SARAYACU, PASTAZA. ¡Anchuri (fuera), anchuri petroleras! es el grito de guerra de los comuneros de Sarayacu.
Son cuatro horas de recorrido por el hilo fangoso. La columna de quince mujeres y niños detiene su trote por los recovecos que serpentean en la espesura de la selva. Elisa Cisneros, una menuda indÃgena kichwa, con una boa pintada en su rostro, alienta a seguir adelante.
Otra voz temblorosa responde: âCaris (hombres) vienen muy atrás, no aparecenâ. Es Clara Aranda, la tercera de la fila, la que tiene una capa de lodo por zapatos. Enseguida se queja por la fiebre y el dolor de cabeza. Es viernes 24 de enero y ella cumple una semana de haber dado a luz a un bebé que lo lleva con una sábana asido a su pecho.
âYa llegamos a la frontera. Nos toca sacrificar. Estamos como en guera (guerra) en nuestro mismo Ecuadorâ, afirma Elisa, quien camina junto a su hija de 16 años, Noroi.
Sus compañeros portan lanzas y machetes y tienen las caras pintadas con una sustancia negra que la extraen de la pepa de un árbol, después de asarla. Los varones son de 11 y 15 años; las mujeres, de entre 15, como Rosa Gualinga, y 56 años, como Catalina Santi.
Ellos afirman que luchan por su tierra y tiene como objetivo impedir el ingreso de la petrolera argentina CompañÃa General de Combustibles (CGC) y su contratista, la francesa CompañÃa General de GeofÃsica (CGG).
La CGC es adjudicataria del bloque 23, que involucra una parte de las 133.000 hectáreas, que los miembros de la comunidad kichwa Sarayacu dicen les pertenece luego que en 1992, el entonces presidente Rodrigo Borja les otorgara las respectivas escrituras.
El grupo liderado por Elisa Cisneros llega media hora después al sector Kapawari donde hay un helipuerto construido por la CGG, tras derribar grandes árboles. Ahà se integran ocho hombres, con sus rostros también pintados. Llevan puestas camisetas negras y en el hombro cargan vetustas escopetas y cartucheras.
Todos pernoctan en la selva. A las 06h00 del siguiente dÃa hay un griterÃo. Todos se pierden bajo el manto verde. Media hora más tarde está el resultado: cuatro obreros de la petrolera huyeron de los indÃgenas, quienes se apoderaron de tacos de dinamita, usados para las labores de sÃsmica.
El sábado 25, unos 30 indÃgenas se toman, destruyen un campamento de la CGG y retienen a cuatro trabajadores. Llega un pelotón del Ejército, y tres militares son desarmados. Los fusiles y otros implementos quedan en poder de la comunidad. En el operativo militar se detiene a cuatro kichwas de Sarayacu. Luego viene el canje y quedan libres.
Hasta la fecha se produjeron 4 secuestros. Desde diciembre pasado, 21 personas permanecieron en calidad de rehenes.
David Malaver, presidente de la junta parroquial de Sarayacu, afirma que 1.200 de las 2.300 personas están en contra de la actividad petrolera. Los vecinos comuneros de Pacayacu, Jatun Molino, Calicali, y otros suscribieron convenios para facilitar los trabajos, a cambio de alimentos, botes, medicinas y computadoras.
âQueremos que no toquen nuestra selva. Ellos (las petroleras) vinieron a dividirnos, a hacernos pelear entre hermanosâ, dice Malaver.
Hilda Santi, vicepresidenta de la Asociación de comunas, expresa: âNos señalan como terroristas y no es asÃ, somos guardianes de la selva, asà como eran nuestros padresâ.
El presidente de la Asociación Sarayacu, Franco Viteri, culpa al Gobierno y al Ejército de estar a favor de âlos invasoresâ. Los militares hacen guardia en Jatun Molino y requisas en el rÃo Bobonaza.
En Kapawari, Clara Aranda, frota yerbas para calmar su dolor de cabeza. Pero tiene fuerzas para gritar ¡anchuri (fuera), anchuri, petroleras!
CronologÃa
9 de agosto de 1996: La CompañÃa General de Combustibles (CGC) se adjudica el bloque 23 de exploración petrolera.
15 de febrero de 1997: IndÃgenas achuaras secuestran a tres técnicos ecuatorianos y dos extranjeros que realizaban estudios ambientales en la provincia de Pastaza. Se los liberó siete dÃas después.
13 de septiembre del 2000: En medio de rechazos de los miembros de la Organización de Pueblos IndÃgenas de Pastaza (OPIP), se firman quince convenios entre el Ministerio de EnergÃa y la petrolera CGC, para dotar de vÃas y electricidad a las comunidades del bloque 23.
15 de septiembre del 2000: IndÃgenas kichwa se toman la Gobernación de Pastaza.
11 de diciembre del 2001: IndÃgenas kichwa desalojan a técnicos de la compañÃa Dinner Service, subsidiaria de la CGC.
22 de noviembre del 2002: Nativos kichwas, de la comunidad de Sarayacu, capturan a tres trabajadores de la empresa argentina CGC.
5 de diciembre del 2002: Nativos retienen a ocho trabajadores de la CGC.
19 de diciembre del 2002: Nueve trabajadores de CGC son retenidos en Sarayacu.
13 de enero del 2003: Se enfrentan comuneros de Pacayacu con los de Sarayacu y queda como saldo un herido.
16 de enero del 2003: Cuatro guardias privados de la CGC son retenidos por indÃgenas de la comuna de Sarayacu. Posteriormente fueron liberados. Se destruyó un campamento petrolero.
Solidaridad en cada jornada
Bajo una ramada de paja que hace de rancho, 23 comuneros, la mayorÃa mujeres y niños kichwas, se agolpan alrededor de unas hojas verdes tendidas en el piso y en las que hay plátanos cocinados y dos recipientes con caldo de cebolla. Todos toman un sorbo.
Termina la merienda, iluminada por la claridad que genera la llama de un tronco, y las mismas hojas son útiles para acostarse y dormir. A las 03h00 se despertarán a conversar sus sueños y programar las tareas de la mañana. Asà lo hacÃan los abuelos.
En el centro de la comunidad, adonde solo se llega en avioneta desde Puyo, las ancianas cocinan y mastican yuca para hacer la chicha y enviar a sus compañeros que hacen guardia para impedir el acceso de la petrolera.
El Consejo de ancianos, el Taija Saruta (presidentes de las comunas), Amis (mujeres) y el Samaruta (jóvenes) son sus formas de organización. Los mandatos son obligatorios. Los castigos se aplican según la falta, por ejemplo dos dÃas de trabajo comunitario, expulsión de la zona, aplicación de ortiga en el cuerpo o ajà en los ojos.