Quito. 03.02.95. Si existe un país en el mundo con graves
problemas de imagen, ese es Colombia. Incluso la muerte de
Pablo Escobar, jefe del cartel de Medellín, el 2 de diciembre
del año pasado, ha servido para recordar que la amenaza
narcoterrorista todavía está latente en el país, y aunque
muchos extranjeros tienen deseos de visitarlo, su
aterrorizante imagen es una de las grandes desventajas. Sin
embargo, el estable crecimiento económico de Colombia tiene un
muy buen historial. El país está liberalizando sus mercados
financieros y las acciones de sus empresas son comparativamente
baratas.

Para los niveles de la región, los encargados de diseñar las
conservadoras y competentes políticas económicas colombianas
se han convertido en parangones de una virtud nada alentadora.
Ningún ciclo de repunte y recesión económica genera
oportunidades tan dramáticas de compra y bancarrota como
ocurre en Argentina y Perú. Durante las dos últimas décadas,
la inflación en Colombia se ha mantenido en un 24% en
promedio, no obstante en el mismo período y apoyado por
narcodinero reciclado, el Producto Interno Bruto ha crecido a
una tasa pro medio anual del 4.4%. De igual forma, el país
nunca ha deja de pagar los servicios de su deuda externa.
Sin embargo, los funcionarios colombianos, como los de otros
países de la región, se han caracterizado por tener una
tendencia paternalista y una pesada regulación, especialmente
en asuntos financieros. Este modo de pensar comenzó a cambiar
en 1990, con el lanzamiento de un programa de reformas llamado
apertura. A pesar de que no ha tenido los alcances que el
libre mercado ha logrado en otros países de América Latina, la
apertura tiene sus particularidades. Las transacciones en
moneda extranjera han sido liberadas en grandes proporciones,
los aranceles por importación de bienes se han reducido de un
44% promedio en 1989 a un 12% en 1992, según el banco
norteamericano J.P. Morgan, y se están vendiendo las empresas
de propiedad del Estado.

No obstante, queda aún por extranjeros. El mercado de valores
de Colombia todavía está subdesarrollado, si se tiene en
cuenta la relativa sofisticación de su economía. Los bonos y
las notas bancarias representan el 95% de todo el comercio
accionario. Las acciones no se han visto favorecidas desde
comienzos de los ochenta cuando una serie de fraudes en el
sector bancario hundió a Colombia en una crisis financiera. El
gobierno se vio forzado a tomar las riendas de cinco bancos
incluyendo el Banco de Colombia, el más grande del país a fin
de evitar que sus cuentahabientes fueran saqueados del todo.
Muchos fondos mutuos de inversión también fracasaron. Por un
tiempo, el debacle previno cualquier conversación sobre
desregulación.

Ahora, sin embargo, los controles financieros han ido cediendo
terreno y el mercado bursátil de nuevo está tomando forma.
Dentro de poco los bancos volverán al sector privado. El Banco
de Colombia, cuyos activos sumaron US$1.900 millones a finales
de septiembre del año pasado, se convirtió en la más grande
negociación de privatización que se haya visto en el país.
Fogafin, la agencia cuya función es descargar los bancos, dice
que al gobierno colombia no le importa si el banco más grande
del país es comprado por extranjeros. Compradores potenciales
en México, España y Estados Unidos han expresado su interés.

La venta de los bancos ayudará a solucionar el problema más
grave del mercado de valores: la falta de provisión. El valor
de las acciones registradas en Colombia suma unos US$11.800
millones, pero Corredores Asociados, una firma de corretaje
que dice manejar el 40% del volumen del mercado accionario,
sostiene que el 15% está realmente disponible para la venta.
La mayoría de las acciones están ligadas a la manera japonesa
de redes de accionistas cruzados entre sí, y sólo siete nuevas
compañías figuraban en la lista hasta el año pasado.

Tradicionalmente, los empresarios colombianos han financiado
el crecimiento con flujos de caja o préstamos bancarios.
Muchos se muestran reacios a ofrecer acciones al público por
miedo a que las utilidades mayores los conviertan en blanco de
secuestradores o sobornos. Una razón más plausible en un país
donde todas las personas con alguna fortuna son conocidas es
que ellos han subestimado sus ganancias frente a la dirección
de impuestos y necesitarían dar a conocer cifras reales para
poder emitir sus acciones. Cualesquiera sean sus dudas, a
medida que la economía se abre y las firmas nacionales deben
realizar proyectos de inversión para estar a la par con la
competencia extranjera, cada vez hay más empresarios que están
dispuestos a encontrar firmas para ofrecer sus acciones.

La escasez de acciones disponibles ha hecho de Colombia un
mercado complicado para los administradores de fondos
extranjeros, porque hay que revestirse de paciencia si se
quiere consolidar los intereses sin tener que recurrir a un
movimiento inapropiado del precio de las acciones. Esto, junto
con los temores que sus cita el narcoterrorismo, razón del
porqué tan solo US$110 millones se invirtieron en el mercado
de valores, hasta finales de agosto de 1993. Sin embargo, para
finales de noviembre del mismo año, esta cifra se había
doblado a US$219 millones, gracias a una serie de shows y
malabares puestos en escena por el gobierno colombiano a fin
de cortejar a inversionistas extranjeros. Con todo, esta suma
es irrisoria comparada con los US$700 millones que los
inversionistas pusieron en ese mismo período de tiempo en el
mercado de valores peruano, más pequeño que el colombia no
pero de igual auge.

Las acciones colombianas estuvieron bien administradas el año
pasado, en especial después de la muerte de Pablo Escobar. El
índice de la Bolsa de Bogotá se ha incrementado en más del 50%
en términos de dólares americanos, desde fina les de junio
pasado. Las accciones de las compañías se están vendiendo 15
veces sus ganancias probables para 1994 según Baring
Securities. Sin embargo, dichos cálculos exageran la relación
precio/ganancias quizás en un 30% ó más porque las empresas
colombianas no tienen que consolidar las ganancias de sus
afiliadas con las de ellas mismas.

Para apaciguar a los inversionistas extranjeros, que quieren
conocer lo que están comprando, el gobierno ha propuesto que a
partir del primer trimestre de 1995, todas las compañías
produzcan resultados consolidados. Paul Weiss, uno de los
directores de Corredores Asociados, cree que existe un 70% de
probabilidades de que esto ocurra. Si es así (y si los
crímenes por drogas disminuyen), es muy posible que los
inversionistas extranjeros lleguen por handadas. A largo
plazo, sin embargo, el desarrollo del mercado de valores será
conducido por el establecimiento de instituciones de inversión
nacional. Los fondos privados de pensiones fue ron aprobados
recientemente y comenzaron a funcionar con éxito. El número de
fondos mutuos de participación también crecerá. Hay señales de
que las bajas tasas de interés a corto plazo en Estados Unidos
estén motivando a algunos colombianos a repatriar sus
dólares, y los fondos mutuos se presentan como el vehículo más
atractivo. La nueva libertad de los corredores de bolsa
colombianos para negociar acciones por su propia cuenta
también impulsará la actividad. La devoción por las acciones
apenas comienza.

(TEXTO TOMADO REVISTA CASH INTERNACIONAL No. 35) (PP. 6-8)
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en Ciudad N/D

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