AQUI, LLAMANDO A ANGEL F. ROJAS. Por Cecilia Velasco*
Quito. 29.06.92. La imagen del éxodo, como tal, se refiere
también en "Cien años de soledad", cuando, al mando del
primer Arcadio BuendÃa, un grupo de hombres abandona la
antigua Riohacha para fundar un nuevo pueblo, al que
bautizaron con un nombre escuchado en sueños, Macondo (PARA
PIE DE FOTO)
Más allá de su lÃmites y falencias, Angel F. Rojas nos entrega
la imagen prodigiosa de una comunidad en que la condición
humana alcanza a expresarse y recrearse, poseedora de la
fuerza y energÃa suficientes para enfrentarse a la muerte y
derrotarla. (PARA CAPSULA)
"El éxodo de Yangana" representa, desde varios puntos de
vista, una novela de gran riqueza y complejidad. En el ámbito
de la narrativa nacional, se trata de uno de los logros más
altos de entrega de la realidad a diferentes versiones, de
modo que el mundo de lo contado pierde certeza y quietud. El
que el autor haya utilizado distintas voces narrativas nos
lleva a pensar que el tema al que el texto literario se va a
referir es de naturaleza vasta y polifacética, por lo que su
enunciación debe ser encargada a varios locutores. Una vez
que a través del desarrollo de la trama se ha hablado al
lector de todos los constituyentes de Yangana, es preciso
decir cómo son los seres que la habitan, en qué creen, qué
ritos practican, cuáles son los ingredientes de la cosmovisión
de este personaje colectivo de Rojas, la comunidad.
A través de la lectura de esta novela, es posible advertir la
intencionalidad de nombrar e inventariar toda la gama de
pasiones, creencias, tareas y temperamentos que pueden
concentrarse a través de la creación de unos personajes
quienes, de una manera simbólica, alcanzan a representar las
taras y virtudes de la humanidad. Un microcosmos aparece
retratado en esta novela que oscila sabiamente -no por ello
plácidamente- entre el pueblecito pintoresco de Loja y el
universo. Sin llegar a superar del todo ciertos elementos
esquemáticos, los personajes de Rojas, gracias a una huella
humana, alcanzan a distanciarse del arquetipo manejado
abundantemente por el realismo de la época de buenos vs.
malos, opresores vs. oprimidos. La obra literaria deja de
ser, momentáneamente, un reflejo de la realidad, al crear
Rojas un personaje colectivo que triunfa sobre el poder del
Estado. El humor, la ironÃa, la recreación del habla popular,
son elementos que edifican un mundo que incita a ser leÃdo,
que atrapa y llega a deleitar al lector, meta que si bien es
cuestionada por algunos, sigue siendo ansiada por todos.
Lo que distancia, definitivamente, a "El éxodo de Yangana" del
realismo es la capacidad de recoger en la estructura, con más
o menos aciertos, el maravilloso mundo mÃtico de la comunidad
aunque el proceso no se dé de una manera acabada. Media, por
un lado, la voluntad de recuperar la lógica popular, sin
implementar programas de filtración y, por otro, la visión
seudo cientÃfica y el sesgo racionalista que dominaba la
ideologÃa de los artistas e intelectuales de la época. Pero
allà están, imperecederos, Taita Manuel Gustán durmiendo
simultáneamente con sus tres esposas. La señora Francisca
Aldeán, cuya pasión y deseos carnales desmedidos han llevado a
la tumba a sus tres sucesivos esposos. La litigante india
Liberata Jiménez, saliendo de la esfera de lo doméstico, no
solo porque "adora las peleas de gallos, gusta de jugar al
billar y de beber aguardiente", sino porque alcanza niveles de
participación social y polÃtica.
LOS MITOS DE YANGANA
"En el Exodo, Dios no viene a infundir temor, sino que escucha
el gemido del pueblo oprimido, le da confianza, despierta en
él la esperanza de una liberación real y completa suscitando
un lÃder generoso. El "Exodo" es como el ejemplo de todas las
verdaderas liberaciones humanas", dice la introducción de la
Biblia latinoamericana. La obra de Rojas hace descansar todo
su andamiaje sobre uno de los mitos más bellos de la
humanidad: el dejar atrás un territorio antiguo, sÃmbolo del
oprobio y la dominación, para llegar a un territorio nuevo.
