre
global?", se pregunta la revista Time.

Ross Perot se vende como un irreverente a tiempo completo. Su
discurso y su imagen toda rompen con el esquema político
tradicional. Ahí está la clave de su éxito electoral. Cuando
Fortune le preguntó qué opinaba sobre la reforma del Estado
federal, Perot respondió con desparpajo: "interesante
pregunta, nunca he pensando en ello, debo pensar en ello." Y
sobre Bush y su nuevo orden ha opinado: "yo no necesito enviar
gente a la guerra para demostrar mi virilidad". Llega a ser un
excéntrico pero se da el lujo de interpelar sardónicamente al
empresariado del cual es parte diciendo que "van por allí
luciendo sus ternos de 3.000 dólares y sus esposas de 23 años
como trofeos."

Aunque no ha logrado armar un programa de gobierno (ha dicho
que tiene a un equipo de expertos trabajando en eso) y que una
lectura crítica de sus argumentos puede descubrir grandes
contradicciones (es un puritano, pero defiende los derechos
homosexuales; tiene una posición de defensa del medio
ambiente, pero dijo no saber hostia de la Eco 92; ha sido un
entusiasta de aventuras militares en el pasado, pero se opuso
a la guerra del Golfo)...parece tener la capacidad de
sintonizar maravillosamente con una masa decepcionada.

Perot sostiene que el pueblo no se siente representado por el
gobierno, que el sistema político está hegemonizado por el
poder económico, que el Congreso no es sensible a las demandas
de la ciudadanía, y que se debe eliminar el fraude y el abuso
oficiales.

Critica una gigante e ineficiente burocracia, y la doble moral
de Bush: "¿quién creó a Noriega, quién estuvo en el ojo de la
tormenta del Irán Contra, quién puso billones de dólares en
los bolsillos de Hussein?", se preguntó hace poco en una
entrevista con Time.

Sostiene que el aumento de los impuestos debería decidirse por
voto popular, que en caso de ganar la presidencia el suyo será
un gobierno de consenso y que formará su gabinete con lo mejor
de los partidos Republicano y Demócrata.

Ha propuesto una "teledemocracia", por la que promete
presentarse semanalmente en TV, en un sistema donde la
ciudadanía pueda -vía fax, modem, teléfono y cable- opinar aún
antes de que termine su presentación. Se trata de una
modalidad inédita de "feedback", que ilusiona al ciudadano
común con la idea de quebrar los estrechos intereses de la
democracia representativa e influir directamente en el
gobierno.

Por todo esto las grandes corporaciones le temen. Son mucho
menos entusiastas por él que los pequeños hombres de negocios
o el público en general. Una encuesta entre líderes
empresariales, realizada en mayo por Fortune, constató que un
44% cree que Perot puede ganar, pero solo uno entre diez
encuestados dice que votaría por él. (1C)





EXPLORED
en Ciudad N/D

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