Quito. 5 nov 2001. Nueva York, el Vaticano y hasta Mongolia, son algunos
de los destinos visitados en los últimos dÃas por el presidente mexicano
Vicente Fox. Su exótica agenda de viajes bien puede explicarse como una
estrategia para evitar la creciente tensión y decepción pública que tiene
en casa por los escasos logros de su gestión presidencial tras 11 meses
de gobierno.
Inspirado en su hazaña histórica de haber destronado al PRI-gobierno, Fox
ofreció purgar y poner a disponibilidad del público los archivos de
inteligencia presidencial de anteriores administraciones priÃstas, asÃ
como formar una comisión de verdad que investigue pasados atropellos a
los derechos humanos. Pero su propia ambición se ha convertido en
condena por haber generado expectativas que ahora no puede cumplir. La
escasa o ambigua actitud del Gobierno en otros temas cruciales como la
reforma fiscal, el control de la delincuencia, o incluso la lenta
respuesta del Gobierno frente al reciente asesinato de una activista de
derechos humanos, evidencian la débil voluntad del Ejecutivo para tomar
decisiones.
Los ataques terroristas del 11 de septiembre y la consiguiente
preocupación de Estados Unidos por su seguridad nacional echaron por los
suelos la ambiciosa iniciativa de México para legalizar a tres millones
de trabajadores residentes en dicho paÃs. Pero de vuelta en el frente
doméstico, el presidente ha pasado por alto al menos tres errores de
cálculo polÃtico. El primero tiene que ver con su incapacidad para
reemplazar a los funcionarios del PRI gobierno, quienes siguen ocupando
al menos 80% de las plazas en la burocracia media y alta. Su segundo
error ha sido buscar una gradual independencia de su partido Acción
Nacional en el Congreso y en los estados. Si bien la estrategia de
independencia le permitió cortejar los votos de la izquierda durante su
campaña electoral, desde la presidencia Fox ya no se puede dar el lujo de
gobernar sin el apoyo del PAN en el Congreso, aun para sustentar la
formación de coaliciones con otros partidos.
Finalmente, el presidente Fox no ha controlado oportunamente los
crecientes conflictos entre los miembros de su gabinete, que han optado
ahora por ventilar públicamente sus diferencias. El analista mexicano
Sergio Aguayo los describe como el "gabinete Montesori", por su
espontánea tendencia a actuar de manera independiente.
La rápida erosión del apoyo en las encuestas, la incertidumbre sobre los
contenidos de la agenda de Gobierno, y las acciones erráticas del
presidente para recuperar apoyo polÃtico, cuentan una desagradable
historia de desgobierno en Los Pinos. Si esta historia a usted le suena
remotamente conocida, efectivamente lo es. Es la historia de De la Rúa
en Argentina, Mahuad en Ecuador, o Chávez en Venezuela. Es la historia
de un presidente que entró con las más altas calificaciones y mayores
expectativas de redención popular. Es la historia de un presidente que
se olvidó de cortejar a su propio partido antes de armar una coalición de
reforma; de un presidente que quiso formar un gabinete puramente técnico
pero sin conseguir respaldo de la oposición.
Fox está a tiempo para redefinir la agenda de gobierno, cumplir con las
promesas creadas, reconstruir su relación con su partido en el Congreso y
auspiciar el éxito electoral de sus gobernadores. O podrÃa simplemente
Fox adoptar las prácticas tradicionales del tan combatido PRI para
repartir recursos y comprar lealtades entre sus enemigos polÃticos a fin
de sobrevivir los próximos cinco años que le faltan de Gobierno.
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