La imagen del éxodo, como tal, se refiere también en "Cien
años de soledad", cuando, al mando del primer Arcadio BuendÃa,
un grupo de hombres abandona la antigua Riohacha para fundar
un nuevo pueblo, al que bautizaron con un nombre escuchado en
sueños, Macondo.
Común es a las dos obras, también la imagen de una mujer
hermosa que incita amor y produce muerte: Remedios la Bella,
en el caso de GarcÃa Márquez y la Virgen del Higuerón, en el
nuestro. Las dos obras llegan a edificar ciudades-sÃmbolos, y
en los dos casos, referentes de la historia latinoamericana se
involucran en la trama novelesca.
Mas, mientras en "Cien años de soledad", la vida cotidiana no
puede ser comprendida fuera del mundo de lo narrado, y los
hechos maravillosos no son tratados como folklore del lugar,
Rojas entrega la misión de describir la vida de la comunidad,
sus peculiaridades culturales, a un personaje extranjero, de
profesión antropólogo, y bajo la modalidad de un diario de
explorador, aspecto que tiene que ver, por un lado, con la
ideologÃa del creador a la que nos habÃamos referido antes por
un lado, y, por otro, con el hecho de que el escritor no
alcanzaba aún un grado de especialización suficiente. SeguÃa
siendo, incluso en el momento de escribir la obra, periodista,
sociólogo, abogado.
El crÃtico Blanco Aguinaga en su obra "De Mitólogos y
Novelistas", establece dos categorÃas básicas que están en
constante oposición: Mito e historia. Ante la pérdida de fe,
el creador estarÃa negando la historia mediante la creación de
mitos. Como resultado de una actitud vital "anti histórica",
se evidenciarÃa en las obras la constante confusión entre lo
real y lo imaginario, que incluye también el absurdo.
En el caso de "El éxodo..." se puede sentir la pugna entre la
historia y el mito, dado que el proceso de transformación, en
Yangana, de propiedades comunitarias a latifundios es
explicado, en la trama, mediante un cuento de tradición oral
perteneciente, por ser tal, al mundo de la fantasÃa.
Mientras GarcÃa Márquez toma partido por el mito y hace
concluir sus cien años otorgando el triunfo a lo imaginario
fantástico, nuestro escritor de tendencia socialista hace
concluir su obra con la imagen de un pueblo que, habiendo
huido de la imposición de la ley, de la irracionalidad
impuesta por un marco jurÃdico sustentatorio, decide no
obstante el carácter épico de su lucha, enmendar sus pasos, e
inscribirse en los senderos de la civilización y el progreso.
NOVELAS Y EPOCAS
La obra alcanza, entonces, muchas proyecciones, y da para
mucho. Aparece como una necesidad para la reflexión sobre
nuestra literatura el surgimiento de un pensamiento crÃtico
que asuma a la obra literaria como un producto especÃfico, y
con instrumentos especÃficos, superando el cansino y clásico
discurso de veneración que a menudo se prodigan mutuamente
crÃticos consagrados y escritores consagrados o en vÃas de.
El éxodo fue posible en una sociedad de tipo rural, mucho más
ritualizada, en la que el nivel de confrontación social se
expresaba y resolvÃa al nivel de la provincia, o en extremo,
de la nación. Las gestas heroicas, el sentido de lo
colectivo, las reivindicaciones sociales tenÃan entonces
cabida. La transnacionalización de la economÃa, la formación
de bloques de naciones, la incapacidad absoluta de decisión de
los paÃses pobres, la radicación de lo individual y lo
privado, el peso aplastante de la ciudad interiorizado en
todos, son tal vez algunas pistas, dichas de modo más bien
prosaico y sencillo para entender por qué entonces sà "todos a
una" y ahora impera más bien el aislamiento, la conciencia
individual confundida.
Más allá de su lÃmites y falencias, Angel F. Rojas nos entrega
la imagen prodigiosa de una comunidad en que la condición
humana alcanza a expresarse y recrearse, poseedora de la
fuerza y energÃa suficientes para enfrentarse a la muerte y
derrotarla.
en
Explored
Autor: Cecilia Velasco - Ciudad N/D
Publicado el 29/Junio/1992 | 00:00