Quito. 3 nov 2001. Los rituales indÃgenas y mestizos conviven al recordar
a los familiares que murieron.
Sobre los montÃculos de tierra que cubren a los muertos del cementerio de
Calderón, las mujeres indÃgenas están sentadas, rodeadas de grandes ollas
y talegos.
"¿Puedo rezarle a su muerto?", pregunta cualquiera, aunque principalmente
son otavaleños quienes lo hacen. La pariente del difundo acepta. "¿Por el
alma de quién?", y se escucha el nombre. Mientras se oyen los padre
nuestro y los ave marÃa, la mujer mete un pozuelo en la olla. Ahà hay
Uchucuta, una mezcla de maÃz, alverjas, carne, papas, achote y manteca,
que se regala al rezador, junto a guaguas de pan, tortillas de zapallo y
maÃz, y, si hay, colada morada.
La comida es guardada en una funda. Una vez en la casa, se comerá.
El camposanto normalmente vacÃo está lleno de gente. Es dos de noviembre,
dÃa de difuntos, y todos visitan a sus muertos.
Los mestizos limpian, pintan, dejan flores en las tumbas. Los indÃgenas
dejan comida, "para que se sirva el difunto".
Calderón, cercana a Quito, es una zona de población mayoritariamente
indÃgena, y muchos están hoy aquÃ. También hay extranjeros que toman
fotografÃas, algún profesor de colegio que explica a sus alumnos lo que
pasa, simples curiosos. La entrada al cementerio es una feria, donde se
venden flores plásticas de color negro y morado, juguetes, helados,
estampas religiosas, helados, discos compactos, ramilletes de rosas o
sandÃas.
En el centro del lugar, se ha instalado un altar, y por los parlantes un
religioso habla de la necesidad de retomar la palabra de Dios, mientras
habla de la falta de respeto al comer, sentarse, estar sobre los muertos.
Tal vez no es irrespeto, sino solo confianza, necesidad de cercanÃa, de
contacto.
Los parlantes anuncian misa. Frente al altar hay una pequeña fila. AhÃ
cada cual anota el nombre de sus muertos para que sean nombrados en la
misa. Registrarlos vale $ 1. (AAS)
San Diego
- San Diego, uno de los cementerios más antiguos de la capital, bulle con
los cientos de personas apretujadas que visitaban y remozaban nichos y
sepulturas.
- Los buhoneros se confunden con pintores que ofrecen su trabajo,
mariachis que cantan frente a una tumba o personas que alquilan escaleras
para alcanzar los nichos más altos. Se venden candados, estampas, incluso
cinta adhesiva, "para que no se le lleven la tarjeta".
- Los imponentes y viejos panteones de la antigua burguesÃa son los
únicos sin visitas. (AAS)
Vendedores de flores se anticiparon
Desde tempranas horas de la mañana, los guayaquileños acudieron ayer a
los cementerios para honrar la memoria de familiares, amigos y seres
queridos.
El flujo masivo de ciudadanos, de los 28 cantones de la provincia del
Guayas se evidenció también en el Terminal Terrestre, ubicado al norte de
la ciudad.
La PolicÃa, la Comisión de Tránsito del Guayas y la Defensa Civil
desarrollaron amplios operativos conjuntos de control vehicular, peatonal
y de seguridad.
La avenida Pedro Menendez Gilbert, que colinda con el Cementerio General
de Guayaquil, fue cerrada al tránsito vehicular para evitar posibles
accidentes.
No obstante, hubo reiteradas quejas de los visitantes, debidas a la falta
de control de las autoridades a los vendedores de comida, que se
apoderaron de las aceras y calles para ofrecer desde yapingachos hasta la
tradicional colada morada.
"No es posible que se tomen las calles. No se puede caminar", expresó
Luis Bastidas, oriundo del cantón Palestina, quien acudió al cementerio
para visitar a un primo hermano.
Por otro lado, los vendedores de flores y adornos montaron sus negocios
desde el miércoles anterior, "para ganar puestos estratégicos", según
afirmaron.
Para garantizar el orden público y la seguridad de las personas durante
los tres dÃas del feriado de fieles difuntos, el coronel Marco Cuvero,
jefe provincial de PolicÃa, dijo que se pondrán a disposición 185
patrulleros, 380 motorizados y unidades especiales del GOE y GIR.
"Pedimos la colaboración de la ciudadanÃa, para que no haya desgracias
que lamentar", expresó el jefe policial. (CHM) (Diario Hoy)