Deforestacion En Norte America

DEFORESTACION EN NORTE AMERICA, por Fernando Ortiz Crespo

Quito. 03. 10. 90. (Opinión). La primera vez que penetré en un
bosque de sequoyas, a poco de haber llegado a California en
junio de 1967, experimenté la extraña sensación de ser un
pigmeo en medio de gigantes. A mi derredor se alcanzaban los
árboles más grandes que había visto jamás, macizos y
arrugados, rectísimos, con copas que se perdían al tratar de
seguir con la vista el follaje hacia arriba.

En el aire había una humedad fragante, mientras que entre las
rendijas que quedaban entre tronco y tronco se filtraba el sol
como por los tragaluces de una catedral medieval, dejando su
paso por el aire retratado en la niebla y uno que otro botón
de redodendro iluminado.

Aunque los árboles que vi en Muir Woods, al norte de San
Francisco, todavía están en su lugar como lo han estado por
los últimos mil o mil quinientos años, muchos de sus
congéneres más al norte u hacia el interior han sido talados,
como lo ha sido el 90% del fantástico bosque antiguo que
cubría las montañas interiores de California central, la
cordillera de la costa de California del Norte, los estados de
Oregon y Washington, la provincia canadiense de Columbia
Británica, y la parte sur de Alaska.

También pude ver años más tarde, con una mezcla de
sobrecogimiento y desolación, los enormes tocones que dejaron
los leñadores en el condado de Snohomish al este de Seattle,
cada uno de tres o cuatro metros de diámetro. Este bosque
magnífico, con la mayor concentración de madera por hectárea
del mundo, ha sido aniquilado por las compañías madereras en
su apetito insaciable y aún lo es al ritmo de unas ochenta
hectáreas diarias, siempre con la venia de las autoridades
forestales que han acuñado el término "sobremaduro" para el
bosque milenario cuyo asesinato permiten.

Los beneficiarios además de los accionistas y trabajadores de
las industrias madereras son los usuarios de madera de
construcción en Canadá y Estados Unidos, pero también los
japoneses que importan cantidades ingentes de troncos desde
los puertos norteamericanos de la costa del Pacífico; algunos
dicen que para hacer palillos de mesa desechables...

Las especies de árboles de este maravilloso bosque, que está a
punto de desaparecer excepto por reducidas muestras en
reservas como Muir Woods y el Redwood National Park, son
sequoyas de dos especies, abetos, abetos Douglas, cedros,
pinos de azúcar, y otras coníferas, cuyos masivos troncos,
sólidos, cilíndricos, largos y bien formados constituyen razón
suficiente para su condena a muerte.

Estos árboles son tan valiosos que un solo cedro rojo produce
10 mil dólares de madera aserrada. Los ambientalistas
lograron que al menos un corredor del extraordinario bosque de
sequoyas costeras quede preservado en un parque nacional 100
kms al norte de San Francisco en 1968 (a pesar de que Ronald
Reagan -entonces gobernador de California, afirmó como
justificación para oponerse al parque que "una vez que usted
ha visto una sequoya usted las ha visto a todas", en una
patente nuestra de cómo los árboles no le dejaban ver el
bosque), pero otros segmentos de este hábitat no han tenido
tanta suerte.

Al norte de Vancouver, una maderera canadiense ha talado miles
de hectáreas a tabla rasa, de modo que desde el mar se admira
por kilómetros colinas costeras degradadas y estériles,
marcadas por surcos de erosión y ennegrecidas por miles de
incendios de residuos que quedaron luego de que los troncos se
extrajeron.

Viendo esta devastación sin nombre, uno se pregunta con qué
autoridad moral los países ricos piden a los tercermundistas
respetar sus bosques tropicales, y hasta uno casi da la razón
a los ecoterroristas que ponen clavijas ocultas en los troncos
de los árboles vivos, que al ser tocadas por las motosierras o
las sierras de los aserraderos las rompen en miles de pedazos,
con operador y todo. (A-4).