Quito. 14.10.90. Madonna está realizando una gira por Europa,
denominada "The Bonde Ambition Tour". Y causa sensación
porque se cambia de vestimenta una infinidad de veces (con
diseños exclusivos y extravagantes) durante la presentación,
efectúa una masturbación simbólica, quema cruces, baila en
ropas ligeras; acompañada de una cantidad de hombres y mujeres
profesionales en la danza, sus movimientos son sensuales y muy
pensados... Las tan populares canciones de esta artista
acompañan al espectáculo, pero no parecen tener un papel
protagónico en él. Más que una gira musical, viene a ser una
especie de circo ambulante.
¿Qué pretende Madonna? Evidentemente, llamar la atención para
ganar y mantener fama y popularidad y, por lo tanto, dinero.
Motivaciones nada nuevas, si se toma en cuenta que los cambios
de imagen en ella son comunes, asà como los intentos de emular
a Marylin Monroe (en vistas a convertirse en un Ãdolo similar)
y también los videos que aluden a temas religiosos desde una
perspectiva más bien iconoclasta.
Nada de esto constituye una novedad en el mundo del pop y del
rock, sin embargo.
John Lennon, en la década de los 60, expresó: "Somos más
populares que Jesucristo", frase que levantó tanta polémica.
Hacia 1967, Jim Morrison, cantante del conjunto The Doors,
compuso una canción en la que afirmaba que querÃa matar a su
padre y hacer "algo" con su madre; pocos años después, se
masturbó en público en un concierto ofrecido por el grupo en
Miami.
El movimiento punk, hacia finales de los años 70, trajo cosas
aún más difÃciles de digerir, al menos desde el punto de vista
del buen gusto. Y ha habido otros casos en los que los
valores tradicionales parecen ser puestos en tela de juicio
por artistas populares.
Pero, aunque los fenómenos sean similares, cuando éstos
suceden involucrados, de alguno forma, en movimientos de
carácter social, no cabe quedarse en la descripción del hecho,
sino que hay que analizar causas y consecuencias. Y en vista
de que el rock es -o era en un principio- una forma de
expresión artÃstica que trascendÃa la música y que incluÃa
manifestaciones y propuestas sociales, no basta juzgar las
repercusiones estéticas de los hechos mencionados, sino que se
debe llegar a las motivaciones y las posibles consecuencias de
tales sucesos.
John Lennon, por ejemplo, vivÃa en conflicto entre su
agresividad hacia un mundo que habÃa sido cruel con él y que
tenÃa como fundamentos la injusticia y la violencia, y su
necesidad de paz, de amor, de la dependencia hacia su esposa.
Cuando habló de que los Beatles eran más populares que Jesús,
lo hizo obnuvilado por el éxito, pero también por su propia
noción, honesta (aunque no necesariamente correcta), de lo
efÃmero de ciertos sÃmbolos tradicionalmente preservados en
una sociedad como la occidental.
Jim Morrison protagonizó el escandaloso episodio de Miami
porque (quizá entre otras razones) se enteró de que sus
compañeros de los Doors habÃan vendido los derechos sobre la
famosÃsima canción "Light my fire" a la General Motors, para
que esta compañÃa la utilizara en una propaganda de Buick. Al
desacreditar al grupo con una actuación como esa, pretendÃa
evitar que la canción fuera utilizable, y lo logró. Dicen
que se le oyó exclamar, al volver a los camerinos: "Ahora
vamos a ver si hacen publicidad con esta canción..." Y lo que
sà es seguro que comentó al respecto, tiempo después, fue:
"Creo que simplemente estaba harto de la imagen que se habÃa
creado a mi alrededor, a la que yo contribuà a veces
conscientemente, pero casi siempre inconscientemente. Se
habÃa convertido en algo que ya no podÃa soportar, entonces
puse fin a ello en una sola y gloriosa noche".
Y en cuanto al movimiento punk, éste surgió como una respuesta
social a una época de recesión en Gran Bretaña, y como una
réplica artÃstica a una música popular plagada de
convencionalismos y/o virtuosismos elitistas. Su actitud era,
evidentemente, de protesta, y su posición de ruptura era tan
clara que la alternativa propuesta en cuanto a la ideologÃa
era la anarquÃa, y en cuanto al arte, era su correlato: volver
a los orÃgenes, a la fuerza inicial, a lo más simple, a lo que
está al alcance de todos, incluso de los ignorantes, y de ser
posible, sumergirse en el caos.
Es claro que todas esas actitudes, posiciones, propuestas,
tienden a ser más destructivas que constructivas. Pero
también es cierto que pretenden ser honestas, no sólo en lo
claro de las motivaciones, sino en buscar una postura de
compromiso con lo que cada uno de estos artistas es y no con
lo que espera en términos de réditos económicos.
Obviamente, ni Morrison ni Lennon eran unos santos, pero sus
obras y sus actos, por lo general, dependÃan de un talento que
trascendÃa la simple búsqueda de dólares. Al contrario de lo
que es enteramente preparado para gustar y ser vendido, lo
expresado por esos artistas era, en principio, una muestra
sincera de su propia angustia e incertidumbre frente a un
mundo conflictivo, y sólo entonces, un potencial artÃculo
comercial.
Lo hecho o manifestado por los punk y los artistas
mencionados, asà como por otros, puede ser cuestionado desde
muchos puntos de vista, como por ejemplo el del buen gusto.
Pero cada suceso y cada acción dice algo que puede no ser
justificable, pero si comprensible y que, por lo menos, se
merece esa comprensión. En el caso de artistas como Madonna,
en cambio, sus actitudes son incoherentes y no existe un
mensaje detrás, excepto el de llamar la atención y obtener más
dinero.
Al contrario de los otros fenómenos, tan ricos en
consecuencias, los protagonizados por Madonna solamente pueden
ser juzgados desde el punto de vista ético y del estético,
para llegar a las penosas conclusiones de que todo está en
venta y de que el mal gusto se vende bien. (C-2).