Quito. 10 nov 2001. (Editorial) La prensa mundial, los más lúcidos
comentaristas de todos los signos, determinados medios defensores de los
Derechos Humanos, están llamando la atención al presidente Bush sobre la
cruel realidad que afecta a los pobres de Afganistán, en esta etapa de la
anunciada larga guerra contra el terrorismo. El Pentágono trata de
explicar lo que hacemos y cómo lo hacemos. Justifica lo que ocurre. El
jefe del Estado Mayor Conjunto de EEUU dijo hace unos días que
Washington prosigue sin alteraciones una estrategia que se diseñó a largo
plazo. Tremenda tarea ante la magnitud de la catástrofe humana que vemos
y adivinamos a través de la filtrada información que se nos suministra.
Llega a mis manos la carta que los provinciales jesuitas de Estados
Unidos escribieron al presidente Bush y a sus principales ministros y
consejeros, así como a congresistas y senadores. Está en la línea de lo
que dijo la Conferencia Episcopal Católica Americana, y señala concretas
pautas éticas y referentes humanos a las intervenciones de todo orden.
Por su valor orientador, altura de pensamiento y sencilla presentación en
seis puntos, merece ser conocida. Veamos lo fundamental.

Nuestro gobierno tiene el derecho moral y la grave obligación de defender
el bien común frente a la agresión. El carácter único de la amenaza
terrorista, que parece ignorar la santidad de la vida humana, puede
necesitar una respuesta militar cuidadosamente medida, que debe ser
puesta en marcha solo después de haber agotado todos los esfuerzos de la
diplomacia. Una vez puesto este principio, la carta baja a detallar seis
consecuencias éticas que debieran ser tenidas en consideración antes y
durante la reacción militar y política: Que se ejerza sumo cuidado en la
protección de los inocentes, incluidos los derechos de los refugiados a
buscar protección a través de fronteras internacionales... Que la
respuesta sea proporcionada al ataque de manera que quede claro que
buscamos justicia, no venganza. Que se evite una respuesta militar
indiscriminada y totalmente devastadora (blanket, tierra calcinada). Que
las específicas medidas legislativas diseñadas para identificar y
perseguir presuntos terroristas en nuestro país no socaven los derechos
constitucionales y civiles, como podría ser la detención obligada e
indefinida sin cargos de inmigrantes. Que nuestro gobierno examine a
fondo las raíces del sufrimiento y el odio en Oriente Medio. Que
respetemos y usemos las estructuras y baremos de la ley internacional y
de los derechos humanos....

Este clarificador documento refleja el sentir de 28 universidades y
colleges jesuitas, 60 colegios de enseñanza media, cerca de 100
parroquias y numerosos programas sociales dentro y fuera del país que
llevan adelante 4000 jesuitas y miles de colaboradores y amigos.

Los 11 provinciales de la Compañía de Jesús aplauden el liderazgo del
presidente apelando al pueblo de EE UU a abstenerse de actos de
intolerancia étnica y religiosa. Más aún, se comprometen en la medida de
sus posibilidades: Nosotros apelaremos a nuestras muchas instituciones
educativas y pastorales para reforzar su mensaje de no discriminación.
Termina la carta con el más poderoso de los resortes de este
significativo grupo humano: Oramos por usted y por nuestro país en este
momento oscuro de la historia de la nación. Y a la luz de las enseñanzas
de Jesucristo, rogamos también por nuestros enemigos.

Noble y sobria lección moral que puede servirnos a la hora de enjuiciar
personalmente lo que de hecho ocurre.

Email: [email protected] (Diario Hoy)
EXPLORED
en Autor: Federico María Sanfelíu - Ciudad Quito

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