Quito. 27 nov 2001. (Editorial) Los datos que habrán logrado recaudar los
jóvenes y las jóvenes de los colegios privados y públicos que
participaron como encuestadores el domingo último en el Censo de
Población y Vivienda, nos hablarán de seguro no solo de ciudades, sino de
un paÃs escindido, profundamente estratificado, atravesado por grandes
contradicciones, que se expresan en la riqueza y el lujo de unos pocos
frente a la desprotección y falta de estructura básica en que viven
sectores mayoritarios de este paÃs.
Las imágenes que nos muestra la prensa, y el testimonio de quienes
participaron visitando hogares y recolectando información qué útil este
contacto entre los jóvenes y su realidad concreta nos hablan desde ya de
familias partidas por la migración, de antiguas ciudades hoy convertidas
en pueblos fantasmas, gracias tanto a la migración interna como al éxodo
fuera del paÃs. Seguramente en la información que habrán dado los
ciudadanos entrevistados, se podrá advertir la existencia de cientos o
miles de personas que debieron abandonar el campo donde habitaban y
producÃan, para trasladarse a trabajar como mendigos o mercachifles en
las zonas céntricas de Quito o Guayaquil, debido a los azotes que la
naturaleza ha dado, sumados a problemas de manejo de fondos,
infraestructura básica. Y la de miles de ciudadanos ecuatorianos que por
la falta de trabajo y oportunidades de vida, se fueron en búsqueda de
algún chance a otros paÃses.
Tal como lo han registrado las estadÃsticas, muchas han de ser las
familias en donde padre y madre se han marchado, y los dolores de la
orfandad y la ausencia deberán ser convertidos en palabras, en datos y,
ojalá, en alternativas. Sobre cuántos niños y niñas que han debido dejar
las clases regulares para ir a trabajar nos informarán los resultados del
Censo. Qué, sabremos, luego, sobre los habitantes de las calles y las
noches quiteñas, cada vez más numerosos; cuál irá a constar como su lugar
de residencia, su ocupación habitual, su nivel de seguridad social, sus
grados de discapacidad.
En este último aspecto, a propósito, ha llamado la atención de algunos
ciudadanos el hecho de que los jóvenes encuestadores obvien la pregunta
sobre discapacidades, a menos que estas sean evidentes o visibles ¿Qué se
considera discapacidad? preguntamos algunos, y la respuesta es la que se
podrÃa esperar: que alguien no pueda caminar, que use silla de ruedas;
las preguntas, empero, subsisten ¿constituyen grados de discapacidad la
dislexia, la epilepsia, la sordera, las enfermedades crónicas, la
hemofilia, el autismo? ¿No se tratarÃa de recoger en el Censo información
lo más completa posible sobre el estado de salud del pueblo ecuatoriano?
Suele ocurrir que en las familias hay casos de enfermos que nunca son
enfrentados socialmente, registrados, asumidos en el mundo externo.
Recopilar esa información habrÃa sido útil.
Saber cuántos somos y cómo vivimos para redistribuir la riqueza y
alcanzar la equidad, decÃa el secretario de la Administración Marclo
Santos. Ojalá las propias preguntas conduzcan hacia la obtención de
información importante y fundamental porque ¿qué sentido tiene preguntar
a todo el mundo, el que es y el que no es, si pertenece a alguna
organización indÃgena? Y en cambio, por qué ciertas preguntas fueron
obviadas o hechas de modo muy apresurado.
Y, sobre todo ¿aún es posible la equidad entre nosotros? ¿A que sà existe
una voluntad polÃtica de redistribución y atención a las zonas ubicadas
en los márgenes? ¿De verdad?
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