QUITO. 19.09.91. Mario Vargas Llosa nació en Arequipa, Perú
en 1936. Hijo de una familia acomodada, estudió literatura y
derecho en la Universidad de San Marcos de Lima y se doctoró
en Madrid. Luego, ejerció como profesor en universidades de
Gran Bretaña y Estados Unidos.
La vocación literaria de Vargas Llosa era ya clara poco
después de cumplir dieciséis años, cuando redactó una pieza
teatral, "La huÃda del Inca", que se estrenó en 1952, y
comenzó a componer sus primeros cuentos. Los relatos
incluidos en Los jesfes (1958) eran ya la obra de un escritor
completamente maduro, dueño de un rico mecanismo expresivo y
de un considerable aparato crÃtico.
Pero fue la novela La ciudad y los perros, que recibió en 1962
el premio Biblioteca Breve, la obra que otorgó a Vargas Llosa
un lugar destacado en la literatura contemporánea de habla
española. La novela, que se centra en un grupo de alumnos de
la academia militar Leoncio Prado y constituye un corte
vertical de la sociedad peruana de los tiempos de la
dictadura de OdrÃa, causó revuelo en Lima por causas totalmente
extra literarias: algunos jefes militares se consideraron
calumniados y ordenaron quemar ejemplares del libro en el
patio del colegio. La medida no hizo más que auspiciar la
rápida divulgación de la novela.
Después de La casa verde (1966) que le valió el premio Rómulo
Gallegos, Vargas Llosa publicó un intenso, duro retrato de las
clases medias costeñas en Los cachorros (1968); un año más
tarde apareció esa vasta empresa novelesca que es Conversación
en la Catedral. Ambas novelas mostraban la creciente
complejidad de su arte narrativo.
Durante esos años, paralelamente a su labor de novelista,
Vargas Llosa llevó a cabo una valiosa obra de reflexión
crÃtica en torno a la novela, a su historia, a sus mecanismos
y a sus posibilidades expresivas. Dentro de esa vertiente,
destacan su minuciosos estudio Gabriel GarcÃa Márquez:
historia de un deicidio (1971), el análisis de "Tirant lo
Blanc" contenido en Cartas de batalla de Joanot Martorell
(1972) y especialmente su monumental ensayo La orgÃa perpetua:
Flaubert y "Madame Bovary", que apareció en 1975.
Pantaleón y las visitadoras (1973) y La tÃa Julia y el
escribidor (1977) no continúan el lento y poderoso impulso
mÃtico de las primeras novelas de Vargas Llosa; parecen un
momento de transición. Pantaleón (la historia de un delirante
ordenancista enfrentado al doble caos de la selva y de la
sexualidad humana) y La tÃa Julia (explÃcitamente
autobiográfica) no pueden ser consideradas, sin embargo, obras
menores.
La guerra del fin del mundo (1981) es sin duda la más
ambiciosa de las empresas novelÃsticas de Vargas Llosa. Por
otra parte, constituye una ruptura con su temática habitual, o
al menos con el escenario geográfico y humano en que ésta se
encuadraba. Por primera vez, Vargas Llosa sitúa la acción de su
novela lejos del Perú: la obra transcurre en el trágico sertao
brasileño y narra la historia del movimiento milenarista de
Canudos, fundado por Antonio "el Conseheiro", a fines del
siglo pasado. La aventura de Canudos, de la fundación de la
"ciudad santa" donde los fieles esperaban el fin del mundo y
el Juicio Final, sirve al autor peruano para trazar una
desolada, irónica parábola acerca de la razón y del progreso
como móviles de la historia.
En las novelas de Vargas Llosa hay una curiosa amalgama de
naturalismo y de realismo poético, de psicologÃa y de
esquematismo, que pertenece a la novela latinoamericana
tradicional y, al mismo tiempo, a la última novela. AsÃ
define el crÃtico peruano Julio Ortega el arte novelesco de
Vargas Llosa. Y esa definición se ajusta especialmente a La
casa verde, una de sus obras de mayor complejidad estructural
y de mayor peso especÃfico en su universo narrativo.
La casa verde a que alude el tÃutlo de la novela es un
legendario prostÃbulo, instalado en un arenal en las afueras
de Piura, ciudad del norte del Perú. En torno a ese
prostÃbulo giran las vidas de numerosos personajes, un
verdadero elenco o muestrario de la sociedad peruana.
Vinculadas de alguna manera al prostÃbulo, a sus avatares, a
sus legendarios comienzos y ominoso final, aparecen las
historias entremezcladas de una indÃgena educada por los
misioneros en plena selva amazónica, un militar perseguido por
la culpa, un tÃpico respresentante de los marginales de la
costa, un casi mÃtico arpista ciego, proxenetas, indios,
labriegos, policÃas, ministros.
La construcción de la Casa Verde modifica, de una manera
misteriosa y dramática, la vida de la ciudad, y envuelve a sus
habitantes en una lucha ciega, eterna, que concluye con la
destrucción fÃsica del prostÃbulo. Pero La Casa Verde hundida
en el arenal no hará más que agrandarse en la memoria
colectiva de los peruanos, en sus sueños y en sus apetencias
inconfesables.
Vargas Llosa utiliza en La casa verde una gama muy amplia de
procedimientos estilÃsticos; tan amplia como los niveles de
realidad que el autor inventa o "imita", para utilizar su
propia definición. La novela es una multiplicidad de planos
convergentes, la reconstrucción de un mundo en transición. La
diversidad de técnicas permite al autor permanecer
rigurosamente oculto; sus sentimientos, juicios y opiniones
acerca de lo que narra quedan velados por una escritura tersa,
sin relieves verbales, apegada a la objetividad. Es el propio
lector quien debe juzgar, aceptar o rechar esas peripecias
vitales.
Los individuos y sus historias aperecen, en La casa verde,
fatalmente determinados por el medio social y geográfico. La
acción: variadas, cambiante, aparece en oleadas crecientes de
violencia. La aventura, las hazañas fÃsicas y morales aparecen
en La casa verde como parte insoslayable de la estructura de la
novela, pero también, seguramente, como testimonio de una de las
grandes pasiones de Vargas Llosa: las novelas de caballerÃa.
(BiografÃas, el autor y su obra, Editorial Oveja negra, p, 15,
16)
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Publicado el 19/Septiembre/1991 | 00:00