LA "EURODEPRESION", por Ramiro Giménez
Paris. 06. 11. 90. (Opinión). Hace apenas seis meses, el
debate era cuánta porción de soberanÃa nacional habrÃa que
ceder para hacer más efectiva la integración europea. El
mercado único de 1992, y todas las ventajas avizoradas,
despertaban una euforia sin precedentes entre estadistas,
empresarios y opinión pública.
La unidad monetaria, un banco central europeo, mayores poderes
al Parlamento europeo, nuevos mecanismos de coordinación de la
polÃtica exterior, común, todo era analizado y preparado para
ser rápidamente incorporado. El futuro estaba otra vez en
Europa: el principal actor económico mundial, serÃa también un
gran centro de decisión polÃtica en el escenario posterior a
la Guerra FrÃa, el motor del comercio internacional y uno de
los protagonistas esenciales de la revolución tecnológica. En
los papeles, todo sigue igual.
Pero el clima ha variado. Ahora hay "europesimismo".
Se duda que los 12 puedan acelerar el proceso e incluso de que
se llegue a 1992 en la forma prevista. Las disensiones sobre
polÃticas económicas, y monetarias han aumentado. La crisis
del Golfo Pérsico demostró lo difÃcil que es la coordinación
de la polÃtica exterior comunitaria, y la unificación alemana
crea más dudas que esperanzas.
Durante la Guerra FrÃa, las dos superpotencias tomaban las
grandes decisiones, incluso las que afectaban exclusivamente
el escenario europeo. Los soviéticos tenÃan "su Europa" y los
estadounidenses, la suya. El Atlántico, con significación
económica y militar, era una alianza liderada y encabezada por
EEUU. La seguridad de Europa Occidental dependÃa de las
tropas estadounidenses. El derrumbe del comunismo en Europa
Oriental y las dificultades polÃticas y económicas de la URSS,
han cambiado el panorama. El Pacto de Varsovia es una
entelequia que se mantendrá unos años más, hasta que se
compense económicamente a los soviéticos por el retiro de las
tropas estacionadas en el Este. La OTAN busca definir un
nuevo papel que resulta esquivo. Las bases norteamericanas
pierden valor estratégico y hay fuerte presión para
desmantelarlas y reducir el presupuesto militar.
Todos los europeos, del Oeste y del Este, sienten que la
seguridad no depende ya de los "dos grandes". La URSS, es
todavÃa una superpotencia en términos militares, pero la
situación económica la torna dependiente de los capitales
europeos que pueden acudir al salvataje. La noción de Europa
Central, como siempre, ha resurgido otra vez.
Alemania, unificada a una velocidad increÃble, será el motor
del crecimiento económico europeo y del desarrollo industrial
de sus vecinos del Este.Los alemanes juran que su objetivo
central es fortalecer la CEE, pero el vacÃo polÃtico y
económico en Polonia, HungrÃa y Checoslovaquia, clama porque
alguien lo ocupe. Y Alemania está allÃ.
Los antiguos nacionalismos, conflictos étnicos y fronterizos
en la Europa Central, están resurgiendo a gran velocidad, tras
un perÃodo en que el yugo soviético puso una tapa a la
caldera. Las dificultades de estos paÃses para transitar
hacia la democracia y el libre mercado simultáneamente, pueden
originar retrocesos.
Alto desempleo, escasez de productos básicos, carencia de
divisas, insuficientes insumos energéticos, pueden derivar en
grandes conmociones sociales y en el establecimiento de
regÃmenes militares o autoritarios. Las ricas economÃas del
Norte europeo, anglosajonas, recibirán una inmigración masiva
de soviéticos, polacos y checos en busca de empleos y nuevos
horizontes y no será fácil acomodarlos. Los paÃses del Sur,
los del Mediterráneo, tendrán otro tipo de inmigración:
trabajadores musulmanes de Africa del Norte, difÃciles de
asimilar culturalmente. La xenofobia y el racismo han
reaparecido en la Europa Occidental.
La incógnita, en lo que se refiere a la URSS, es cuánto
quedará del viejo imperio. (ALA) (A-4).