HAVEL: EL ULTIMO GRAN PERDEDOR
ParÃs. 20.06.92. Vaclav Havel fue el primer presidente de la
Checoslovaquia democrática y será seguramente el último, tras
la decisión el viernes de checos y eslovacos de abrir un
proceso que desembocará en la división del paÃs en dos estados
independientes.
Dramaturgo, que sigue prefiriendo los libros y los bares
llenos de humo a las condecoraciones y recepciones oficiales;
escritor de misivas apasionadas ("Cartas a Olga"), poeta
llamado "San Vaclav" en las calles de Praga, admirador de los
Rolling Stones y los "spirituals" negros, Havel fue el héroe
de la revolución tranquila, la "revolución de terciopelo" que
logró sacudirse a los dirigentes comunistas instalados en el
poder desde 1945.
Desde la cárcel de Praga, donde habÃa sido encerrado en varias
ocasiones por las autoridades comunistas, Havel llegó a la
presidencia del paÃs en uno de esos extraños vuelcos que da la
historia.
Lideró con valor y pasión la rebelión que llevó a la
muchedumbre a las calles y que logró la caÃda de uno de los
regÃmenes comunistas más rÃgidos del bloque del Este. "Havel
al Castillo", gritaban esos dÃas los checos, designando la
sede del poder, esa fortaleza barroca de la vieja Praga
descrita por Franz Kafka en una de sus obras.
La historia parece salida de una de sus obras de teatro: Havel
pasó de la cárcel al Castillo en casi cuestión de dÃas.
Desde entonces trata de mezclar literatura y polÃtica y, según
declaró esta semana en Barcelona el peruano Mario Vargas
Llosa, reconociendo su propio fracaso, es quizá el único que
lo consigue.
En efecto, seguir reivindicando la "espiritualidad", como lo
hace Havel, en estos tiempos y en vÃsperas del siglo XXI,
abogar por "una ética social y polÃtica", y hacerlo desde la
presidencia, sin provocar ironÃas y burlas, quizá sólo puede
lograrlo él. (AFP)
¿Quién es Havel y de dónde surgió? Nació en 1937, en una
familia burguesa, hijo y nieto de empresarios. Vivió su niñez
en la campiña, rodeado de domésticos, devorando los libros de
la gran biblioteca familiar. El domingo sus padres lo llevaban
al célebre teatro Lucerna, construido por su abuelo. A los 11
años, en 1948, asistió a la llegada de los comunistas al poder
y empezó el exilio interno para él y su familia. A los 14
años, debió abandonar sus estudios y ponerse a trabajar.
A los 20 empezó a trabajar como actor, frecuentando con otros
intelectuales y jóvenes de Praga el café Slavia, al tiempo que
trataba de estudiar en el liceo por las noches. Pero le
persiguÃa el estigma: "hijo de burgués".
En ese café conoció a Olga, una obrera rubia que se volvió su
esposa y su "única certeza". Empezó a escribir teatro, poesÃa,
filosofÃa. Se sumergió en las cuestiones existenciales,
defendiendo las aspiraciones libertarias y denunciando la
sociedad totalitaria.
Comenzó en esa época en el paÃs a organizarse la disidencia, y
él y Olga se metieron en ello de lleno. Dentro y fuera de la
cárcel, Havel siguió escribiendo. A su mujer le enviaba largas
misivas, en las que le hablaba de su inmenso amor, pero
también de sus miedos, enfermedades, de Dios, del hambre, de
su vida detrás de las rejas. Son las "Cartas a Olga",
recientemente publicadas.
El disidente se volvió mandatario, pero guardó siempre la
sonrisa a flor de labios y jamás olvidó lo que es el poder, lo
que siempre ha sido. Por ello quizá sus asesores no fueron
nunca burócratas, sino artistas y actores, de cabellos largos
y vaqueros.
Hasta ayer, Havel todavÃa soñaba con una nación checo-eslovaca
que darÃa al mundo el ejemplo de responsabilidad, de respeto
de los Derechos Humanos, de ponderación.
Pero ahora se está escribiendo la palabra fin a ese capÃtulo,
que bien podrÃa haber salido de una de sus obras. Havel se
convertirá pronto en el último jefe de Estado de
Checoslovaquia. Su futuro quedó sellado, al firmar Vaclav
Klaus, lÃder de la derecha checa, y Vladimir Meciar,
abanderado de la izquierda nacionalista eslovaca, la histórica
acta polÃtica que pondrá en marcha el proceso de escisión del
paÃs, antes del 30 de septiembre próximo.
Tras las elecciones celebradas el 5 y 6 de junio (en las que
ganó el Partido Democrático CÃvico, de Klaus, mientras que en
Eslovaquia triunfaba el Movimiento para una Eslovaquia
Democrática, de Meciar) Havel no habÃa dejado de advertir por
todos los medios sobre los peligros que suponÃa la división
del paÃs.
Pese a que Klaus y Meciar no llegaron a un entendimiento para
la reelección de Havel a la presidencia, los analistas
polÃticos lo designan ya como el "gran perdedor" de esta nueva
situación, ya que Meciar se opone tajantemente a su reelección
como jefe del Estado chechoslovaco.
Havel aún no hizo declaraciones sobre el acuerdo de
Bratislava. Sólo fue informado telefónicamente al respecto.
Pero algo es seguro: si consiguió interpretar, en un universo
kafkiano, este difÃcil papel que le asignó la Historia, y lo
hizo bien, Havel podrÃa ahora convertirse, no en el anunciado
"gran perdedor", sino en una vez más ganador, pero de otro
juego y con otras reglas. Las suyas.
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Ciudad N/D
Publicado el 20/Junio/1992 | 00:00